Octavio Paz, su primer fracaso
Por Juan Cú
“Desde antes de llegar a
París admiraba las actitudes del grupo, (los surrealistas) su rebeldía,
su intransigencia ante… academias, honores, premios)” O. Paz. “Prólogo”
a El Arco y la Lira.
“… Pienso que Huerta,
Revueltas, Beltrán o cualquier otro, podrían hacer cosas mejores si no
tuvieran que escribir para los periódicos, para el cine o para las
agencias de publicidad. No creo que sea difícil dar, cada año, tres o
cuatro becas a los artistas jóvenes, ni tampoco es necesario que los
favorecidos sean figuras de primer orden. Lo importante es crear un
ambiente, una atmósfera de cordialidad y de trabajo.” O. Paz, en Cartas
de Berkeley. Por Guillermo Sheridan.
Es
poco sabido que El premio Nobel mexicano de literatura 1992, concursó
junto con otros escritores para ganar el Premio Nacional de Ciencias y
Artes en Literatura y Lingüística de México en 1945. No ganó el premio.
Y éstas fueron las circunstancias.
Lo
ganaría 32 años después, en 1977.
Al
joven Octavio Paz le fue adversa, de alguna forma, la política cultural
del presidente Ávila Camacho. En su editorial, Octavio G. Barreda,
editor de la revista El Hijo Pródigo (1943-1946) a principios del año de
1945, publicaba:
“Hablábamos del amigo ausente [se refiere a Octavio Paz], de ese
magnífico poeta del cual nos llegan noticias de que pasa hambres y
miserias en un país extraño. El influyente nos escucha, y una vez que
terminamos la defensa del amigo, nos contesta reposada y ampulosamente:
–
¿Sugiere usted acaso que el Estado deba convertirse en tutor y guardián
de cualquier vecino, de cualquier vago sólo por el hecho de que éste ha
hecho con más o menos éxito algunos versos? ¿No tenemos demasiado con
los múltiples y trascendentales problemas nacionales del momento? Estos
pintorcillos, estos aspirantes a Beethóvenes, a Goethes, no entienden
que la vida es dura y el que no trabaja no come. ¿Su amigo sabe
taquigrafía, contabilidad? ¿Quisiera, además, trabajar como cualquier
otro empleado las ocho horas reglamentarias? En ese caso quizá podría
encontrarle colocación de unos cien pesos mensuales, en inteligencia de
que…” (El Hijo Pródigo. AÑO II. VOL.VII.NUM.22, 15 de enero de 1945).
Durante el año de 1945 el joven Paz se ilusionaba con ganar el Premio
Nacional de Literatura de ese año (es el año de 1945 cuando se otorga
por primera vez el premio). Octavio se sabía ganador, ya que la
convocatoria pedía una obra de “literatura”. Posiblemente, Octavio Paz
concursaría con un libro de “poemas”*, quizá con los libros de poemas:
Entre la piedra y la flor, 1941 o con los publicados en 1942 “A la
orilla del mundo y Primer día, Bajo tu clara sombra, Raíz del hombre,
Noche de resurrección o con una variante del ensayo como el que estaba
escribiendo durante el tiempo en que le otorgaron la beca de la
Fundación Guggenheim (1944) con el título de: “América y su expresión
poética”** (esto último, según se lo comunica en sus cartas Octavio Paz
a Octavio G. Barreda. Ver a profundidad lo que se discutía sobre la
cultura nacional en esa época en 13 cartas (1897-1964), pertenecientes a
la “Nettie Lee Benson Latin American Collection Library de la
Universidad de Texas en Austin.” También: Octavio Paz: “Cartas de
Berkeley”. Por Guillermo Sheridan).
A
principios de los cuarenta se le consideraba a Octavio Paz un ensayista
importante. Él mismo nos dice:
“En
1942, participé en un ciclo de conferencias destinadas a conmemorar el
cuarto centenario del nacimiento de San Juan de la Cruz. Aproveché la
ocasión para tratar de poner en orden mis encontradas ideas y
sentimientos. No lo conseguí pero esas reflexiones me abrieron un
camino. Llamé a mi ensayo “Poesía de soledad y poesía de comunión”. Con
vehemencia que hoy me hace sonreír pero que no repruebo enteramente,
describía el anhelo de comunión que anima a todo verdadero poeta como
«un apetito…, un hambre de eternidad y de espacio, sed que no retrocede
ante la caída…, hambre de vida, sí, pero también de muerte… Los poetas
han sido los primeros que han revelado que la eternidad y lo absoluto no
están más allá de nuestros sentidos sino en ellos mismos». Obras
completas T. 1. El Arco y la Lira.
Regresando al Premio Nacional de Literatura que se entregaría a finales
de 1945, la revista El Hijo Pródigo, presentía un desenlace premeditado.
En su editorial, escrita por su editor, Octavio G. Barreda el día 15 en
agosto de 1945 (tres meses antes de la entrega aproximadamente), se
advertía:
“En
estos momentos en que los jurados del Premio Nacional de Literatura
apartan el grano bueno del malo, entre una cosecha de cinco años de
producción más abundante de lo que a primera vista pudiera creerse,
ocurre pensar en algo que no está consignado ni clara ni obscuramente en
las bases del certamen. ¿El premio será concedido al mejor libro de
invención, de creación, de imaginación literarias? O dicho de otro modo:
¿una novela, un libro de poesías o de cuentos, o una obra de teatro
excelente, va a ser seleccionada como lo mejor de una cosecha literaria?
Así, al menos, lo pensamos nosotros; mas no porque esta idea se halle
expresada en las bases del Concurso, sino porque creemos que la obra
premiada en este primer efectivo certamen debe ser una obra de creación,
imaginación y fantasía, de apariencia realista o no realista, de
tendencia social o sin ella, pero siempre una obra literaria de
creación. Porque un libro de historia o un libro de Crítica, no
pertenece al dominio que –sobre todos los demás– merece estímulo y
recompensa. Instituciones tan antiguas y de también cimentada fama como,
por ejemplo, la del Premio Nobel, han distinguido siempre lo que es
Ciencia de lo que es Literatura para adjudicar su recompensa, informada
eso sí, en sus particulares aspiraciones que por el momento no viene al
caso comentar, aunque sí convendría enfatizar que este famoso premio se
concede, explícitamente, más que una obra aislada, a la obra general y a
la tendencia general del autor de esa obra de creación literaria. Sobre
este particular, las bases de nuestro Concurso Nacional de Literatura
son más claras: se trata de premiar una obra destacada, y no al autor de
obras destacadas dentro de los últimos cinco años. Los jurados, pues, a
nuestro entender, tendrán que limitarse, en el caso presente, a señalar
una obra única y siempre de creación literaria desatendiendo en esta
ocasión los libros de Ciencia histórica o literaria que bien pueden ser
objeto de selección cuando al Premio de Literatura suceda, como ha sido
anunciado, el Premio a la mejor obra Científica.
“Es,
justamente, la imaginación creadora, a través de un género literario
definido lo que debe representar, fuera y dentro del país, la potencia
del espíritu mexicano en el terreno de la creación literaria.” El Hijo
Pródigo. Año III, VOL.IX, Núm. 29.
Cuando se cumplió el plazo para entregar el premio, Octavio Paz se
sorprendería al darse a conocer el ganador. El premio fue otorgado al
erudito Alfonso Reyes con el ensayo La crítica de la edad ateniense.
(600 a 300 a. C.) (1941).***
Quizá
Octavio pensaría que no debería concursar durante los próximos 12 años
con libros de poemas. Lo curioso fue que Octavio Paz criticaba el
“ambiente” academicista de la cultura mexicana de entonces, así fueran
las obras de ciencia literaria e historia y su primer premio fue con un
ensayo y no un libro de poemas. (En 1957 obtiene el premio Xavier
Villaurrutia por el ensayo El Arco y la Lira).
*
Octavio Paz había escrito tres libros hacia 1945. Octavio G. Barreda. El
Hijo Pródigo. AÑO II. VOL.VII.NUM.22 15 de enero de 1945.
**
“Si alguna vez escribo el ensayo que me ha encargado la Guggenheim –y
que ¡todavía no principio! – estará dedicado a su memoria” [de Jorge
Cuesta], marzo 1944.
***
El jurado del premio del Concurso Nacional de Literatura probablemente
se debatía entre los siguientes libros de Alfonso Reyes: “El deslinde.
Prolegómenos a la teoría literaria” (1944) y el ganador del primer
Premio Nacional de Literatura 1945 “La crítica en la edad ateniense”
(600 a 300 a. C.) (1941).