ALFONSINA
De la poesía de
Freddy Secundino S.
Cómo me duele que hayas
muerto, Alfonsina.
Yo no sabía que estabas
enferma,
nunca me lo dijiste:
querías morirte, ¿verdad,
Alfonsina?,
querías irte sin avisarme,
¿verdad?
Es como para morirse
pensándolo,
pero es tonto, porque tú ya
te fuiste,
ya no estás conmigo: estás
muerta.
Te fuiste anoche, cuando yo
dormía,
y eso es injusto.
Estoy seguro de que debiste
pensar que yo te detendría
si te veía partir
y créeme que sí lo hubiera
hecho, Alfonsina,
porque tú sabes, o supiste,
que mi hija se llama como
tú.
Entonces, ¿cómo no dolerme
que te mueras?
Ya me hiciste pensar en
esto, Alfonsina…
No te hubieras muerto.
No me hubieras recordado que
mi hija está enferma.
Pero no te voy a sacar de
esta casa, Alfonsina:
¡te voy a meter en un frasco
con alcohol!,
para que mi hija te conozca
cuando crezca,
porque ella no me va a
dejar.
¿Te imaginas cuánto jugarías
con ella
si no hubieras decidido
irte?
¿Tú crees, Alfonsina, que es
fácil olvidar
tus gritos y arañazos
cuando no te daba de comer?
¿Crees que es fácil olvidar
tus parpadeos
para cambiar la forma de tus
pupilas?
Nada de eso es fácil,
Alfonsina. Nada.
¡Qué estúpida debió haberte
parecido la vida!,
¿verdad, Alfonsina?
Supongo, pues, que te fuiste
decepcionada.
Y qué triste.
Por eso, cómo me duele que
te hayas muerto,
¡condenada gata!
|