18.Feb.12
LOS QUE VUELVEN
2ª Entrega
En El Montevideano:
http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com/search/label/Reportajes
por Gustavo Ogarrio *
“Nunca se regresa del todo”, afirma Saúl Ibargoyen en relación a la
experiencia del exilio y con motivo de la publicación de su última
novela, Volver… volver, título de resonancias
populares, cuyo referente es una celebradísima canción ranchera, y en la
que narra el regreso de un exiliado a su país de origen. En esta
reflexión sobre los temas del exilio, pero también sobre el sustento
cultural y político que impulsa toda su obra, Ibargoyen nos dice: “jamás
nos vamos totalmente”. Saúl Ibargoyen, poeta y narrador uruguayo /
mexicano, ha publicado más de cincuenta libros de poesía, cuento,
novela, testimonio y teatro para niños. En 2002 recibió el Premio Carlos
Pellicer y, en 2004, el Premio Nacional Juegos Florales de San Juan del
Río, Querétaro. Entre sus últimos libros publicados se encuentran
Toda la tierra, Cuento a cuento,
El poeta y yo, La última copa,
El Torturador y Juntaversos.
¿Cómo se enfrenta el destino cuando se llevan las marcas del
exilio? ¿Qué es la memoria cuando aparece bajo la forma de una
novela? ¿Cómo regresan a su país de origen los que ya traen otro
país encima? Saúl Ibargoyen, poeta, narrador y
ensayista de varias orillas, entre el Uruguay y México, pero también
de varias fronteras, Uruguay y Brasil, hijo de esa larguísima
frontera invisible creada entre su adopción mexicana y sus deseos
rioplatenses, da a conocer esta nueva novela en la que se pregunta
por un tema que ronda toda su obra: el regreso al país natal, su
imposibilidad, su enfrentamiento con el pasado, el anacronismo que
viven los que se van respecto con lo que se queda, las huellas de lo
que ya no existe, o que existe de otra manera.
Volver… volver, su referencia a una popular
canción mexicana, es la primera señal de ese ámbito que a este poeta
le gusta tanto: el habla popular, el gesto de todos los días de una
sociedad como la mexicana que vive sus fracasos y esplendores desde
la canción ranchera.
Hay una frase en la novela que me gustaría
profundizaras en ella, no en términos novelescos, pues a final de
cuentas esto ya está en la novela, sino en sus consecuencias
históricas: “todo es memoria, hasta lo que no fue”.
Alguien, un místico árabe llamado Josef Ibn-Damash, dijo que
recordar para adentro era vivir, y recordar para afuera era morirse.
Para los poetas, la memoria es la propia poesía en más de un
sentido, pero cualquier ciudadano, y hasta un chimpancé (nuestro
pariente más cercano), en sus operaciones recordatorias, realiza
retoques o variaciones a la representación
mental-sensible-espiritual de lo vivido. Es decir, genera uno o más
futuros, quizá tan o más numerosos que los eventos del pasado.
Además, cuando ya no hay nada que recordar, pero la base orgánica de
la memoria persiste, ésta se alimenta de sí misma, se recuerda en
eventos que no existen. Es el agujero negro de toda ausencia; Josef
Ibn-Damash lo hubiera llamado muerte (que tampoco existe).
En un momento de este regreso del protagonista a Ríomar, el
hombre Leandro se pregunta “¿Qué estoy encontrando aquí, donde el
verde es otro verde y ya no traquetean los tranvías amarillos…?” Es
una pregunta cargada de símbolos que demuestran devastadoramente que
el que regresa ya no reconoce la cotidianidad que dejó, la
tecnología que lo acompañó en el pasado, ¿qué papel juegan estos
símbolos como el tranvía o el color del paisaje en la novela?
El verde y el tranvía amarillo es una alusión a unos versos de mi
caro amigo Benedetti: “Montevideo era verde y con tranvías”. El
amarillo (color vinculado con el Sol, el fuego, etc.) lo vi en los
tranvías de mi infancia. Contiene una propuesta simbólica de
energía, de ritmos vibrantes y vitales. Yo acostumbraba a descender
de aquellas máquinas ruidosas y populares, apegadas a sus rieles de
fierro, todavía en movimiento, apoyando el pie derecho y echando el
cuerpo hacia atrás. Todavía hago eso al bajar de las peseras
mexicanas como lo hice de los colectivos en Buenos Aires. El verde
es además un fuerte color de la niñez, pues viví en zonas
suburbanas, ricas en árboles y plantíos de maíz y viñedos. Para mí,
y para el personaje Leandro, el verde tiene sabor y sus olores
diversos son como una corriente de energía cósmica. Pero en una
ciudad hay muchos color, la inventes o no…
Esta novela es sin duda bicultural, está hecha de un
lenguaje artístico que sólo es posible a partir de la experiencia de
habitar dos sociedades, la urguaya y la mexicana, ¿qué tendrías que
decir ante esta situación?
En efecto, se trata de una experiencia literaria a partir de dos
culturas, que a su vez contienen una amplia diversidad de valores y
representaciones simbólicas proveniente del traslado cultural, desde
ecos de la antigüedad preclásica, pasando por el mal llamado
"encuentro de dos mundos" o pillaje colonialista de Nuestra América,
hasta el espacio-tiempo globalizado de hoy que la expansión del
capitalismo salvaje impulsa. Es decir, tanto el autor explícito de
la novela como sus criaturas de tinta y papel se hallan sometidos a
las presiones de una cultura general para la cual no estaban
preparados. Y aunque la escritura se haya alejado del uso de
portuguesismos, tampoco se apoya sustancialmente en formas del habla
mexicana: la novela trata de un regreso a los orígenes (reales o
inventados), lo que implica una vuelta a la lengua primigenia.
Además, pienso que la diversidad de la cultura, en sus trajines
incesantes, muestra una dimensión evidente pero también sugiere
otras dimensiones que llamaría soterradas. Tal vez éstas sean las
más relevantes para mí.
Estamos ante una novela que se puede ver al final de un
ciclo literario y político, el de una generación que vivió las
dictaduras, el fin de la guerra fría y la velocidad frenética de la
globalización, ¿qué reflexión te produce esta afirmación?
De acuerdo, sí. En estos momentos de nuestra historia
latinoamericana el trágico ciclo de dictaduras y su resonancia
literaria iniciada con Tirano Banderas parecen haber
terminado. Lo que percibimos hoy es una nueva etapa de las luchas
independentistas contra el Imperio y sus socios, que traerán
sufrimiento a nuestros pueblos, pero también la posibilidad de una
liberación definitiva. Pero, ¿y el tópico del exilio, de milenaria
tradición? Este continúa en las realidades actuales del continente y
del planeta, con una cauda de dolor y desgarramiento en verdad
interminables, renovados y explotados por la perversidad del poder
(pensemos en el famoso Grupo Heidelberg). Asimismo, debe verse el
regreso del exilio como un exilio dentro de otro, y que se da en un
no-lugar. Tengo certeza de que mi personaje Leandro lo ha
comprendido hasta el fondo: El exilio nunca se acaba, y no sabemos
cuándo empieza. Nunca se regresa del todo porque jamás nos vamos
totalmente.
En El Montevideano:
http://elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com/search/label/Reportajes
* Ciudad de México, 1970. Narrador y
ensayista. Actualmente es profesor de literatura latinoamericana en la
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Ha publicado los libros
Cartografías del poder y la imagen (UMSNH, 2007), La mirada de
los estropeados (FCE, 2011) y Épicas menores (UNAM / EÓN /
SCDF).