Mis tiempos de estudiante
se colmaron de signos
de un afán incesante
por construir un mundo
de justicia y de paz
un mundo de armonía.
Uní mis propias manos
a las manos de muchos
que ahora ya no están.
Se los tragó la noche
vientos huracanados
dispersaron sus sueño.
Algunos ni sus huesos
volvieron a sus lares.
El fuego de la ira
dispersó a otros tantos
que como yo subsisten
incubando nostalgias en ajenos terruños
que acogen los despojos
de vidas amputadas.
Nos han dado su albergue
alimento
trabajo
Aceptan nuestras voces
entonan nuestros cantos
nos tratan como iguales
aunque somos distintos.
Nuestros padres y hermanos
Murieron en silencio,
sin poder venerar sus últimos momentos.
Nuestros sueños sufrieron
el vértigo inclemente
de olvidos y quebrantos.
Mi ciudad de estudiante
esa vieja ciudad de adobe y arboledas
se convirtió con prisa
en insolente urbe igual a muchas otras.
Hoy escribo unos versos
de peregrino insomne
sumido en espirales de tiempo y de distancia.
Intento compartir indicios
de esperanza.
Busco entregar a otros mensajes de armonía
Hago míos los sueños y dolores ajenos.
Denuncio la injusticia de quienes nos agobian
desde inicuos poderes y perversas riquezas.
Bendigo las sonrisas de niños inocentes.
Beso las nobles manos que escarban en la tierra.
Busco encontrar amor donde sólo hay miseria.
Contemplo la belleza de esta tierra bendita
que permite mis pasos de juglar desterrado
de vagabundo incierto
que no encuentra su patria.