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14 de febrero, 2014

 

Fata Morgana

 
     
  En el día del amor y la amistad:

 

 

 

 

Collag a mi querida

Romance en veliche, la lengua de Chiloé, Chile 

 

 

 

 

 

Dos poemas de la tabasqueña Rocío Jiménez, desde su Paraíso en la costa del golfo

 

 

 

 

 

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Dificultades amorosas

 

por Cristina de la Concha

 

Hablar de amor es difícil, es un tema en el que con facilidad se cae en la cursilería, la repetición, la afectación y el fingimiento o se incurre en frases que dan estas ideas de fingimiento, de hipocresía, como una fata morgana el tema puede ofrecernos imágenes milagrosas o repugnantes por su falaz osadía.

Y, hoy día, es difícil creer en la fuerza del amor cuando vemos tantos muertos, tantos intereses económicos y políticos en el mundo, cuando vemos fanatismos y orgullos pisoteados, banalidades erguidas en rascacielos, la tremenda pobreza, el caos de la sociedad que se desangra y despedaza en conveniencias por sobrevivir y pensamos entonces en el humano como depredador. Luego, por sustraernos de la cursilería, negamos el amor y sentimos una falsa seguridad, la falsedad de fata morgana.

¿Son estos tiempos para mostrarnos la falacia del amor, que el amor es un espejismo?, ¿realmente el dinero y el poder nos están demostrando a desgarros que son ellos lo verdaderamente valioso, los que sostienen al mundo, su eje? lo cual estamos viendo cada día, a cada minuto, a cada muerto desgajado, a cada desaparecido, a cada secuestro, a cada punto inflacionario, a cada residuo en la basura, a cada boca de hambre, escenarios que nos ponen de frente a Hobbes contundente y su Leviatán.

¿Y es, pues, el día del amor y la amistad un día para engañar o para reforzar el engaño? ¿Y así los días de Navidad y otros festejos? ¿Meros engaños para hacer creer a los que están lejos del poder que sí existe el amor y de esa forma se estén tranquilos a la vez que los de arriba incrementan el consumismo para sumar descomunales dividendos? ¿O el amor como fe realmente mueve montañas? Si fuera así, ¿por qué la violencia va en aumento, por qué las muertes son cada vez más monstruosas, por qué los actos de maldad van siendo gradualmente más escalofriantes retando a la legalidad y la justicia y a la sociedad que reclama? ¿Dónde está el amor, decía Hugo Barbero, en su libro? si bien sé que para estos grados de criminalidad, barbarie que estamos viendo a diario confluyen muchos y diversos aspectos, ahora le hago eco. No soy partidaria de los libros de superación personal ni lo he sido, nunca, de llamamientos a la moral, de moralinas y frases moralistas, sin embargo, la corriente que lleva la violencia desde hace unos años, arrastrando cuanto está a su paso, levantándose en tornados y huracanes, no deja espacio más que para frases que quisiéramos que llegaran a quienes la provocan, creyendo ingenuamente que alguna fibra les ha de tocar, deseando que por un segundo por lo menos se miren a sí mismos.

Pero el egotismo exacerbado, el orgullo mal concebido, la soberbia, la envidia, la avaricia conjugados, no atienden al razonamiento. Con su bandera de “sólo yo existo, sólo yo soy importante” navegan creyendo que su lema calma sus penas, sin percatarse de que orgullo, soberbia, avaricia, egoísmo no son más que dolor puro y que no sanan por dejarlos fluir libremente sino, todo lo contrario, crecen con desmedida, ergo, aumentan ese dolor. No se dan cuenta cuando la misma ciencia ya lo comprobó: estas pasiones provocan acidez, la acidez es caldo de cultivo de enfermedades. El amor y los sentimientos amorosos como la humildad, la bondad, la generosidad, la paciencia, la tolerancia, el perdón generan lo contrario –alcalinidad–, la que permite sanar, a la vez, enfermedades.

Los orgullosos, egoístas, soberbios, envidiosos, avaros, ambiciosos, al perpetrar los actos a través de los cuales su subconsciente cree dar salida a sus sentimientos, actos como la venganza, la trampa, el engaño, la seducción, el robo, el secuestro, el asesinato, la violación, el abuso, están gestando para sí mismos enfermedades pues desde la misma concepción de sus planes ya se está produciendo en sus organismos la acidez necesaria para un mal como el cáncer, la diabetes y sinfín de trastornos de la salud. El Dalai Lama nos dice “si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo”, redundo: para evitarte a ti mismo mayores penas.

De ahí que cuestione que pese más el deseo de dinero y poder que el deseo de amar y perdonar. Ciertamente, el hambre puede llegar a tener el poder suficiente para hacer a un lado todo instinto amoroso, cuando ya no hay nada que perder, pero y ¿aquellos, muchos, que no padecen hambre sino lo contrario, exceso de satisfacción de los apetitos?, ¿cuál es la excusa?, o ¿simplemente la de aquellos que viven bien y nada les molesta más que sus pensamientos?, existen otros que por no concretar sus aspiraciones deciden irse por "la mala" y quizás éstos son los peores pues aducen que por "la buena" han sido fallidos sus esfuerzos, que la rectitud y la moral no sirven, por lo tanto, el amor tampoco, y se sienten plenamente justificados y enarbolan su lema con su orgullo, su soberbia, su avaricia, su rencor, sus ansias de abrazarse con monedas, lujos y comodidades, y, así, un ácido caldo de cultivo que para cuando tengan ya hecha la anhelada riqueza, ésta no sirve para curar sus males.

Aunque, claro, en este caso el argumento es que de cualquier modo se van a morir... y el intento se hace obsoleto.

Sabemos que el amor y los sentimientos amorosos como la humildad, la bondad, la generosidad, la paciencia, la tolerancia, el perdón nos brindan, además, momentos agradables, paz y armonía con los demás, en el hogar, en la familia, y alegría plena donde las lágrimas son de gusto, ese especial lagrimeo que escasamente se logra. Imaginemos que un día cesa la envidia mutua de unas jovencitas que se mantienen mentalmente criticándose una a la otra, y la actitud cambia, están pensando ahora pero qué bien se le ve ese vestido, qué bonito y lo estarán disfrutando de verlo porque si lo trajeran puesto no podrían verlo, ¡ésa es la diferencia! Lo mismo en el arte y en cualquier ámbito, es gozoso contemplar o escuchar una obra realizada por otro porque nos alumbra matices desconocidos que de haberla realizado nosotros mismos no podríamos apreciar o los matices serían distintos pues las personas somos distintas. Es tan simple. No, no lo es cuando la aceptación de nosotros mismos nos lo impide. Esos sentimientos amorosos aplicados a nosotros mismos hacen que sea posible, es difícil pero posible.

Así el panorama, son muchas las dificultades para generar y dar amor y demasiados los motivos de la maldad, y, entonces, ¿ realmente estos tiempos que vivimos nos están demostrando la insustentabilidad –digo, para hablar en términos "modernos"– del amor?

No pretendo dictar ‘moralinas’ ni cursilerías, ni soy nadie para “dictar”, sólo sé que existe una urgencia real de amor, que en este momento el amor verdadero puede hacer que el país y otras regiones consigan la sanación a tanta pena, el amor que reubica al ser en su auténtica noción. Amor que dé convicciones claras, fuertes, certeras. Amor que se traduciría en un trabajo desprendido por los demás, por nosotros, por todos en conjunto, no yo por mí o tú por ti, como individuos, sino por todos y por lo que les dejaremos a las siguientes generaciones.

Y... quizás incluso logremos hablar de amor con fluidez.

 
   
               

 

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