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En las escuelas
Lorenzo Morales nos cuenta
“La Vuelta al Mundo en Ochenta Niños”
Como el que acude ciego a su llamado, así emprendo siempre la estrecha o larga ruta hacia un encuentro literario. Sé por la experiencia en los caminos, que todas las respuestas, hasta la más mínima del por qué del viaje, comienzan a ser respondidas al llegar, estrechar una que otra mano, soltar esa sonrisa a veces de triunfo o de sorpresa, conocer y reconocerse entre ese marasmo de voces olores, poses (algunas particularísimas) y efervescencia.
La misma experiencia me dice que el verdadero encuentro se da sobre la mesa, cuando los reflectores han bajado de intensidad, y los flashes de las cámaras han tomado su descanso y los micrófonos cerrados van dejando al descubierto las otras voces que en teoría debieran ser las mismas que recorrieron allá arriba los discursos, que hojearon durante 10 minutos más o menos las páginas y sus reversos.
En lo personal siempre es un alivio el bajar de la palestra, aunque es arriba donde se ve mejor el toro y los bostezos. Ensimismado en mi quehacer, dejo que la empatía que el trabajo logra con los oídos, sea producto del azar de los textos que luchan por encontrar entre los asistentes y las sillas vacías, su lugar y su momento.
Si se me pidiera decir con que me quedo de cada uno de todos los encuentros que he asistido. Diría que tendría que hacer un ejercicio. Si cada uno de ellos es un regalo, me gustaría quitarle el papel lustroso, el moño, la tarjetita de felicitación. Me fijaría en el objeto adentro, no en la caja o en la bolsa o en la persona que me lo entregó. Ese objeto adentro en cada encuentro, es poder compartir con los jóvenes un trabajo, una pasión, una visión de mundo. Pongo en prioridad el estado que guardan los libros, la creación en la actualidad, pero también el lugar y el futuro que ellos, los jóvenes deben de ocupar frente a la adversidad de los tiempos. Por eso agradezco la fe que la Maestra Cristina de la Concha tuvo para invitarme a este III Encuentro
Latinoamericano de Escritores Pachuca-Tulancingo 2011 y el Encuentro por el Derecho a la Memoria 6º Equinoccio Enlace Huapalcalli 2011.
Encuentro que me permitió entablar con los alumnos (cuatro grandes y excelentes grupos), los docentes y las autoridades de la telesecundaria, un vínculo de admiración y de nostalgia. Cada uno por su parte, expresaron sus inquietudes, me hicieron notar sus asombros, dudas y revelaciones sobre las lecturas que en lo personal o colectivamente tienen o han tenido, dejando de manifiesto la experiencia de leer, que hoy por hoy parece tan difícil llevar a cabo.
La cita estuvo prevista para las 9:00 de la mañana, donde la dinámica no era tan sólo compartir una parte del trabajo con los jóvenes alumnos. Cristina me había dicho que era una especie de ruleta rusa, sacar el conejo del sombrero, el as bajo la manga. Y así fue, la mañana fue una máquina de hacer poesía, de contar historias, de atrapar el tiempo en un salón encapsulado.
A pesar de llevar en mente las recomendaciones sobre la modalidad del programa a efectuar, la actividad fue conducida por los chavos, fue su participación entusiasta la que moderó en realidad la conversación. El creador piensa en poner como centro del discurso la obra creada, pero son ellos, los escuchas, quienes la colocan en el lugar que le dictan sus propios sentimientos. Del espectador común y no del crítico es que aprendo.
Hablamos pues de los temas en boga, como Crepúsculo, Harry Potter, Teresa, los transformers, pero igual y por fortuna, hubo tiempo de hablar de Tristán e Isolda, de Ciudades Invisibles,de Italo Calvino, pasando por el Ciudadano de Mis Zapatos de Pescetti, El Barón Rampante, los cuentos de Felisberto Hernández, y las aventuras del pequeño Julio(Cortazar), y del adulto Jorge (Luis Borges) entre algunos otros tramas.
A las 13:30 algo creo nos quedó claro, la literatura puede ser una extensión de nosotros mismos;la vida, una extensión de nuestra lectura, escritura, de la forma de ver el mundo. Debo confesarlo, me gusta el sentimiento que me deja el salir de un salón de clases, me gusta el peso de las miradas que me caen en la espalda como parte de una vieja “tamalada”, que se van conmigo pegadas como una sombra. Me gusta la forma en que ellos, con lo que he compartido unos momentos, comienzan a mirar a su alrededor, las paredes, los colores, los objetos, el patio, las ventanas, el tiempo…todo, me parece…se les transforma. Me gusta de verdad esa sensación, más que los aplausos y las fotos, y los autógrafos que en verdad me apenan y me dan risa.
Por ahí había leído y dicho que Gianni Rodari, en su artículo “La imaginación en la literatura infantil”, dice que hay dos clases de niños que leen: los que lo hacen para la escuela, porque leer es su ejercicio, su deber, su trabajo (agradable o no, eso es igual); y los que leen para ellos mismos, por gusto, para satisfacer una necesidad personal de información (qué son las estrellas, cómo funcionan los grifos) o para poner en acción su imaginación. Creo que los encuentros como este organizado por Cristina de la Concha fueron hechos también, para estos últimos…
Lorenzo Morales Malasangre
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PACHUCA:
· Esc. Primaria Hans Christian Andersen
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