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La "terapia" del perdón

 

El perdón en sus diferentes planos

 

Pedir perdón no significa someterse ni humillarse sino demarcar los límites de un acto cometido

significa vivir libremente, defendernos con libertad, porque "el que esté libre de culpas, que lance la primera piedra"

ser libres para defendernos

No creo en el "ni perdón, ni olvido". Sí creo en no olvidar para no repetir, pero no en "no perdonar".

 

perdón en ambos sentidos, darlo y solicitarlo, qué mejor forma de hacer tablas los sentimientos negativos que nos provocan otros

 

La solidaridad

 

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20.Oct.15

 

La "terapia" del perdón II

Cristina de la Concha

 

 

Este acto –que tuve, más bien, la osadía de llamar “terapia” del perdón– es una reflexión profunda a la que podemos entrar con suavidad a través de pensar que la hagamos al menos por egoísmo, sin embargo, una vez ahí, el mismo perdón nos debe guiar hacia la humildad para tener el perdón real de ida y vuelta, ya ahí no importa si nos quisieron obligar a pedir perdón, si pedir perdón es someternos porque el sometimiento, como dije antes, en que el orgullo, la dignidad nos duele, es un asunto de dos, de uno frente al otro, es decir que lo que tiene que ver con el otro ya no importa, el perdón real debe ser de uno mismo, no importa si el otro comete un acto tan vil –como el de tratar de someternos– para poder perdonarlo, por lo tanto, debemos perdonarlo; si el otro comete ese acto es cuestión de él, mientras tanto, uno busca el perdón sea que el otro lo haga o no.

         Así, el perdón se toma por voluntad propia, como un acto individual en que uno decide SIN cuestionar al otro, pedirle perdón por cualesquiera razones que tuviera para decidir hacer daño, porque es o son sus razones.

Ya abordado este punto, aunque no debe importarnos, el razonamiento es que no sabemos cómo fue su vida ni qué fue lo que lo llevó a actuar así, porque esa persona, al igual que uno, ha vivido, ha sufrido, es una persona igual que nosotros, con defectos, con errores, porque todos somos iguales al nacer y la vida nos va conduciendo por caminos diversos que nos hacen creer diferentes conceptos, entre ellos, cosas equivocadas, nos vamos formando y ahí es donde podemos adquirir ideas que nos lleven a actuar de tal o cual modo. Tomemos al asaltante a mano armada, no sabemos cuál es su circunstancia para que llegue a otra persona con una pistola y le apunte, no sabemos qué lo hizo tomar esa decisión, no sabemos si está en la pobreza y su hija enferma requiere medicina para salvar su vida por lo que se ve obligado a ello; o el ejemplo de la monja que busca someter a una niña, no sabemos si lo aprendió de niña igual y fue sometida, maltratada, ultrajada y violada, de tal manera que se lo creyó, que su inconsciente y su conciencia se “configuraron” de tal modo que la hicieron creer que ella debe repetirlo y en cuanto encuentra a otra niña que es como ella era en su infancia, su primer impulso es repetirlo, lo reproduce, entonces, no sabemos si esa “configuración” que le dio esa vida de abusos que ella tuvo la hizo creer que así es la vida, que así son todas las personas y que debe seguir es patrón, comportarse de ese modo, es decir que en su mundo reducido cree que sólo existe eso, esos actos: someter y ser sometido.*

         Y entre ellos están los de asesinos que ahora llaman “en serie” (aunque  no es la traducción correcta) con unas vidas terribles, de las que se sobreentiende que de ahí aprendieron. También se sabe de psicópatas y otros enfermos que así nacieron o que, por su desarrollo, adquirieron tal o cual enfermedad, que por tanto también tienen “sus” razones para actuar como lo hacen pues carecen de asideros, de dónde echar mano para cubrir esas deficiencias neurológicas y cometen actos atroces, pero tan atroces como perdonables pues son tan humanos como nosotros, el destino les dio eso a ellos, no a nosotros, nosotros tuvimos la suerte, la grandísima suerte de no estar en su lugar, por tanto, a nosotros nos corresponde perdonar y pedir perdón por cualquiera que sea el motivo que los condujo a actuar en contra nuestra.*

         Es redundar en que todos somos iguales, todos sentimos, todos tenemos dolores, malas experiencias, todos somos cincelados con esas experiencias, todos estamos siendo cincelados, esculpidos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir con todas las cosas que van sucediendo a lo largo del día y de ahí vamos adquiriendo los diferentes conceptos e ideas para actuar de una u otra forma. Se hace necesario comprenderlo así nomás, para comprender que, dentro de un todo que somos cada uno, se va configurando nuestra personalidad con las características que traemos al nacer y así comprender plenamente de uno mismo las debilidades y aceptar que se tienen, pero también las de los demás, comprender que se tuvieron las debilidades y defectos que provocaron que se cometiera tal o cual error o delito o "pecado" porque se es humano, ¡somos humanos! y, por lo tanto, imperfectos, como tales no estamos exentos de equivocarnos en pensamiento, ni en palabra y obra, no estamos exentos de las tentaciones, de las pasiones del alma, de caer en lo más bajo… simplemente, la suerte, el destino, la vida, Dios o una mano invisible hizo que unos cayeran de un lado y los otros en el opuesto, o que se desviaran a la mitad del camino.*

Si se descubre que abundan los Krugers o los Mansons, corresponde a la sociedad juzgarlos como personas que la dañan y determinar lugares y métodos que los ayuden a no dañarla, a no hacer sufrir a los demás, a no contribuir a los perjuicios que cometen otros, tomando en cuenta, siempre, que tuvieron una vida en particular que los formó de un modo que dio esos resultados, y con ello buscar la manera de que no se repitan estos resultados,* pero con esto no estoy diciendo nada nuevo.

O sea que si los mexicanos somos muy individualistas y eso nos hubiere conducido al punto en que nos hallamos, entonces, sería menester buscar por qué nos hicimos así, qué fue lo que sucedió.

 

*Tomado y adaptado de Del Abuso, ensayo de la autora.

 

   
                 

 

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