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22.Nov.17

 
 

 

         
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CARLOS SANTIBÁÑEZ ANDONEGUI

 

 

 

 

La Poesía de Maricruz Patiño, 1a Parte

 

 

 

 

 

 

 

 

 
     

 

 

 

 

 

La Poesía de Maricruz Patiño

Maricruz Patiño: La misteriosa voz

2a Parte

por Carlos Santibáñez Andonegui

 

 

 

6) La poesía trabaja con invisibles

Sí, con ellos trabaja pero no es intangible, ni siquiera es difícil. “Un misterio es algo que no se ve pero se vive”, escribe Maricruz. Aun viendo, la mirada misma con la que vemos, constituye un misterio cercano a lo invisible: En su Drama Poético “Bajo el Volcán”, admite Maricruz: “…yo que sólo soy una mirada/ que ha venido a contemplar/ y se irá contemplando?” La poesía es añoranza de la que la poeta repone:

Me temo que

Este deseo no puede tocarse con las manos

Si te besara desaparecerías.

Es un camino que se quiere sencillo para llegar muy lejos, en que están comprobados ambos extremos. El asunto de la poesía es inseparable de la noción de boda. Y qué mejor, para la poeta, que la boda de Itzia y Rodrigo para plantear, en la Hacienda San Gabriel, Puente de Ixtla, Morelos, en su poema “Epitalamio” dentro de la sección: “Cantar de amor”: Dos que se aman/ escriben un poema en el cielo:

La boda no es sólo una fiesta en este mundo

Toda la creación danza y contempla

Este invisible canto de alegría

El que no crea en invisibles, aparentemente, ¡qué honestidad!, pero entonces, apague el radio. Pues si es honesto, tiene que reconocer que la voz podrá ser muchas cosas, sonido, significado, ruido, ironía, invitación al suicidio, a la danza, a la locura, o simplemente cual Maricruz la oyó, puede ser La misteriosa voz, o las diversas voces que oía Sócrates en su conciencia, pero de todos modos, para su desgracia, es invisible. Entonces se va a dar cuenta que, en efecto, empleamos invisibles, y que curiosamente estamos llenos de invisibles, juzgamos invisibles y lo que no pensó a lo mejor antes de abrir el poemario de Maricruz Patiño, o de leer este texto, o formular la máxima de que Dios es simplemente una idea, buena o mala del hombre y la mujer, resulta que somos los humanos una verdadera colección de invisibles. Y que, nos guste o no, dependemos de ellos para poder vivir. ¿A quién sino a la magia de lo invisible, rinde el poeta profesión de fe? En la luz que no vemos pero que acariciamos, deja su profesión de fe esta poeta:

…quiero vivir con un rayo de luz en el corazón/ en fin, saberme viva y ardiendo

Es así que la sangre, la que en nosotros viaja, por nuestro haber vivido ha conquistado para nosotros una sabiduría, un saber. Es por aquel saber que:

Pasa el poema como una tarde roja

Y se enciende el silencio.

Uno de los maestros o guías de la poesía de Maricruz, Pellicer, lo descifraba como: “Algo en mi sangre viaja con voz de clorofila”.  Y Maricruz proclama: “Hay una sabia que lo recorre todo:/ está viva”. Todo esto es flor, si invoca a Pellicer terminará siendo flor:

de una flor escucho el grito

de las nervaduras, un sollozo

y la razón, como savia que lo recorre todo-

¿Por qué no queremos creerle a la poesía, entonces y nos parece aburrido hablar de ella? En parte por envidia. La gente ya no quiere pensar, y no digamos pensar en un momento ingenioso armado de palabras que revele algo nuevo, sino ni siquiera en que leerlo, disfrutarlo, recrearlo, pueda ser poesía. El que no podamos imitarlo, el que no podamos salir a calle y ganar con esto 50 pesos, nos hace odiarlo, nos hace decir que no es cierto, que eso no es la poesía, y es nuestro orgullo mal encausado el que nos hace cerrar el libro de poemas y volver a la seguridad de la prosa, en la que nos sentimos seguros, llevados de algo que a lo mejor se expresa inteligentemente, brillantemente, pero que a fin de cuentas y aunque defienda para sí el privilegio de estar rompiendo el tiempo y el espacio, es algo que se narra y por lo tanto, no necesita uno tanto pensar.

Más adentro, la sabiduría se desata, es el agua de un río de luz que es lo que cuenta la poesía de Maricruz, mar de significados que cual ocurre en todo gran poeta, es propia, inequívoca, imposible de emular, es “la imagen/derramada en sus flujos/ sobre la rama”, y en ella vamos todos dejándonos arrastrar por el tiempo. Acaso el mecanismo que más se le aproxime a esta clase de inteligencia emocional que es la poesía, sea “el efecto de sentido por coincidencia nomádica” que a la manera de triunfo de la deconstrucción de la escritura, aproximaba Deleuze, que puede iluminarlo todo y que conviene aprehender separadamente. En el amor exhibe Maricruz: “Saco raíces cúbicas; cuadradas de tu espacio… todo se envuelve en el calor de un cuerpo”. Ante el paisaje clama: “¿Qué se le dice a las nubes/ que pasan y no vuelven?” Lleva hasta el ser de la maternidad el devaneo de tarjetas postales: “primavera enredada en los jacintos/ que mi hija tiene ahora entre las manos”. Celebra la fugacidad del encuentro: “Siembra tu nombre en mi memoria/ pasajero del mundo”. Busca receta para desvaríos: “Tejer, hurdir, se precipitan en humo/ nuestros lazos”. Va descifrando ese “Aire de guitarra”, como viento de otoño que se siembra en el alma/ persiguiendo las hojas doradas/ como tratando de librarse de un fantasma”. Se despeña en sus “Voces” cual /Capricho: barro entre las manos/ de la nítida luz/ del universo”.  Voces que son La Oración de la Tarde: voz que despierta. Voz que zurca el silencio, se vuelve fosforescencia, se transforma en canción y es esa “nueva verdad” que enciende el silencio y que, en los sueños, interroga a fondo la existencia e intuye que “detrás del fuego, “de la consumación/ pasan los rostros las cosas/ la llama sin embargo permanece intacta/ leal a su condición/ el placer prevalece”. Y de la flor “el grito,/ de las nervaduras un sollozo/ de la razón la sabia que lo recorre todo.” Desde los calmos verdes a la pasión del toro. Pero también “ensueño, donde los dobles se persiguen”.

7. ¿Cuáles, entonces, son los temas que la poesía debe tocar?

Todos, ningún tema está prohibido en la poesía. Como son todos, resulta que los apartados en los que la poesía debe guardarse, son los mismos de la clasificación universal. Siendo su motivo central la revelación del hallazgo que impregna todo a su alrededor, la poesía está en todo, simplemente.

Digamos que la poesía ecfrástica es tan normal como cualquier otra, y además, es o no es. No requiere mucha ciencia para encontrar los signos constantes, porque sucede que la poesía se propaga por signos más o menos constantes en todas las épocas, que aparecen nuevos en su actualización objetiva caso por caso. Si la rodean nombres en apariencia extraños, es porque como nunca los usamos, están como enrarecidos por el desuso, así cuando decimos polisíndeton parece que nombramos un ente sumamente científico y eso otorga un prestigio absolutamente tramposo a quien lo presume, pero no significa que sea malo saberlo, al contrario, es importante y útil para quien estudia técnicamente la poesía, saber el nombre y lo que designa el mismo, lo que pasa es que para el que la crea, para el que la produce resulta tan obvio que en ocasiones pasa inadvertido el nombre y no pasa nada. Acude a la creación ligero de equipaje y ya hemos dicho que aquí no se surte aquello de que el buen poeta se hace por la cantidad de horas que permanece sentado. Así entonces la écfrasis, la escritura sobre una pieza de arte, nos ha acompañado desde el comienzo de la literatura. En las obras de Homero hay pasajes ecfrásticos, y escritores y artistas surrealistas han producido obras colaborativas que combinan un arte en particular, con la poesía.

Por ejemplo en la editorial Alja apareció Reacciones en tinta, de Rebeca Bowman y Veronique Hahn. Pero nadie plantea que ahora por eso, todos debamos de hacerlo o la poesía de cada uno quede incompleta si no hace ese ejercicio. Igual sin aludir al arte plástico la palabra sola se basta para dar los tonos necesarios de luz y sombra bajo los cuales se esconde el absoluto, el Arcano:

Toda palabra se pierde

en el amanecer

A la poesía, el autor la deja indicada como una flecha que va a una fiesta pero ella sigue sola, se nos revela al unir lo distante, lo cosido por “cuerdas separadas”. Como en esos cuadernos de juicios elegantes y antiguos, la unidad se descubre por cuerdas separadas, y reza:

Mi espíritu despierta a la puesta de sol.

Así la luz me dicta sus destellos.

La poesía es un modo de brillar por destellos. Es ágil, con esa agilidad del paisaje de “Las Californias”, donde los pájaros ven amanecer por generaciones/ y como pensamientos ágiles pasan los cangrejos.” Quieren los necios encontrarla narrada, demostrando que no la han percibido, ni fueron educados para ella en su voz, su misteriosa voz a quien pretenden resuelta, desarrollada en un texto, como se busca el hilo de una ponencia, y no pedirle como lo hiciera Valery: “¡Habla, tira del Hilo dorado!”. Añorarán entero el acto de amor, registrado con pelos y señales como esos preservativos que ya traen cámara y UCB, en vez de atarse al valor de impregnación de unas pocas palabras verdaderas:

Los cuerpos se acomodan al espacio:

Todo toma el ritmo de las lenguas.

En vez de entregarse entero al llamado del erotismo que hace la poeta: “deseado/ invocado/ concedido/ golpe de mar lejano/, como un canto como un rezo/ penetra en mí el coro de tus voces/ llega ascendiendo/ tu lleno a mi vacío.”

Siempre la pareja, como una presunción del recorrido de vida, o de vidas:

El mar y tú, la invitación al viaje

El ser amado está presentido, a veces rebasado, a veces añorado, pero nunca deja de moverse a su ritmo: “…en la danza el coraje de amar”. La poesía es fiesta de los sentidos, lucidez, brillo:

…brillo en las pupilas

Entremos en el laberinto de los sentidos

Vestidos de fiesta.

Y es deseo de amar que se yergue en lenguaje, y lenguaje que brota del deseo de amar, es decir, ¡oh Maricruz!, es eros y tánatos:

Suba la enredadera de palabras sobre el trágico muro

de la razón.

Devuélvame tu elixir el manjar de la vida.

Tiene el libro que ahora nos ocupa, el beneficio de la transparencia, para quienes honramos la valiente función de ser maestros de poesía. En esta obra que ella nos ha entregado como crestomatía de sus mejores momentos, la belleza es indudable y uno que es maestro, lo agradece incluso como guía para quien se quiere acercar a saber qué es la poesía, con secreta dedicatoria a los necios. Los que debían consagrarse a otra cosa. Para quienes cualquier oficio es bueno. No la literatura, que ya está definida, como el arte de hacernos olvidar que emplea palabras, el supremo arte de acercar lo distante.

8) ¿Conviene tener un maestro, inspiración o guía al que seguir?

En el caso de Maricruz Patiño, Pellicer es difícil que tenga seguidores internos. Como Paz tal vez, sus seguidores son un coro de gente que habla bonito. Pero no ese poder de bajar al pantano y remover lo creado, como lo tiene precisamente esta mujer que en su momento, desde la sencillez del trato cotidiano y doméstico, asombró al mismo Paz.

La flor es sólo un gesto de pétalos

que ocurre revelándose

Para el amor de un hijo, la poeta dispone de reflejos como: “En el crepúsculo el mar dice:/ -aquí estoy- con su rumor perenne.” Plasmado en la sección “Náutica”, dedicada a su hijo José Carlos.

La poeta deviene voz hecha piel. De qué manera está revelando todo lo que los ojos ven. Lo  asumen los sentidos en rol complementario a la cita ante la cual ya nada se opone. Por ese camino iría del brazo de Eliot, pero solamente para separarse, para desasirse del maestro:

Abril no es el más cruel de los meses, te lo digo…

Se transforma en canción y es esa nueva verdad,

Reverdeciendo sobre las ramas secas.

Para ella ha tenido sentido seguir a un maestro, porque Poesía es revelación. Revelación es descubrir algo donde antes no había nada. Y en ese camino, las revelaciones son infinitas, la voz de nuestros maestros es nuestra y juntas se convierten en la misteriosa voz, de sacar algo de nada, que es crear, conviene hacer ver cómo a partir de ahí, ya HAY poema. La poeta dice: “La vida es/ un Hondo Sí/ y a partir de ahí, ya hay poema. En poesía no se tienen que esperar horas para que un argumento rinda todo su interés, la cosa es breve. Se es o no se es. Claro que eso, a quien no es poeta, lo deja insatisfecho: extrañamos el fárrago del ensayo que nos aclare todo lleno de citas, la magia de un argumento, el encanto de la representación teatral, y no. Quien espere otra cosa lea un cuento, vaya al teatro, compre una novela, repase un ensayo. La poesía es así de modesta, pero también, así de profunda:

He amado los cuerpos del mundo y sus paisajes

En un verso tan pequeño pero tan grande como el de Maricruz,  debe entenderse que está todo su mérito.

¿Qué escucha esta poeta  con oído derecho? La realidad del ser debajo de los seres, nuestra gruta, esa voz interior que anticipa ese “Reino”, en su Meditación en casa de Maimónides: “El templo que es mi cuerpo/ el cuerpo que es mi casa/ la casa que es el mundo/ el mundo que es el alma”.

9) Hay una manera correcta de oír las cosas

Lo que demuestra la poesía de Maricruz es que hay una manera correcta de oír las cosas:

Entonces

la mañana resonará en el jardín…

Ahí está el sax, con su sabor a calle y vieja cita:

El sax es una larga reminiscencia de la noche…

Y es un vago atraparse en un zaguán.

Y si el oído es lo último que se pierde al dejar el mundo, escuchemos, habitemos la casa, la soledad. Utiliza el epígrafe de Bachelard en el poemario: “Habitar la casa”, que conduce de lleno a la filosofía del valor que buscara un exégeta del exégeta, el filósofo Augusto Salazar Bondy, (Para una filosofía del valor, 1971), estudioso de la Epistemología de Gaston Bachelard.(Revista Letras, 1958). Es decir, la iluminación de Maricruz adviene hacia el rescate, el salvar lo que haya de valor en la casa, donde escribe Bachelard: “Los espacios donde hemos sufrido la soledad o gozado de ella, donde hemos deseado y hemos comprometido, son en nosotros imborrables”.

Un libro imprescindible para hacerse brotar, salir del pantano de la enajenación que nos absorbe, y tomarse a sí mismo, por la voz. Dice al amor que vuelve del sueño de la muerte:

Regresas a tu centro, vistes tu propia luz

La voz que desde dentro te nombra.

Si “un cascabel anda sonando por el mundo”, si “El viento juega en la isla” y “un agudo del arpa nos retorna del sueño”, es porque hay una voz en todo esto:

“Es una voz que despierta”

Una voz que son Voces, como lo reconoce la poeta al titular así uno de sus libros.

Y “Esta es la voz que canta”. Ahí está dicho todo. Maricruz ha encontrado su voz y la transmite a nosotros: por fin se asienta

Una de las maneras más ciertas de aproximarse a lo inefable, es la voz. Quizás es lo primero que uno oye a su madre, al atreverse, y la última caricia, la que nos deja el haber vivido cuando el cese del tambor en el pecho nos informa que esto ya se acabó, y ahora hay que seguir con la confianza puesta en esa voz que nos llama, y literalmente mudarse con ella.

En su poder de aproximarlo, la poesía renuncia a lo demás. No necesita el arte de representación que clama el teatro, ni el don de cautivar de un argumento porque el argumento está en aproximar un significado certero al plano de lo real, un sentido que atrapa de manera que su microcosmos te sobra y no se necesita nada más. A veces basta un guiño, o un rasguño que viene en el recuerdo de un “Bar León”, y se permite al aire ser “esa voz/ que tan honda y suavemente brota de tu color.” Si el sujeto se derrumba detrás de la máquina, cuando la alienación vence al hombre se retira la voz “No puede despertar el asombro, ni las presencias se manifiestan. Entonces “no escucho –dice la poeta- soplar mi voz”. Nótese que no dice: “sonar mi voz”, sino soplar, y la poesía es ese soplo que alienta entre las letras, cuando ellas “caen como las hojas secas”.

10) Emoción del explorador al leer poesía

La emoción de leer poesía, con Maricruz, es la misma del explorador, que va por hallazgos que intuye, están relacionados con otros posteriores o previos y hacer su propio armado irrompible, su indestructible tejido de luz.

Es la voz del mundo, que se pluraliza en la caída del torrente que permite decirle:

“Llego hasta ti, paraje lleno de voces: mundo”

La poeta, como alter ego de la voz, reclama: “Soy la visión de ti, soy tu fantasma”. Ese que se extraña, que se quiere muy otro, como para insinuar:

…¿qué se le dice a las nubes

que pasan y no vuelven?

Ese que va pasando, que de pronto es sonrisa: “Tu sonrisa nocturna abierta/ dejando que el aire se lleve esa voz/ que tan honda y suavemente brota de tu color/ estatua oscura y viviente”. Que podrá ser “espacio donde mi cuerpo deposita su cuerpo”, pero siempre será: “Pasan los días/ se me quedan en la cara”.

Y todavía no es la voz con voto, sino la voz ingente, la que se desvanece apenas formada, y sin embargo es ya semilla de aire, signo de vida, como el que le predica ella a los Elementos de la naturaleza, al decirles su Horóscopo:

Aire Fuego Agua

Todo se resuelve

En la memoria de la vida.

La voz es lo que queda cuando lo hemos olvidado todo, es lo único en la vida que no es relato, no nos contamos a nosotros mismos para engañar o para hacernos rabiar. En el estrépito de la poesía está la voz; “primavera enredada en los jacintos/ que mi hija tiene ahora entre las manos”, el furor ha arribado, la verdadera voz ha llegado. El ser se envía a sí mismo una instantánea de cómo va a quedar, con su libro: “Tarjetas postales”. ¿Qué tiene una tarjeta postal, el fruto del asombro que nos llega, porque “si hay algo en nosotros, que despierta”… “Del acuerdo del sol surgen sus rayos”.

Voz escuchada en “Receta para desvaríos”, donde las manos logran sacar lo no pensado”.

Tiempo de digerir aquellas cosas que vienen en el agua: “El mundo toma forma de garganta”. Tiempo de detenerse en esos momentos antiguos que nos vamos legando como preguntas urgentes de generación en generación y la filosofía cree tener contestados, pero de un solo verso se derrumban y vuelven a crecer. Para adaptar el ánimo a tales vibraciones hay que afinar la cuerda. Aspirar el perfume y entender que yo soy cierto perfume: “Je suis le perfume”, cata el poeta inmenso, y el enamorado Darío: “Cuando mi pensamiento va hacia ti, se perfuma”. Y así plantea Maricruz, como ya fue citado y ahora se reitera: “El perfume implica/ cierta transformación de la materia”.

Y “Esta es la voz que canta”. Ahí está dicho todo. Maricruz ha encontrado su voz y la transmite a nosotros: 

la voz que ocupa el alma

y pone casa en el corazón.

Maricruz Patiño, La misteriosa voz, (Poesía Reunida), Ediciones La Cuadrilla de la Langosta, Dirección Editorial: Leticia Luna/Benjamín Anaya, edición de Leticia Luna, México, 2015. Reseña por: Carlos Santibáñez Andonegui. Diciembre 19, 2016.

 
             

 

     

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