LA POESÍA, CÓMO HAY QUE ENSEÑARLA
LA POESÍA CÓMO HAY QUE ENSEÑAR, PARA QUIEN QUIERA APRENDER
Lorena Ortiz, Tras el Ojo de piedra, Eterno Femenino Ediciones, Col. Letras Rojas, Libro Artesanal, ejemplar No. 22, México, 2013. Reseña de Carlos Santibáñez Andonegui, 19 de Octubre de 2014.
Entre más les explicamos qué cosa es poesía, más huyen los jóvenes de la poesía y van por propuestas, por ejemplo, la poesía como instrumento de lucha, ¡pero claro que lo es!, pero ante todo, ¡tiene que ser poesía! Decir que la poesía es un mero instrumento de transformación de la sociedad, y olvidarnos de que se hace con palabras, es disimular la falta de conocimiento de lo que en sí, es la poesía. Hoy veremos palabras como frazadas a las que uno se abraza, en una extraña poesía que ama la soledad.
La sociedad se transforma y esa transformación la intuyen los poetas, decía Saint-John Perse: “vivir poéticamente es lo que cuenta”, no sólo los discursos de diputados. Hay quienes creen hacer poesía social, pero acá, desde la complicidad de los sillones mullidos culturales, y tratan de derogar la poesía no hecha en apariencia con tintes sociales, que ellos intentan pero para beneficiarse ellos pretextando esos tintes, y si revisamos, ni siquiera se han dado una vuelta por la geografía que pretenden invocar. En cambio, se asustarían al descubrir que los primeros en vivir la poesía como una de las bellas artes y no como panfleto político, son los seres más sencillos, apartados del poder y golpeados por la sociedad, pero con una enorme lealtad a los profundos valores del ser humano, como lo son, precisamente, los profesores de escuelas rurales. Gente honesta que tiende a llamar a las cosas por su nombre, y reconoce que en apoyo a una causa política o social del momento, el panfleto podrá ser utilísimo, pero no es poesía.
Tenemos que venir al mundo aglutinante de las Universidades, Ferias Internacionales de libros, etc., para encontrar poetas que confunden el panfleto con la poesía y nos hacen creer que “eso es lo de hoy”, gente que sufriría un colapso si hubiera que responder de qué manera transformaría a su sociedad, Anacreonte, u Horacio.
Por eso encuentro importante el esfuerzo de verdaderas editoriales independientes que no disfrazaron su propuesta de “oportuna” conciencia social, cuando en verdad venían auspiciadas por fondos gubernamentales o de todo tipo. A una clase de editoriales auténticas me remite Eterno Femenino Ediciones, cuya inspiradora Noemí Luna García, ha venido realizando una auténtica labor de rescate e investigación, dentro de la cual ubico el poemario que hoy nos ocupa: Tras el ojo de piedra, de Lorena Ortiz.
Su lectura ilustra, es buena guía para iniciar al joven, en el conocimiento y disfrute de lo que le deparan actitudes y lecturas poéticas, apartándose de la tramposa idea de que la poesía son una serie de situaciones “chidísimas”, donde el alumno se la pase bien y de pilón, el supuesto instructor, se lo sonsaque a cerrar el libro y platicar la copa.
La poeta camina, va de camino, desde la “Imagen Viva” a la “Línea Imperceptible”. La poeta respeta ¡oh sorpresa!, cuida lo que toca, como quien sabe que en el entorno duro que la rodea, donde parece haber sólo piedras, lo que hay son “mudos testigos del dolor que siento”, y ese momento de intuir ella, lo que no son piedras, puede convertirlas en dioses, ¡oh, esa Piedra de todas las edades, verdad Sergio Alarcón? que es justamente la posibilidad de transformación lo que hace la poesía, esa piedra que se vuelve un dios, como señala Francisco Hernández (parafraseo) con ocasión de recibir este año de 2014, en unión del poeta portugués Nuno Júdice, el Premio de Poesía para los Poetas del Mundo Latino “Víctor Sandoval”.
En todo caso, Lorena tiene el valor de ubicarse donde comienza el recorrido de todo poeta: donde el aliento escapa, y aparece “el sonido muerto del silencio,/ que se guarda tras el tiempo”.
Las virtudes de su itinerario son recorrer la energía de lo viviente, en lo que tiene de melodía, de pensamiento, de eterna espera, para adentrarse en las prioridades de viento y fuego, y apurar, de salida, la línea imperceptible, lo que se pone en duda en esta sin igual aventura de vivir.
Su canto encierra una anécdota, podría ser triste o según se mire, dado el más alto compromiso que entraña con la existencia, la invitación a la mayor alegría por el camino de la piedad, y dejo a los lectores que la descubran en este poemario del que resalta Eduardo Cerecedo, el Poeta del Faro de Oriente: “su sinodal es el amor, interrogante en los momentos de soledad”. Parodiando al clásico dijera yo: Amor constante más allá de la atrofia, y en el que ese Dios que de acuerdo a sus líneas “escribe derecho con renglones torcidos”, sabe murmurarle en secreto, lo que ella dice deletreando el nombre del querido: “Allá a lo lejos la soledad y tu imagen/ se acompañan”, habla al vacío que por momentos la agrede con su horror de malogrado reflejo, pero también al honor de habitarlo, de colmar ese vacío bajo la escucha de un verso suave y manso, mas cercano al enigma, de Bonifaz.
Su destino es quedarse con la visión del mar “manso en su inmortalidad”. De este lado del mundo, en su hemisferio, hay pilares frondosos de palabras en los que canta y cuenta la soledad, son “Palabras, palabras que en su andar descuidado/ ponen al desnudo al alma compleja, cansada”, por las que pasa el viento y saca los despojos, pero también una mujer con sus indiscutibles seis sentidos y que también es Niña Olvidada, “roble sobre algodón”. La poesía es ese brillo de diamante que ilumina los pasos, vocación de permanencia y por ello, subordina lo contado a lo cantado, no se desborda en retos argumentativos sino en colores que son, un minuto, es fijarse en lo inmediato para desabrochárselo a la muerte, viento helado, sol encendido que se apaga. Lo que cuenta es verla de frente, decirle: no existes, no, sólo este momento, este instante como el hueco del tornado, en el cual está eros, un orgasmo de lujo con un dios griego, al que ella dice al culminar la espera: “a través de un cristal opaco observo/ tu belleza lenta,/venir”.
La poesía tiene lugar cuando queda la noción de haber profanado un misterio. Así el de esta mujer que registra su amor con el fantasma, la masa gris, “reflejo de luna” que ella guarda en su memoria. Y nos hace advertir una vez más en esta noche fría de la razón que apuraba el surrealismo, la vigencia de un verso de cabecera, el agc de la mandrágora cuando se saben dar lecciones de poesía: “El primer saludo del poeta es a la muerte”.
Muchas gracias.