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Tulancingo, Hidalgo, México

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Pablo Lorenzo Doria

 

Pablo Lorenzo Doria: nació en la Ciudad de México el 7 de noviembre de 1978. Campeón de las travesuras en su infancia, acabó como Diseñador Gráfico. Leyendo descubrió sus ganas de escribir. Ha participado en el taller de Eusebio Ruvalcaba. Ha publicado cuentos y relatos en el blog: www.elcorondel.com, en la revista Molino de Letras y textos suyos han sido incluidos en la antología de cuento Sangre Enamorada (Eterno Femenino 2014).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     

18.Feb.15

 

La Casa de los gatos

 

 

Los maullidos la despertaban a diferentes horas, a veces en la madrugada y otras cuando se acostaba a tomar la siesta. Si no era Coco pidiendo leche, era Lulú peleando contra Nene. Había veces que Tomás, un gato negro más pesado que los demás salía y se lanzaba ferozmente contra los botes de la basura.

Entre las piernas de Elvira, Yumyum se acurrucaba y se dormía toda la noche, solo maullaba cuando tenía hambre. Con la lengua Titi despertaba a Elvira. Eran las nueve de la mañana, la dueña de estos gatos, y de algunos otros que solo pasaban unos días para después irse, se levantaba de la cama. Con su vieja pijama y unas sucias pantuflas, caminaba a la cocina tomaba una gran bandeja en donde dejaba caer la leche, al hacer esto todos los gatos se lanzaban sedientos unos contra otros. Elvira tomaba un trago de la misma leche, dejaba a sus gatos atrás, caminaba a través de la sala. Aquella sala en donde tiempo atrás, la familia se juntaba en navidad, fin de año y cumpleaños, ahora esta se encontraba sucia, gris, con una capa de polvo que parecía estar sembrada sombre la textura de los sillones. Los viejos pasos de Elvira, levantaban una pequeña nube de polvo a su paso sobre los endurecidos tapetes, se acercaba a la ventana que daba a la calle. Con sus viejas manos movía las cortinas. Elvira se quedaba un momento mirando la calle sin hacer nada más que eso, mirar, sus ojos veían la calle, como si esperaba a que algo pasara.

- Ya es tarde -se escuchaba su débil voz.

Elvira se alejaba, veía de nuevo su sala que en otros tiempos era una lujosa y fina sala. Su esposo y sus hijos se pintaban en sus recuerdos. Ahí su hija Martha abría el regalo de navidad, Héctor hijo se emocionaba de ver la nueva colección de coches, Héctor el padre, se probaba un par de corbatas nuevas. Coco saltaba de un sillón a otro. Elvira le lanzaba un cojín para que dejara de ensuciar su sala, después Elvira le gritaba a su hijo:

 -¡Héctor tu papá te está esperando! Elvira se alejaba de la sala, y después abría una vieja puerta, adentro solo se encontraba un colchón viejo y derruido, con un par de hoyos.

-Ya se fue... -decía en silencio la vieja Elvira.

Seguía su camino, Coco, Lulú, Nene, Tomas, Yumyum y Titi, ya estaban siguiendo a su dueña maullando por más comida. Elvira no les hacía caso, tocaba con los nudillos la puerta.

-Hija, ya salte vas a llegar tarde a tu clase.

Adentro, en el baño solo se oía el goteo de una vieja y oxidada bañera. Después seguía adelante, entraba a un pequeño cuarto, prendía una vieja televisión. Se daba la vuelta, regresaba por el mismo pasillo, de camino regañaba a Lulú y Nene que ya se estaban peleando, mientras Yumyum le rasgaba la vieja pijama, y Titi le maullaba con más fuerza. Elvira llegaba a la cocina. Coco saltaba por todas partes emocionado; por el suelo toda la cocina estaba llena de eses fecales de gato, moho en las paredes y pan viejo. Elvira abría mas leche y una bolsa de comida de gato, rellenaba los baldes y los dejaba en el suelo. Cuando se agachaba los gatos llegaba a arañar a Elvira, ella se desquitaba pegándoles con la mano. Al salir de la cocina hablaba con una voz más fuerte.

 -Hector, amor, no creo que ese viaje en carretera sea buena idea. -Después solo el eco de su voz se escuchaba, ella se quedaba callada, inmóvil. En la cocina, los gatos tiraban lo que encontraban mientras se peleaban por la comida. Afuera, en el patio de la cocina, un gato pardo se aparecía, y Coco lo recibía moviendo la cola.

Elvira regresaba al sillón y veía la televisión como alguien que no sabe lo que observa.

-Sí, hijos en la noche nos vemos, que les vaya bien. -Después Yumyum se acurrucaba en las piernas de su dueña, Titi se acostaba en el sillón de junto. Lulú rompía una vez más las cortinas viejas, Nene se salía de la casa. Tomás se acercaba a Titi y le lamía la espalda.

*

 

 
             

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