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Con los fragmentos que han podido salvarse después del naufragio de la
humanidad, Eliot, como ave y vidente en un mundo moderno, nos habla
sobre el horror y esterilidad de una Babel contemporánea. Donde los
esposos, desolados, ahora son más fantasmas que hombre y mujer juntos;
donde la sociedad se abisma a ser sólo una cifra más entre sus propias
bajas; donde los hitos de la ciencia y los frutos de la cultura ya se
han perdido irremediablemente. Y, aun así, con los restos de su caída,
el poeta construye una nueva Pléyade en el firmamento de su ceguera: la
luz del significado, que a manera de un relámpago anuncia el regreso del
agua. Símbolo de la fe y la esperanza en un mundo sin sentido.
¨Hijo del hombre,
No puedes decir, ni imaginar, porque sólo conoces
Un montón de imágenes rotas, donde el sol palpita,
Y el árbol muerto no abriga, el grillo no consuela,
Y en la piedra reseca no hay murmullos de agua.
Solamente
Hay sombra bajo esta roca roja
(Ven bajo la sombra de esta roca roja),
Y te mostraré algo diferente...
Te mostraré el terror en un puñado de polvo¨.
El entierro de los muertos,
T. S. Eliot, 1922 |
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