Tulancingo cultural

tras los tules...

 

Principal

en las letras en la música y la actuación en la plástica sociología y sociedad histórico tradicional y legendario interesante gastronómico ciencia y tecnología hacedores
     
 

autores - los maestros en Tulancingo - autores tulancinguenses - reseñas

 
 

centros y actividades culturales - convocatorias

 
     
     
  8º ENCUENTRO ESTATAL-NACIONAL  DE ESCRITORES VERACRUZ  
 

23 de mayo, 2007

 
     
 
 
 
 
8º ENCUENTRO ESTATAL-NACIONAL  DE ESCRITORES VERACRUZ

UNIÓN  ESTATAL  DE  ESCRITORES  VERACRUZANOS,  A. C.

COORDINACIÓN YANGA DE LA UEEV

 

 
los días 27 al 29 de abril en

 

CÓRDOBA - FORTÍN DE LAS FLORES - YANGA

 

 

 

Reseña por Jorge Hernández Utrera
 
Reseña fotográfica
 
El ENCUENTRO
 
Reunión del Comité Nacional de Encuentros Literarios con culTuralcingo, A.C., y la  Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura de la FES Zaragoza para llevar a cabo su 2º Encuentro, en Tulancingo.
 
De Tamaulipas, José Romero Salgado
 
De Canibalismo y Otras Filias de José Antonio Durand
Presidente de la Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura de la FES Zaragoza
 
Del D.F., Félix Pacheco con  su Pre Textos Poéticos, y  
Enrique Escalona del Moral
 
de Tuxtepec, Oaxaca: 
Viridiana Blanco
Antonio Ávila-Galán
Ibis Villegas Cuadriello
Héctor Cortazar González
 
de Celaya, Javier Malagón
 
de Nayarit, Queta Navagómez
 
de Tulancingo, Cristina de la Concha

 

 

 

       

 

 

Jorge Enrique Escalona del Moral

Nació en la ciudad de México en 1962. Es licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México.. Obtuvo el 2° lugar en el Certamen Nacional de Cuento “Carmen Báez” 2002 y el 1er Lugar en el Certamen Literario “José Revueltas” de la ciudad de México en 2003.

jorgeenriqueescalona@yahoo.com.mx

 

 

El amuleto

 

 

I

Como todos los días, yo abría la ventana a la una de la tarde para ver el puesto de tacos de guisado, pues a esa hora llegaban Chencho y Concha, dos enormes gordos, agarraditos de las manos. Desde la barra veían con placer los guisados. Hasta mi ventana se oía su respiración agitada, el olor a comida los excitaba.

Entonces llegaba más gente, unos se acercaban por hambre, otros tal vez por el morbo de verlos comer; créame su apetito era contagioso, ¡era una delicia mirarlos comer! Caray, ¡cómo comían!, muchas veces les conté los tacos: pedían uno, dos, tres, cuatro, cinco… hasta que por lo menos cada uno había devorado veinte tacos, con tortilla normal, y tres refrescos de medio litro.

Lo mejor era cuando se besaban a la hora de la comida, era una ceremonia de amor: él hacia rollito la tortilla llena de guisado, tomaba el taco por enmedio y cada uno mordía un extremo, hasta llegar al centro, donde inevitablemente sus labios se unían en un beso lleno de chicharrón prensado, rajas con crema, pancita o picadillo. ¡Cuanta felicidad irradiaban al comer! ¡Cuánto amor se respiraba en cada mordida!

Cuando los gordos se enojaban, llegaban cada quien por su lado y a hora distinta. Entonces se comían a lo mucho cinco tacos, sin refresco. El taquero también sufría porque, curiosamente, la clientela era menor esos días.

Una tarde, por cuarto día consecutivo, Chencho llegó solo, con la ropa negra se veía más delgado, quiero decir menos gordo; enflaqueció de tanto usarla. Murió la señorita, me dijo el taquero. Desde entonces vi como murieron de tristeza muchos kilos en Chencho, cada gramo menos era también un día menos para el negocio de tacos: Concha se llevó el amor de él, el hambre y los clientes. Murió Concha y también el negocio, tuvieron que venderlo.

No soporté ver la taquería cerrada, la compré, pero ya no para tacos, sólo gorditas. Y pues se vende bien. Ahora discúlpeme, pero me quedó la costumbre de observar un momento el puesto desde mi ventana, es como si mirara a los gordos comiendo felices entre tanta clientela.

 

II

Araceli abrió la ventana y observó su negocio. De pronto su rostro mostró asombro, a unos metros caminaba Chencho, tan gordo o más que antes, de la mano traía a una mujer de complexión media. Chencho se sentó en dos sillas, pidió seis gorditas y en sus rodillas colocó a Pancha, su acompañante, y juntos comieron vorazmente. Desde ese día las ventas aumentaron, pues la pareja atrajo más clientes. También regresó el rito: tomaban juntos una gordita y la mordían en los extremos hasta llegar al centro, donde inevitablemente se fundían en un beso de chicharrón prensado, frijoles o requesón. Pancha engordó hasta igualar a Chencho. La felicidad los invadía y el negocio floreció junto con la nueva pareja. Un día Chencho volvió a vestir ropa negra: Pancha había muerto.

 

III

Te subes a la báscula, notas que has aumentado diez kilos en dos meses, ¡Qué felicidad! Te acercas a la cama y abrazas a Chencho. Lo despiertas: Gordito ya está el baño. Lo mimas. Dos horas después abren el enorme puesto de gorditas y fritangas. Ya no necesitas mirar desde la ventana. Eres la dueña de un negocio, de un hombre y su amuleto: la gordura.

 

 

Gracias por su visita

www.tulancingocultural.cc  ® Derechos Reservados

tulancingocultural@hotmail.com

Aviso legal para navegar en este sitio