ANCLADO EN LA NIEBLA
Diciembre descansa en mi fría piel y sobre esta frente yace la sombra de la noche. Mi día comienza, podría ser de madrugada en esta sombra que avanza con rencor del tiempo, anclado en la cima del cielo tocando niebla con árboles y un río puro.
¿Qué debo hacer en esta noche gélida mientras te escribo? Hoy está prohibido olvidarte mientras escribo en tu camino, sobre las nubes que vencen el olvido, como un libro jamás leído, tirrando palabras desnudas al viento en río cuyo origen ignoro distraído.
Señor, estoy aquí, con la tibieza de mi último sueño, en el ir y venir de siempre, velando paisajes de recuerdos, una ciudad de lunas y el tuyo es un sueño de río que no juye como un ave que en vuelo se deshoja.
Se desdobla la noche MÍA y la silla duerme parado junto al espejo, colgado como el mar, mientras mis fantsmas vinieron a visitarme, alejados y despojados de sus carnes y de su silencio, con un dios de los hombres, donde las almas de los muertos velan.
Despierta, mientras se mece el frío en las gélidas aguas, y yo anclado a la niebla…