Nada del verde oscuro

Del libro Menta

Nada del verde oscuro queda después de navegar por el mar de la olla hirviendo, 

tan solo una parte del exoesqueleto. Cada que miro el cuadro del océano,

pienso en un gran plato de jaiba rellena; luego recuerdo lo que soy

y me retracto de toda idea voraz. Quiero imaginar el brillo de lo impúdico;

como un pan con lechugas, y volteo al cielo raso y siento que la santidad invade

cada una de mis vértebras.

Del otro lado del restaurante, unos tipos devoran y rompen todo lo que tocan.

Las cervezas fluyen con la misma naturalidad que el tiempo.