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2 de noviembre, 2006

 

 

Hugo Barbero

 

LOS HERMANOS

 

Los hermanos no sólo se forman en el mismo vientre, sino en el escenario común que decidió sus destinos. En la infancia, compartieron el miedo, la alegría, el juego de niños, las amenazas, el asombro y el sufrimiento de crecer para sellar a fuego ese vínculo.

Los lazos invisibles, olores, el perfil de mamá sirviendo la leche, o los lazos “nido de papá con sus cuentos en cada anochecer.

Así fueron creciendo los hermanos Carlos y Ricardo, el destino estaba marcado en un camino diferente, Carlos estudió y se quedó en la ciudad con su título de abogado, Ricardo siguió los pasos de su padre, trabajando en el campo.

Al fallecer el padre, surgieron los problemas por la herencia, se escupieron injurias y se odiaron torpemente.

En cada uno fue  creciendo un dolor que no cesa, pero ninguno de los dos intenta lavar la herida, cicatrizar el dolor, fatigados de oscuras mezquindades.

El odio ciega más al que odia que al odiado, insensibilice el alma, deshumaniza al hombre.

Después de veinte años, se volvieron a encontrar en las  exequias de la madre. El mármol no enfrió las heridas, la luz está triste, las miradas buscando el cielo manchado de gris. El dolor fue lo único que entre hermanos no se robaron, en esa fragua fueron atravesando con su cruz las nieblas del camino del cementerio, el miedo, con las manos frías, vacíos de ternura, se saludaron sin mirarse.

Caminaban  con el cortejo juntos familiares y amigos, lentamente fueron buscando los pedazos de las ilusiones desparramadas por el piso  de la vida. Al día después frente a frente con el abogado para cerrar la sucesión. Por orgullo o negligencia o por creerse inmortales, dejaron sin resolver el malentendido.

Sin convivencia no hay proyecto posible. Convivir es armonizar, concretar, confraternizar. Es conciencia, paz interior. Para lograr la paz interior hay que desterrar el odio.

Terminado el arreglo, Carlos titubeando dice, el hecho, hecho está, empecemos de nuevo. Salieron a la calle, después  de la niebla, y al fin ese rayo que nunca se debe abandonar, la esperanza, cuando sucumbieron en la noche de  los tiempos que desesperados soportaron la tremenda cárcel de la pena.”

 

Los hermanos sean unidos

Porque esa es la ley primera

Tengan unión verdadera

En cualquier tiempo que sea

Porque si entre ellos pelean

Los devoran los de afuera.

(Fragmento del Martin Fierro- José Hernandez)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     

 

Jorge Leónidas 'Chiquito' Escudero en Tulancingo cultural

 

I I Encuentro Comunitario Internacional de Escritores

San Juan, Argentina

Crónica de la chilena Daniela Gutiérrez Burgos

A paso de hombre

por el chileno

Rodrigo Landaeta

 
El Encuentro
 
 
 
De la poesía de
 
Chile:
 
Dinko Pavlov
 

la venezolana Sabine Barrios

 

Rodrigo Landaeta

 
 
de Argentina:
 

Gabriela Robledo

 
Roberto Goijman
 
Ana Cuevas
 

Hugo Barbero

 
Darío Lobato
 
 
Florituras,
(cadáver exquisito)
 
Reminiscencias de  Calingasta y El Grupo Lloveras
 
 
 

 

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