por el Poeta Carlos Santibáñez Andonegui
A Noemí Coria,
Estrella del taller literario
por quien, citando a Lara, diría:
“La tallerista Noemí,
mocita de los ojos hechiceros,
te llevo dentro de mí
como llevan la Virgen los toreros…”
- Lo más mentado
Guillermo Samperio nació en la Ciudad de México, el 22 de octubre de 1948. Autor de más de 30 libros de cuento, novela, ensayo, literatura infantil, poesía y crónica. Entre ellos: Cómo se escribe un cuento (500 tips para nuevos cuentistas del siglo XXI), Berenice, España, 2008. La guerra oculta (Cuentos), Lectorum, 2013, La Gioconda en Bicicleta (Océano, México, 2001) con traducción al italiano, Maravillas Malabares (Cátedra, España).
En Francia publicó: Gente de la Ciudad, y en España la novela Ventriloquia inalámbrica. También en España fue distinguido con Mención Honorífica, por la Universidad de Salamanca, junto con el poeta español José Ángel Valente y José Saramago en 2002.
Entre sus famosas biografías noveladas se encuentran las de Miguel Hidalgo, Morelos y Juárez con Ediciones B, y Marcos, el enmascarado de estambre (biografía no autorizada y novelada) Editorial Lectorum, 2011. Asimismo: Almazán, una transcripción y reordenamiento de las memorias del hombre al que Avila Camacho le robó la elección presidencial. (Aunque sin haber podido en este último caso, incorporar y dar crédito como procedería a la historiadora Josefina Moguel, algo que se le quedó en el tintero). En cambio en: ¿Te acuerdas, Julia? (Alfaguara) hace justicia a una hermanita suya que murió a los 3 meses, “y me lanza rollos desde el más allá”, e Historia de un vestido negro, esos 64 relatos entre lo vanguardista y lo tradicional. (FCE)
Su libro para niños: Emiliano Zapata, un soñador con bigotes, forma parte de la Biblioteca de Educación Básica. El libro: Después apareció una nave, está dentro de la Biblioteca de Educación Media.
- ¿Cómo se entra a la historia de la literatura?
¿Por qué pasará a la posteridad? Lo primero como en todo creador literario, un trato de tú con las necesidades profundas de su época, los creadores saben qué es aquello que le duele a la época y lo plasman. El refrán dice dime de qué te ríes y te diré quién eres. Los genios dicen a su época dime de qué careces y te diré quién eres. Por eso son lo que son. “Lenin en el fútbol”, para muchos su cuento más famoso, muestra de manera ágil la nostalgia de asociarse, que pasa de lo anecdótico a lo universal.
Cada creador es una caja fuerte que encierra lo mejor de su tiempo y al abrirlo, como una caja de Pandora, lo sacude a la luz de todos los tiempos. Pero él por él, nunca dejaría de hablar. Cuando escribió El príncipe Medusa y otros ensayos, dedicada a Tania y Eduardo Victoria Samperio, y a su representante Ro de Sahagún, revisó tantos temas que no alcanzaría una vida, entre ellos el de qué es poesía. Y deslindarla de ensayo: “La clave del ensayo, nos dice, es persuadir”.
Pero lo suyo, era el cuento, donde fue artista como dijo el Reforma el día que dio la noticia de su muerte, “murió un artista del cuento”. El cuento es la poesía que vive secretamente en la prosa. Con su libro Fuera del ring (1974) comenzó a ser valorado, mas su fama se amplió a nivel internacional con: “Miedo Ambiente”, Premio Casa de las Américas 1977.
“La primavera aún no termina”, borda la relación de causa a efecto que hay en las cosas. El interno de una clínica psiquiátrica a quien el sistema ha internado por manejar propaganda subversiva, habrá de ser relevado pero su relevo, es una persona sigilosamente preparada por el sistema para ocupar su lugar, es uno igual a él. El se había hecho pasar por loco para que el sistema lo readmitiera, y el nuevo joven, por discapacitado pero probablemente no lo es, pues dice el personaje: “A pesar del aparato, camina igual que yo”. El cuento es exacto. El hechizo de la transmisión de un puesto clave así se hace patente en los entretelones del poder.
A veces no nos damos cuenta: el lector es emboscado sutilmente por el autor. “La señorita Green”, aquella joven que se volvió verde. “Muchos dermatólogos lucharon contra lo verde y todos fracasaron. Lo verde venía de otro lado. Verde se quedaría y verde se quedó”. Pero he aquí que de repente Samperio introduce que una tarde “mientras la mujer verde descansaba en su casa, tocaron a la puerta. Ella se arregló su verde cabello y abrió”. ¿Y quién era? Un hombre absolutamente violeta, con el cual por fin, ella es feliz. Y como ya no hay nada más que decir, y se ha llegado al dulce: “colorín colorado, este cuento se ha acabado”, el maestro repone: “Luego, cerraron la puerta”. Bien, esta es la maestría. Ese cuento de Samperio es poético, esté o no en verso.
Álvaro Mutis observó en la Revista Quimera: Para ubicar a Samperio se ha hablado de Becket, Ionesco y hasta de Kafka, pero toda comparación en literatura es un recurso para evitar el esfuerzo de pensar y de juzgar. Si en algún momento nos puede recordar a estos autores es porque, con sus propios y muy personales e intransferibles medios, también Samperio ha puesto el dedo en la llaga de la sandez humana y en las lóbregas construcciones donde ésta suele morar de preferencia.” Dice Samperio: “pensé que México debería tener su propia magia, su propia literatura fantástica… y dije yo voy a poner aquí mi grano de maíz literario en este país para cooperar ´para una literatura fantástica mexicana”.
El cuento en Samperio, es un grito imparable de libertad. En Sueños de escarabajo reúne algunos de sus cuentos más leídos.
- ¿En qué consiste el arte de ficcionar?
El arte de ficcionar consiste en sorprender el detalle insospechado en cosas de la vida, con tal de iluminarla en forma extraordinaria, pasando por la estrechez de los significados humanos, la duda, la vergüenza, la risa, para dejarla más limpia de lo que se encontró. El detalle que ilumine un entorno, cuando no, una época. Por ejemplo un vino tinto, con una araña añeja. A ese tenor el personaje piensa, el autor crea de eso un cuento, y hay en este cuento como esa misteriosa mecánica de las conjeturas, pero todo es para acabar expuesto en un museo donde los otros lo ven pensar, es el caso de Otto a cuya madre le ofrecen dinero para exponerlo en la Sala Chopo, donde dan funciones de animales muy arriesgadas. “Otto” es la historia de un ser que encuentra su explicación de vida. Como el personaje de la novela Niebla de Unamuno, quien descubre que vive porque alguien lo está pensando, Otto llega al fondo, pero en el caso de él, lo hace al fondo del museo en un momento en que se ha ido la luz”.
Son cuentos, pero se trata de la realidad. En ocasiones iluminarla es ensuciarla. Lo decía Gramsci: “La literatura es el pantano”. Pero, ¡cuidado!, el pantano representa un riesgo: el de hundirse. Lo que no ocurre cuando el narrador nos vuelve a enseñar de qué sirven las palabras si uno se deja ayudar. Por ejemplo: “Miró por la ventana, sus ojos se fueron hasta el fondo del panorama… la canción se le quedó rodando por dentro; le entró la tristeza”.
No todos tuvieron acceso a sus rincones más tibios, donde guardara el recuerdo de aspectos poco conocidos como la década en que fue diseñador técnico industrial en el Instituto Mexicano del Petróleo, Subdirector de la Coordinación de Bibliotecas de la Secretaría del Trabajo, Secretario Técnico de la Comisión Conmemorativa del Centenario de Alfonso Reyes (1989), Director de Difusión Cultural de la Universidad de las Américas (1992-95).
La razón de Sueños de Escarabajo, fue por los Beatles: los escarabajos. Freddy el personaje vive lo que muchos vivimos. Las cosas no andan bien, al menos no tan bien como se dice. Este cuento a mí en lo personal me arrasó. Si me es permitido hablar de mí: Yo me solía poner a mis 8 años a las afueras de un súper en la Nápoles denominado Minimax, cuya divisa era mínimo precio, máxima calidad. Me atraía ver a los muchachos de entonces con sus flamantes cinturones negros y broches de calavera, me embelesaban esos pantalones negros ajustados que fueron el principio de una época, en que Mayte Gaos cantó El gran Tomás. Yo era como un secreto admirador, el más pequeño fan de la banda. Lo viví en carne propia. (v. Carlos Santibáñez, Catarsis, año 1, núm.4, Ciudad Victoria, Tamaulipas, abril, 2013). Por eso me llevé tan bien con Samperio, cuyo papá era músico, el Willy Samperio, William Samperio Ruiz, del trío tamaulipeco de los Samperio y director de Discos Orfeón. Claro, en mi mundo fresa, cuando estaba en el aire aquella Angélica María que afinaba Edi Edi, ya me cimbraba el estremecimiento de época que detecta Samperio. ”Las pandillas de cadeneros a fregadazo limpio tocaron la puerta del “aquí estamos”. Y los escarabajos llegaron a tiempo. ¡Aquí seguimos Guillermo, aquí andamos! Los escarabajos siempre llegan a tiempo.
Silvia Molina expresó en la Revista de la Universidad de México, que el trabajo de Samperio, la actitud frente a su oficio, los conflictos del momento que habita, superan su propia circunstancia y lo convierten en el mejor cuentista que tenemos.
Digan lo que les plazca; sea de ello lo que fuere. Yo a Samperio lo tomo por el lado social. Su lección para las jóvenes generaciones asigna cuando menos una obligación al ficcionista: iluminar la realidad. Se vale retorcerla, con la condición de iluminarla más todavía. Buen ejercicio leer así a Samperio, y a ficcionistas, como Rafael Pérez Estrada. Una ficción funciona, igual que una poesía, en la medida en que ilumina extraordinariamente la realidad.
- Hay recados que apuran lo inconsciente.
Hay recados que apuran lo inconsciente que pugna por salir, por arrasar, en medio del humor más extraño, como aquella tarjeta pegada con un mensaje que dice simplemente: “Dany, sé que te van a llevar a través/ de muchos caminos. Felicidades; te/ quiere: tu Mamá”. Hay un enfebrecido ambiente de circo, de suerte por realizar, de magia presentida de lejos como en esos “Zapatos de tacón negros para la mujer linda de los zapatos de tacón rojos”, dedicado a Lucía Maya.
El mago llama a su querida Vicky: “ella misma es la magia. Sin ella no sería lo que soy. Vicky, por favor, acércate…” Samperio es dueño de todo… ha creado un ambiente. Ha ficcionado, el lector es casi su esclavo en busca de placer, la ayudante oriental será partida en pedazos, el mago informa al público que ese acto es “muy practicado por la mayoría de los magos pero en esta ocasión desea ofrecer una variante…” Podemos imaginar el rostro chispeante del autor detrás del cuento que casi se escribe solo. Y al final, cuando todo vuelve a ser como antes, cada quien se retira con su catarsis a renovar el ciclo de la rutina que lo acomete como de costumbre a punto de rondar “su almohada antes de dormir.” Samperio es juego, juego de luces entre lo verdadero y lo verosímil, juego que hace del cuentista un mago que autoriza la realidad.
El creador de la Revista El Cuento: Edmundo Valadés, pronunció en vida, en Uno más uno, con respecto a Samperio: “en sus textos hay una prosa jugosamente elaborada, un jugo bien calculado, de notable eficacia: un lenguaje hacia dentro, hilvanado con admirables precisiones. Un lenguaje muy personal, muy suyo, muy de un estilo que acabaremos por reconocer como samperiano.”
Y efectivamente, gracias a la queridísima Stasia de la Garza, que tanto hizo por la cultura cuando estuvo como Coordinadora de Literatura del INBA, disfrutamos en la página de su celebrada sección “Samperinas”. Este año que corre, Samperio se encontraba en proceso de publicar una novela más: “Vosotros los mismos”, del cual se ofrece un adelanto en Maravillas Malabares.
En Lo fugitivo permanece, afirma Carlos Monsiváis: “Un tema de la época es la frustración de las pasiones radicales, destruidas o envilecidas o postergadas por la represión, el abandono individualista, las demostraciones de socialismo real, y Samperio, con excelencia y de modo personal reconstruye ese viacrucis sin atenerse a fórmulas.”
- Contar a la manera de Samperio
Contar a la manera de Samperio, no es tomar partido a la primera. Está hecho el retrato y eso es lo que cuenta. “El hombre de la penumbra” es, en Samperio, más que un personaje aburrido que se la pasa en su oficina hasta después de las diez de la noche, la emoción social reducida al fracaso, el drama del “secretario particular” que toda la vida dependerá de que se apague la lucecita del jefe, esa rendija por donde le entra la luz que le perdona la vida. Es la historia del hombre que traslada al laberinto de canceles su atado de ilusiones, su “sueño de amor”, y guardó la calma, con su esposa todavía fiel, “en el sobrentendido de que su esposo se encontraba siempre allá, del otro lado del DF, en la gran oficina”, y así noche tras noche él espera a que se apague la lucecita del jefe, o más bien, que se prenda, que se vuelva a encender para que hombres de portafolios prorrumpan desenfadadamente, y el jefe se aproxime a decir: “¿Qué está haciendo aquí a estas horas, Rodríguez?” Ahí está el narrador Guillermo Samperio, para honrar el momento y ofrecerlo en sacrificio al lector, mientras el brazo de Rodríguez continúa extendido como si escribiera, y el autor testimonia: “desde el cielo oscuro del Distrito Federal entrarán las diez de la noche”. Es un mundo que Samperio vivió. Conocedor a fondo de la burocracia, entre sus retos se cuentan: Titular de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA (1988-1992), donde primero fue Subdirector de 1985 a 1988. Redactor de la Revista Educación de la SEP (1977-78), Editor de la Dirección General de Publicaciones de la SEP (en especial colección infantil Colibrí, para novelas ilustradas (1978-1981), Coordinador de Ediciones y Promoción Tecnológica de la SEP (1982-83).
Pero además: Presidente de la Fundación Cultural Samperio, donde tuve el gusto de entrar a trabajar hace unos años, yo, el reseñista autor de estas líneas. ¿Cómo podría acabar el análisis sin hablar de este detalle personal? Menos mal que no estoy en el Diplomado en Creación Literaria del INBA, donde por hablar de algo personal ya me habrían corrido. Ya estaría bajando la señorita a decirle al coordinador, que pasa algo muy grave: me he salido del guión y voy desbocado. Imprescindible es que vengan a callarme. La grandeza de Samperio estuvo en lo contrario: salir a contarnos su vida al taller de creación literaria que yo daba en su mesa, de cuando en cuando. Salir, como un viejo lobo de mar, en cuanto oía cual luna cascabelera, una voz de mujer. Díganlo si no mis valiosas talleristas, y muy en especial, Noemí.
Y nadie crea que por ser hombre sencillo y de buena fe, renegaron de él alumnos o universidades. Entre las escuelas que valoraron su calidad invitándole a dar clase, además de las numerosas universidades de México, estuvieron: LA BYU-Brigham, Young University UTAH, Universidad de Maine, Universidad de Calabria, Universidad de Neuchatel, Suiza.
Ha dicho Claude Couffon, Histoires d’amour d’Amérique Latine: “Guillermo Samperio es el gran especialista mexicano del cuento, quien después de su primera colección de relatos, Cuando el tacto toma la palabra, ha consagrado toda su imaginación creativa a la literatura”.
Quizá porque la mirada de Samperio es, como el epígrafe de Oscar Collazos: “Un horizonte de naufragios/ la esperanza en todas partes”. Si percibe el riesgo del Estado como el gran comediante, de su capacidad para ponerse el disfraz que más le conviene, “el Estado-china poblana, el Estado-filantropía, el Estado-buena conciencia, el Estado-señorita que se quedó para vestir santos”, o el que se apoya en la democracia como un viejo bastón, deja que sean sus personajes como el de Georgina, cuya piel invita a compartir ese juego de palabras “piel ageorginada”, quienes vistan y desvistan al gran comediante, y él guarda, sin descubrir, para sus íntimos adentros, el inapresable “sueño de amor”, tan pretendido en el pacto social de Rousseau, mientras la leche se calienta y Georgina recargada sobre el refri, deja escapar la dulce melodía que le gustaba a una niña: “Cachito, cachito, cachito mío, pedazo de cielo que Dios me dio”.
Se sufre en la cantina cuando llega la hora de cerrar. Entonces aparece “El borracho”, “más ebrio que su ebriedad”, y al regresar a casa se rehúsa a apagar la luz del cuarto en donde su mujer se confiesa cansada porque los niños dieron mucha lata y la sirvienta estuvo insoportable y él, por toda respuesta, le reprocha: “tú quisiste tener a los escuincles”, y como macho infernal, la acusa de ponerle los cuernos y cuando intenta contradecirlo, “él le da un bofetón, la toma de las greñas y la comienza a zarandear”. Toda la imbecilidad y la brutalidad de este hombre se extiende como una sombra que deshace el entorno y mancha, vuelve a manchar la de suyo insistente mancha urbana. Los cuentos de Guillermo Samperio están hermosamente cifrados en lo humano, en la mancha, donde duele lo que duele y atrapa y eleva a pensar, a descubrir, a gimotear, a dar muchos gritos antes de darse por vencido. Son cuentos cifrados para años, para décadas y siglos que vendrán, a leerlos donde él los dejó, en ese lugar de la mancha.