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Carlos Santibáñez Andonegui

 

 

 

 

México, D.F.

 

 

 
 
     
 

30.Nov.15

 

 

El Señor de la Rosa

Por: Carlos Santibáñez Andonegui

Al Poeta Venancio Neria

 

Nunca dejen de hablarme del señor de la Rosa.

El tiempo es como el polvo de la flor que lo nombra

que es también la esperanza que vive en cada cosa

y se queda en el aire cuando barren la alfombra.

 

A través de los años que pasó en ventanilla

guardó siempre el discreto y habitual buen talante,

hasta cuando le dije: -La muerte nos humilla

pues nos quita el registro federal de causante.

 

Lo primero que pierde un sujeto virtuoso,

al salir de este infierno que es un mundo cobarde,

viene siendo aquel signo celestial venturoso

que nos pone el Estado para que Dios nos guarde.

 

Para quienes se hallan en el hecho imponible,

que en resumidas cuentas siempre son clase media,

no pagar el impuesto es un sueño imposible

y el señor de la Rosa lo leyó en Wikipedia.

 

Por eso su tarjeta no es de presentación,

sino del viejo mundo de la contraloría

donde habita el impuesto en que el señor noche y día

Filosofando vive sobre aquella exacción.

 

El señor de la Rosa aun está en la neblina,

tira copos de nieve que golpean mi ventana.

Es paso tumultuoso de furia sibilina

que se oye entre los ecos al venir la mañana.

 

El señor de la Rosa es el ideal. Lo correcto.

Un ángel de la guarda que cuida la oficina.

El traje a la medida del presente perfecto

que avanza hacia el mañana que un poco lo ilumina.

 

El señor de la Rosa es la nostalgia pura

que por las tardes llega a sentarse a la mesa

como si nada más buscara una aventura

o, para no llorar, guardara una tristeza.

 

Y me descifra. Sabe comprender las razones

de este ingrato descuido, de este antiguo retardo

que me describe como un montonal de ilusiones

y una máquina usada que apunté en el resguardo.

 

El señor de la Rosa tiene un hermano, dicen,

del que curiosamente nadie sabe nada

y que tenemos todos, y nos convierte en grises

y que viene fotando hacia la madrugada.

 

Memorándum, agenda, tasa, día y calendario,

que preparan las lanzas y disparan las flechas

en la dura batalla de horas y de fechas

que zurcan los amargos rincones del horario.

 

La hora de los novios espera su llamada.

Su frenesí en las tardes te llena de consejos,

¿ese aire secreto tan de mano sudada?

¿tan de cristal cortado con que te hablan los viejos?

 

El luto inexplicable que ha dejado la rosa,

y el ideal implacable que quedó en la neblina,

traen corriendo en el aire y candente la cosa

que el señor de la Rosa todavía no termina.

 

El pienso luego existo no termina en Descartes.

No basta a aquella rosa la luz de la razón.

Es el vago murmullo que entristece si partes

pues se requiere un acta de entrega-recepción.

 

El señor de la Rosa lagrimea en la entrevista.

Se ensombrece el pasillo con el corre, ve y dile,

¡pero no es sentimiento!, es su esposa, bromista,

que le puso una torta que tenía mucho chile…

 

Y es el chile el que logra mantenerle despierto

si la ponencia es grave o imposible la cosa,

no es su sola conciencia ni el petate del muerto

lo que retuerce el alma del señor de la Rosa.

 

El señor de la Rosa se pasea en la oficina

en los alrededores de las tres de la tarde,

cuando la sola calma del rumor determina

y el mundo es un temor que se calienta y arde…

 

El tono inesperado en que se dieron las cosas

hace ver que la orden proviene de lo Alto:

le han dicho que, con calma, sin ningún sobresalto,

diga adiós al destello y al color de las rosas.

 

Nadie abrió la gaveta que guardara en la bruma

el señor de la llave del abismo que habla;

que es señor de la Rosa y es señor de la luna

de esta noche que encierra un jardín en su jaula.

 

Ni una chispa ni un rayo atraviesa la senda,

y comprende en silencio mientras va caminando

que ha llegado la hora de entrar a la leyenda

con la rosa de todo lo que fue cultivando.

 

El señor de la Rosa ya regresa a la Nada.

Y es un vago reflejo que deja por la vida

el valor entendido de una cierta mirada

y esa cierta mirada será su despedida.

 

 

Gracias por su visita

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