NIÑO CORAZÓN DE GERANIO
Amanece, se abre brecha a este escape de luz disfrazado en instante
débil, adornado de silencio, el viento de otoño sigue su camino a
mis huesos de frío que duele hasta la médula.
Aquí, abro la puerta del espacio, en el ausentado resplandor de mi
pluma desgastada e hipotecada a mis letras, y yo parado en el cielo,
como un monumento al día, arrodillado a la luna MÍA.
¿Cómo se quitan las ganas de llorar cuando se escribe?
Señor, amo mis palabras, cuando camino
junto a esta lengua viva de mi madre, de su ayate y su palabra viva
ocultada en el monte, recitando lecciones en voz alta de mi padre,
de su verbo hondo y escondido en mi pecho donde nace una voz
extraña que me encadena a una nube estéril, mientras mis manos
tienen los minutos muertos de ayer cobijados de niebla.
Soy un niño recién nacido, corazón de
geranio, buscando el amor de mis palabras en los bordes del
silencio, en la voz de la mañana, esperando el regreso de mi sombra
que toca las manos de la tierra.
Atardece, un aguacero alimenta mis plantas, como fuego del presente, mañana como ceniza ....