Distinguidas autoridades, estimada concurrencia, queridos
compañeros de las letras:
Buenas noches, me da un gusto enorme poder dirigirme a todos
ustedes aunque sea por este medio. No me fue posible asistir
este año y eso me ha pesado en el alma, pues ya me siento parte
de esta Unión de Escritores y Artistas que bien dirige René
Aguilera, y de Tarija misma. Estoy extrañando sus masitas y un
poquito de singani.
Quiero agradecer a esta Unión de Escritores tarijeña, a su
presidente, el escritor René Aguilera, a su vicepresidenta la
Dra. Ma. Teresa Paz, la invitación a este 3er Encuentro
Internacional de Escritores de Tarija, con el que se confirma ya
su tradición y esperando tener muchas posibilidades más de
asistir en el futuro, asimismo, como presidente de la Unión
Latinoamericana de Escritores ULatE, agradezco a las autoridades
su apoyo para esta actividad ya conocida en toda Latinoamérica,
y al mecenas León Rengel por su abrazo a la literatura y a los
escritores.
Para
mí es muy lamentable no poder estar allá ahora que nuestra ULatE
ha realizado el trámite de protocolización, con el cual trabajar
oficialmente en nuestros proyectos de promoción de la lectura,
la literatura y los escritores. Pero sobre todo lamento no estar
presente por el honor que me brindara Bolivia, no sólo de ser
parte de las ceremonias de este encuentro, sino también, en esta
ocasión de ser testigo, como mexicana, de la entrega de esta
Placa que se devela en Reconocimiento al mecenas León Rengel por
su desprendimiento en favor de la cultura y las letras
tarijeñas, y poder expresar personalmente estas palabras:
Este
desprendimiento que hoy se celebra con esta placa sólo emana de
quienes comprenden el verdadero valor de lo material como mero
instrumento de subsistencia y no como el
objetivo de la subsistencia, emana de quienes
comprenden que una vida plena no se alcanza con una actitud de
recibir y tomar sino con la de dar y compartir, surge de quienes
comprenden que vivimos en un mundo todos juntos y no separados y
que por lo tanto estamos obligados a compartir y no
a hundirnos en un individualismo que sólo arrastra a la
soledad, porque, al final, siempre necesitamos de alguien más,
incluso en nuestra muerte, alguien habrá de enterrarnos o
incinerarnos.
Dar,
desprenderse de lo propio no es un acto fácil, se requiere una
experiencia previa que nos haga asumirnos en esa función, la
experiencia de contemplarnos como seres humanos iguales todos,
con los mismos defectos, los mismos errores, las mismas
omisiones, las mismas necesidades, ¡exactamente las mismas!, la
de sentir en carne propia que a los demás les duele lo mismo que
a uno, que los demás pueden tener las mismas enfermedades,
sentir a los demás como si fueran uno mismo, sentir en el propio
ser lo que el otro padece. Sólo cuando se alcanza esa asunción
es, entonces, que el desprendimiento deviene, solo, por inercia,
fluido, fácil, sencillo, simple, sin agudos análisis, sin
cortapisas.
Este
desprendimiento debería contagiarse a todos aquellos que tienen
la posibilidad de ofrecer algo de lo propio a la cultura, y
contagiarse a lo largo y ancho de Latinoamérica, porque lo
necesitamos. Porque este desprendimiento no sólo significa
aportar al arte y a la lectura por contribuir a superar el
número de latinoamericanos de elevado nivel cognoscitivo, no,
implica también esa asunción como seres humanos todos idénticos,
asunción que se requiere para erradicar la pobreza y la
violencia. El día que todos comprendamos que el más pobre de su
país vive y siente igual que uno mismo y que lo sintamos muy
dentro, como si fuera uno mismo, entonces, ese día, dejará de
haber pobreza, ese día los más ricos compartirán su riqueza y
los más violentos abrazarán a sus hermanos que somos todos, pues
el más rico querrá que el más pobre se sienta bien para poder
él sentirse bien.
En
estos momentos en que una crisis generalizada aqueja al mundo y
en que países como el mío están pasando por la peor situación
jamás sufrida por el alto grado de violencia y masacre, por una
economía que aprieta cada vez más, y una corrupción que ahoga y
está arrastrando al callejón del individualismo, es menester
gritar a los cuatro vientos de nuestra Latinoamérica que existen
personas como León Rengel, que sepan que sí existen, que es
real, que es un tarijeño que vive en Bolivia disfrutando de uno
de los mayores placeres del planeta, el de asumirse como ser
humano dando y compartiendo con los demás.
Felicidades al señor León Rengel. Un abrazo grande para todo
Tarija desde México, desde mi terruño Tulancingo, con mis
mejores deseos de que este 3er Encuentro Internacional de
Escritores Tarija 2010 sea una experiencia enriquecedora en las
letras, en la amistad y en dar.