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De
Homero Carvalho en
el
2o Encuentro Internacional de Escritores, Tarija 2009,
Bolivia
fragmento del libro
El Árbol de los recuerdos
Días atrás Homero había viajado a Tarija para
asistir a un encuentro internacional de escritores. Lo hizo junto con su
hija Lucía que quería conocer la capital boliviana de la alegría y
visitar Tomatitas, un pueblito donde servían cangrejitos fritos. Allá se
encontró con Gonzalo Lema, escritor tarijeño radicado en Cochabamba y
conoció a Daniel Medinaceli, un joven poeta potosino, descendiente del
grande escritor Carlos Medinaceli, autor de la mítica novela “La
chaskañawi” la primera que habló sobre el mestizaje en Bolivia; Daniel
le comentó que estaba emocionado de conocerlo pues gracias a sus cuentos
y a los de Oscar Cerruto se había hecho escritor. Así también lo
escribió en la dedicatoria de la revista literaria que dirigía “A prueba
de frío”: “Gracias por cambiar mi vida”. El poeta tarijeño Julio Barriga
resumió la importancia de estos encuentros diciéndole que lo bueno es
que nos hacen sentir poetas y eso nos dura durante el resto del año; con
Julio, el poeta de la bicicleta, rememoraron la década de los ochenta,
las farras y los amistades perdidas y Homero tuvo la oportunidad de leer
una hermosa crónica en la que Barriga revelaba el caos de un encuentro
anarquista celebrado en Cochabamba. La crónica le trajo la nostalgia de
sus años juveniles en los que la rebelión también se expresaba en el
sexo libre y sin revestimientos. En la jornada de inauguración la
Prefectura de Tarija los nombró “Visitantes distinguidos” y “Embajadores
de la Cultura” y una argentina, Roxana cenar, a tomar vino tarijeño y a
escuchar poesía. Fue una noche de declamación en la que se lucieron
Gloria Dávila que recitó en quechua. Asistieron más de una veintena de
escritores de varios países para quienes la literatura es una forma de
celebrar la vida, escriben sin prejuicios intelectuales ni mezquindades
de divo. Lucía disfrutó de las nuevas amistades de su padre,
especialmente de Margot del Castillo una poeta chilena y de Cristina de
la Concha, hechicera y escritora mexicana con la que Homero aprovechó
para recordar su estadía en ese increíble país. Cristina es de esas
mujeres que cuando entran a algún lugar parece que algo las anuncia y
todos se vuelven a mirarlas, satisfechos con la premonición. Homero
sabía que los chapacos son gente muy linda, muy cariñosa, pensó que
debía agradecer, una vez más, a personas como René Aguilera, María
Teresa Paz y otros escritores que hicieron posible ese encuentro.
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