Se decía que México
disputaba a España el título de tener a los mejores escritores y
académicos, gracias a la constante preparación de maestros y alumnos,
sobre todo en humanidades. En México, desde la fundación de la
universidad, siempre se tradujo a los escritores de la antigüedad con
verdadero interés, compitiendo con las traducciones e interpretaciones
españolas, tanto que, en el afán del perfeccionismo, cuando se publicó
en la imprenta, en España (1632), la famosa Historia Verdadera de la
Conquista de Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo , se cambiaron
muchas frases y otras se adicionaron al original, escrita a mano,
perdiendo un poco la emoción original del rudo soldado , para convertir
las memorias de Bernal en un "clásico" de la pronunciación y escritura
elocuente, aunque menos, si se compara con otros autores en el mismo
tema y tiempo con respecto a las dornaturas barrocas y exageradas del
lenguaje de la época, y a la manera como se hablaba el idioma español en
España, a la "española", en el siglo XVI .
Ignacio Osorio Romero
ha sido quien más ha estudiado el asunto. Por ejemplo, en su libro
Conquistar el eco. La paradoja de la conciencia criolla incluyó
varios ensayos como: “Jano o la literatura neolatina en México”, “Sobre
la historia de la filosofía novohispana”, o “El helenismo en México: De
Trento a los filólogos sensualistas”. En otros de sus libros aborda
temas semejantes: Colegios y profesores jesuitas que enseñaron latín
en Nueva España (1572-1767) y Floresta de gramática y retórica en
Nueva España (1521-1767). También los hay de autores específicos,
como el célebre Horacio en México, de Gabriel Méndez Placarte,
que recoge textos de humanistas mexicanos, o Tópicos sobre Cicerón en
México, también de Ignacio Osorio Romero, y México exalta y
censura a Horacio, de Tarsicio Herrera Zapién.
A principios del
siglo XIX, después de la Independencia de México, se continuó, con más
ahínco, con disciplina inquebrantable con la tradición de los estudios
clásicos. Así, las modas literarias, por ejemplo el "romanticismo"
(1810–1824), nos llegaban de Europa a través de los periódicos, (ver El
Ateneo Mexicano y Siglo XIX (1840) y El Monitor Republicano (1844))
libros y personas que viajaban y regresaban con noticias nuevas con la
idea de “modernizarnos”.
Estas noticias eran
recibidas moderadamente por parte de los escritores templados de México,
escritores ciertos de las virtudes universales de un lenguaje literario
que poseían y plastificaban a su antojo y manera debido al incansable
estudio: lectura, publicación y traducción de autores de la antigüedad.
Así, con la tradición
a cuestas, emprendían los escritores mexicanos las modas europeas con
mejor orden y causa, ofreciendo para la historia de la literatura del
país, en este caso particular, poetas fuertes que la crítica extranjera
reconocía en forma notable, mientras la crítica especializada y erudita
les pedía describir a buen modo sobre sus paisajes nativos y la lucha
social por su autonomía e independencia (Ver por ejemplo: Manuel Acuña,
México (1849 -- 1873), entre otros, en la Historia de la poesía
hispano-americana, de Marcelino Menéndez y Pelayo (Madrid, 1911)).
Se debe decir como un
lugar común, y ocurre sin falta en cada nuevo siglo. A la entrada del
romanticismo en México, se dieron cita una gran cantidad de escritores
espontáneos y poco cultivados en el trasfondo del arte del verso que
adornaban como candelabros prístinos la Ciudad de México, y que se
"autonombraban poetas románticos", con el nuevo señalamiento de
"modernos", a través del término del romanticismo europeo, además de que
fueron arropados en mecenazgos públicos y privados. No merecieron más,
salvo que, ya pasado un tiempo, su nombre fuese señalado en alguna
historia de la literatura de México, como simples participantes de una
época. (Ver periódico literario "El Renacimiento" (1869), y otros).
Los clásicos en los
libros de las escuelas públicas, después de la Revolución Mexicana
(1910), labor del escritor y filósofo José Vasconcelos, sirvieron para
restaurar el pensamiento de un pueblo señalado por la barbarie.
De México se dice: es
un crisol de todas corrientes literarias y poéticas que nos visitan del
extranjero, aquí revolotean como luciérnagas todos los "ismos" de la
vanguardia del siglo XX, y de cualquier moda; y además se nos critica de
no estremecernos, sino sólo de su noticia pasajera. Esto es cierto, nos
complacemos más por la durabilidad de la tradición y esfuerzo por
mantener y enriquecer aún más el genio de nuestra lengua desde sus más
ilustres representantes del pensamiento universal. No por otro motivo,
sino la de evitar la estupidez, nacida del arrebato emocional del
momento. "Los tiempos son de los que saben administrarlo".
Por este y otros
motivos son importantes los estudios clásicos en México. El saber por
qué y en dónde nos equivocamos para a tiempo cambiar el rumbo.