Tulancingo cultural

tras los tules...

Tulancingo, Hidalgo, México

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 De Venancio Neria Candelaria

¿Por qué volviste a mí?

A la Red de Mujeres que tienen algo para contar

 

 

¿Porqué volviste a mí,

buscando compasión,

sabiendo que en la vida

le estoy poniendo letra

a mi última canción...?

José Alfredo Jiménez

 

¿Por qué volviste a mí, Atanasio Mancera? Tú, que no sabes quedarte, ¿por qué volviste? Mira, si ya tiré tu camisa y tu paño colorado, y hasta las sábanas que bordé para cuando me fui contigo; si ya no te queda nada, ¿por qué haces que tu caballo tome vereda para esta casa, donde me viniste a dejar hace más de quince años?, dizque con el pretexto de que mi hijo estuviera mejor. Estaba recién parida, de una semana. Nos viniste a entregar con mi madre; y nomás dijiste: “ahí vengo”, pero te estabas yendo; yo lo sabía y no te dije nada, me quedé nomás callada, viendo cómo te ibas. Agarraste como para la Vega y ya no volteaste. Dicen que te vieron entrar en la casa de esa que por “mal nombre” le dicen la “Nalga de Oro”; que no saliste en tres días, y se te oía cantar. Yo, Atanasio, cantaba contigo, como si estuvieras aquí junto, porque te conocía. Sabía lo que estabas diciendo, sabía también que en cada palabra, en cada canción estaba escrito mi nombre; que me llevabas ahí dentro como una marca, y bastaba que cantaras para que pudieras reconocerme.

Te fuiste muy pronto, ya me lo habían dicho; hasta tus besos me lo decían. Pero me encapriché contigo; dejé que me robaras y me llevaras más allá del Atorón, a tu casa. Me metiste a una troje para que allí naciera el hijo que me habías hecho. Nació. Tú como que te enojaste porque ya tenías muchos, los habías andado regando igualito que si fueran pólvora; pueblos colmados habrías levantado con ellos, nomás con haberlo querido. Pero, ¿quién sabe? Yo creo que tú nunca quisiste nada. Por eso se me hace extraño que vengas y traigas toda tu tristeza, a ver qué puedo hacer con ella. A mí, que te esperé tanto tiempo, que me ponía a cantar para que se hiciera de noche. Me asomaba a la calle a ver si venías, y nomás caía el sereno. Todas las noches que te esperé me daba frío, y el frío se me fue metiendo muy hondo.

¿Para qué vuelves ahora si ya no puedo recibirte? Vete, mejor hubieras dejado las cosas como estaban. ¿Para qué vienes a alborotarme, a meterme ansias de ti? Vete a cantar a algún palenque, apuéstale a un gallo giro y emborráchate a mi salud. Vete, Atanasio; aquí ya no te queda nada. Yo que creía que no ibas a volver para hacerme otro cogollo, me he dejado crecer en la matriz, con tu recuerdo, un tumor que me matará cualquier mañana, cuando amanezca.

 


 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
     

 

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