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tras los tules...

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19.Sept.15

 
 

 

         
  Carlos Santibáñez Andonegui

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
UN POEMA DE CARLOS SANTIBÁÑEZ

¿SABES? NO VOY A ESTAR

 

 

Para: Analí

 

"Estoy viajando con un nombre ajeno

 con palabras del viento…

hablaré sin parar en los divanes

haré todo sabiendo que es inútil"

  (Hugo Gutiérrez Vega)

 

Recorreré incontables callejones.

Deambularé. Deambularé.

 

Un piso más abajo de aquel tiempo

subsistirá el viejito de las frutas.

 

Aprendiz del color.

Hay cosas en el rojo que llevarse a la boca,

frutas de sangre como la manzana

porque la tierra sólo a la manzana se lo cuenta

  todo.

 

Vendedor carero

nos cobraba el verde

es decir, la esperanza,

parecida a una tuna

que tras pelarla un poco

es para siempre.

 

El zapote negro fue quizá quien me dijo

que me tendría que ir,

mi codiciada estancia en el planeta

no sería para siempre.

 

Fue de aquel tiempo que empecé a juntar chiles para llevar.

 

Recuerda que me hiciste nomás con la mirad a

me dijo la granada.

 

Yo todo lo tomé. Yo todo lo bebí.

Ya sabía que era endeble el trapecio

 y alguna vez tendría que temblar,

si no de arriba abajo

de abajo a más abajo

como aquel al que hace resbalar

una indeseable cáscara

de plátano.

 

Y tú no habías nacido, sutil.

Ahora lo recuerdo, es un hecho:

en la tibia bajada yo me tengo que ir.

 

Dejo para tus manos el color,

el inasible juego de luz y sombra

la infinita sencillez en que tejía su desprecio la sombra.

 

En tus cuadros están todos mis barcos.

El que aprendí. El que soñé.

El que tomé una tarde porque llovía.

 

Remienda tu uniforme. Dejo un hilo de ayer,

vale para tejer sueños mejores

o un futuro mejor,

un despertar, tal vez.

 

Con la mejor sonrisa que tengo todavía,

te dejo el edificio que el aire me debía.

 

Nostalgia del viejito de las frutas que ya no está,

mi ausencia es el silencio que nadie notará.

 

Me voy con la humildad que anda a solas,

azul oscuro en que se fueron acabando las moras,

y la infinita sencillez con que tejían

su desprecio las horas.

 

¿Ya va a acabar? Lo escucho, ya va a acabar.

Afuera está cubierto de adioses

que te dejo al par

que las curiosidades del mar.

 

Cruza la calle y toca.

Vuelve a llamar

  de una en una

 

las curiosidades del mar…

 

El mar que cuenta y cuenta

un lamento,

dulce vivir que atrapa al ahogado,

dejo para tu fe, las mareas.

 

De todos modos, llévame a tu tierra.

Ese huele de noche que tienen ustedes

a la entrada de casa.

¿Si podremos ir, todavía?

Porque el mar trae ahora vestigios de otras eras

que suele regresar, o traía.

 

Porque encuentro tus ojos y les digo:

¿Tristeza, estarás ahí?

¿Estás ahí, alegría?

 

¿Te dejarán hablar a tu gusto?

Y en tanto habláramos

¿Reinarán por un día

tus mariposas? O dirán: alegría, alza tus cosas,

acaba y vámonos

 

  No quisiera ponerme de parte del tiempo

pero en tanto paseo

regálame un cuento.

 

Dame a leer el libro del momento:

Palomas.

Saludo a la nostalgia en los idiomas. 

 

Ya no viene de antaño con los claros rumores

el color diferente para mí de las flores.

ni palabra enigmática qué sé yo, ni respuesta,

ni el signo de presente que organiza la fiesta.

 

Ahora estoy y no estoy

y se detiene la orquesta.

 

No te di la sirena tan formal que querías;

por tus juegos pasaron uno a uno los seres

que a la mar invocabas y a la mar devolvías

como un más allá de Isla Mujeres.

 

También veo las doradas promesas que te esperan, por ahí un tanto oculta mi tristeza en el salón de fondo entre la gente

a cuánta clase asistirá de oyente.

 

Y veo el crucero en que te vas a embarcar…

desde una playa sola en tu mirar.

 

Todo lo que te espera a cubierta.

Un rayo, una esperanza, una puerta.

 

Veo, entre todo eso, una ola…

a la que alguna vez vas a decir: Hola, ola, mi ola,

qué será de mi ola de en cuarenta años

y que vas a sentirte sumamente sola y te preocupará mi ola y no es justo…

 

Por eso yo, esta noche, casi al alba,

aun soy el hombre a cargo

el hombre a cargo del llanto

en una de las tantas

bancas de Catedral.

 

Si deshago este libro

es sólo por no saber dónde terminan sus páginas,

dónde se localiza cada cosa en el índice,

dónde, sin sentir, se cae la noche pesada

y dónde se levanta la madrugada.

 

Si deshago este libro es sólo por creer en las lágrimas

y quedarme a leer en tu mirada.

Y ponerme a pensar que a diferencia

de todos los demás días de mi vida

hoy no morí.

 

Pero antes que amanezca partiré.

No escribo sobre el tema de menos ni de más.

El nombre del poema es

¿sabes?, no voy a estar.  

 

Es cierto que en tus ojos se da un paso

y por ello concluyo que el poema es, acaso, la transfiguración del fracaso.

 

La página final tiene valor.

Se desprende. Te ofrecen un cupón.

Me parto: de los libros el mejor

o recuérdame un viernes con la cola del reloj.

 

Serás la inmensidad en efecto.

como la veladora que prendo

 

Te dejo, te vislumbro, te proyecto…

 

Eso es lo que yo veo, lo que yo entiendo.

 

Y lo demás… 

y lo demás

 

que lo haga el arquitecto.

 

 

     
 
             

Gracias por su visita

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