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4º Encuentro de Escritores Latinoamericanos
CRÓNICA DE UNA SUERTE ANUNCIADA
Por Alicia Flores
La organización civil que preside Cristina de la
Concha, desde 2007 se organiza para conseguir patrocinios,
obtiene espacios adecuados y realiza un Encuentro de Escritores
Latinoamericanos. Ahora –aparte de estos menesteres- se coordinó
con directores de escuelas primarias, secundarias y
bachilleratos, con estudiantes, profesores y padres de familia
de varios municipios hidalguenses, para celebrar por todo lo
alto el día del libro internacional: tuve la suerte de
participar en él como invitada.
Formando “El Escuadrón de Tizayuca”, arribé a esa
ciudad el jueves por la mañana: también ahí la suerte estuvo de
mi lado con compañeros tan entrañables como el maestro
Carballido y Martha Lidia Vivanco; la plaza ya estaba
preparada para el homenaje de inauguración al vate Ignacio
Rodríguez Galván, originario de este municipio, y considerado
como el primer poeta romántico mexicano. Jorge Contreras,
entusiasta coordinador, nos condujo por mesas de lectura y
debates, ante rostros animados de un público formado por
adolescentes y adultos y después nos llevó a su propia Sala de
Lectura, donde seguimos compartiendo nuestros textos. Esa noche
la pasamos en el hotel-balneario Albatros; noctámbulos
enamorados de la luna, el reloj marcaba las doce y el barómetro
cuatro grados, pero con la venia poética encendida
contrarrestamos el frío, (como dijo Octavio Paz: “La poesía debe
ser un poco seca, para que arda bien”)… también es cierto que
fuimos asistidos con el calor de un aguamiel pulcrísimo.
Al día siguiente nos trasladaron para Apan;
abordamos el autobús para recorrer unos 60 km y después de
sortear un bloqueo carretero llegamos a la escuela secundaria
“Luis Donaldo Colosio Murrieta”, al llegar nuestra sorpresa fue
mayúscula, no dábamos crédito; en la entrada había directores,
subdirectores: mentores de traje y corbata, impecablemente
rasurados y peinados, las damas de gris con pañuelos verdes, las
edecanes, graciosas señoritas con trajes amarillos, todos
haciéndonos valla; nuestra turbación fue sorteada con personas
que nos daban la mano y nos decían: “bienvenidos, pasen, los
estamos esperando” -yo, la verdad, bien chiveada- pero el
ambiente fue tan cálido y acogedor, las expresiones de
admiración hacia nuestro trabajo, el agradecimiento por la
actividad que realizaríamos, todos sus gestos fueron tan
sinceros que después nos sentimos como en casa; desayunamos la
famosísima y riquísima barbacoa de Apan y disfrutamos la
atención de anfitriones non plus ultra.
Fuimos repartidos en grupos y conducidos a
diversas escuelas, la nuestra fue la Jesús Romero, en el
patio nos pusieron frente a la totalidad de la población escolar
(500 alumnos entre 12 y 16 años) para darnos la bienvenida;
luego, el subdirector, el profesor Arango los distribuyó en
grupos de 100 alumnos; compartí varios ejercicios para iniciarse
en la lectura, la respuesta de los escolapios fue preciosa,
participativa, cálida, no faltó el ”¿por qué escribe?”; al
concluir nos reunimos en la biblioteca con los demás compañeros
y referimos nuestras experiencias: el maestro Carballido con su
mini taller de creación literaria logró que varios niños
supieran que pueden ser escritores; Gustavo Ponce con base en un
texto de Alicia en el país de las maravillas obtuvo un
poema que se le antojó “plagiar”; lo mismo dijo el poeta Jorge
Quintanar: la suerte nos había conducido a esta escuela, pues su
directora Araiza y la maestra encargada de la biblioteca hacen
una labor notable.
Más tarde,
nos llevaron a la preciosa Hacienda Chimalapa (conserva un
espejo que perteneció a Carlota Emperatriz de México), a un
ágape espléndido; aquí nos juntamos con compañeros que habían
estado en otros municipios, al terminar de comer, recorrimos una
parte de la Hacienda y probamos los famosísimos curados de Apan
(¡ah, el curado de nuez!: divino néctar de los dioses);
abordamos el autobús y entre cantos, más bloqueos camioneros y
curados llegamos de noche a Tulancingo. Aquí la suerte se
siguió mostrando generosa: se me asignó como compañera de
cuarto a Leonor Scliar-Cabral, distinguida políglota,
traductora, lingüista y poeta brasileña, con la que compartí
pláticas nocturnas instructivas, y abracé –entre otros- a Queta
Navagómez, Ma. Elena Solórzano, Chelo Boom y a tantos hermanos
de letras.
Al otro día, reunidos el total de escritores
(argentinos, chilenos, salvadoreños, uruguayos y anexas),
leímos nuestros textos en el claustro de catedral: una
verdadera suerte escuchar poesía erótica en un refectorio
mística. Luego, en el parque: casi 4 días de fiesta de palabras
y de las otras. La Cultura –hermanastra en otras ocasiones- el
sábado 28 de Abril se codeó con política y religión en el zócalo
de Tulancingo; en efecto, una consulta infantil del IFE y una
colecta religiosa ocuparon su explanada, junto a “un tendedero
literario”, las familias en su acostumbrado paseo dominical,
transitaron de unas a otras con liberalidad.
Retornamos con una sonrisa, nuestra capacidad de
comunicarnos a través de las letras, ahora se ejerció festejando
el libro y de manera directa sobre el sector más receptivo: los
jóvenes. Gracias Cristina, gracias hidalguenses, gracias suerte.
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