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La novela
La Noche
por José Eugenio Ramírez
Es un honor estar sentado
junto a uno de los Hijos más distinguidos de nuestro querido Tulancingo:
Don Agustín Ramos, es
deferencia inmerecida para su servidor el que Usted me haya permitido
intentar una presentación de su más reciente libro.
“En los sueños
estamos solos; lo sueños los creamos nosotros para nuestro interior y no
existe nada aparte, aunque algunas pocas veces se registre
sincronización con situaciones externas. En los sueños creemos vivir con
otros en un entorno que no existe en realidad y, en esa creencia, en la
compañía de esa ignorancia, permanecemos hasta el despertar.
Al abrir los ojos
entendemos que todo fue un sueño y el mundo personal e íntimo se
derrumba…”
¿Qué queda entonces?:
recuerdos, ruinas, desolación y pérdida…
“La Noche”
es un acuse desglosado de pérdida; es la exposición detallada de las
distintas pérdidas de un hombre hasta la conclusión: la pérdida total de
su mundo.
La vida, o mejor aún, el
discurrir existencial del personaje central se derrumba de pronto: se
encuentra solo en medio de las ruinas de algo que él está seguro,
era su ciudad, o debemos entender, era su mundo, o mejor
aún su propio sueño…
Los elementos de esa
pérdida son, entre otros, la tía amada en la niñez, la verdadera musa y
las musas de utilería, el origen significado en la muerte del padre y,
al final, la pérdida de su propio sueño…
Decía Platón que el mundo
que percibimos es sólo un reflejo de la realidad; lo que creemos ver -
continúa – son sombras de la realidad reflejadas en una pared, ya que la
realidad se encuentra detrás nuestro, detrás de nuestra conciencia
inmediata.
Tales reflejos son
producto de un fuego intenso que ilumina los arquetipos ubicados más
allá de nosotros, es decir, ajenos a nuestra percepción.
Ante esta grave
afirmación del idealismo platónico surgen de inmediato variados
cuestionamientos, mismos que son abordados en la novela del Maestro
Agustín Ramos:
¿Qué vemos entonces?
¿Con qué vemos?
¿Qué es la realidad?
¿Qué significa el fuego?
¿En qué o en donde
existimos?
¿Cómo hemos construido
esto que llamamos realidad?
¿Por qué no podemos ver,
asumir y experimentar la “verdadera realidad”?
¿Cómo hemos construido
las imágenes que consideramos ver?
¿Dónde está la realidad?
¿Es posible escapar de lo
falso?
¿Con qué nos
encontraremos al clausurar “nuestra realidad”?
¿Al escapar de la falsa
realidad lo haremos integralmente, es decir, en cuerpo alma y espíritu?
¿Estas entidades también
son consideraciones falsas?
¿Qué son, entonces, el
nacimiento y la muerte en tanto acotamientos de lo que consideramos
existencia?
¿Una vez evadidos de la
consideración de la falsa realidad se anulan también el espacio y el
tiempo?
¿Dicha anulación se
convierte o es igual a la inmortalidad?
¿Es conveniente o buena
la inmortalidad en relación a la existencia?
Por último: ¿Existe en
realidad el Ser Humano o son entidades simbióticas el Ser y el animal
humano con un acuerdo de cohabitación?
Esta es la “realidad” a
la que se enfrenta el personaje central de la novela “La Noche” y Don
Agustín nos revela los elementos sustantivos de esa “realidad operante”
que el personaje mismo, cubierto per se con el manto del poeta,
trata de resolver en su día de soledad plena. Y lo hace de cualquier
manera menos de forma pesimista al expresar “Ya, ya, haría todo, menos
lamentarse ante la destrucción de su Jerusalén particular…”
Una característica de la
prosa de Ramos es el establecimiento y desarrollo de líneas narrativas
paralelas en la estructura de sus novelas.
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En la intimidad de cada
línea de narración, el Maestro, logra la superposición de planos
espacio-temporales que sólo lectores avezados pueden desentrañar bien a
bien. Ya sea por la experiencia misma de la lectura o por el
conocimiento del entorno vivencial del escritor.
Por ejemplo, la ubicación
de la barbería-peluquería y/o, al final, estética unisex después de una
explosión: el plano de inicio y final es algún lugar de Pachuca entre
las colonias Morelos y la Rojo Gómez; sin embargo, los centros de abasto
de manjares y bebidas espirituosas para las tertulias poético-pocaréscas
de los sábados, son la “Luz Roja” y “La Puerta de Sol”, la una aún
vigente, la otra ya desaparecida, ambas en el centro histórico de
nuestro amado Tulancingo.
En cuanto a los planos de
tiempo, en la narración de las distintas historias quedan evidenciadas
diferentes épocas: “el año de Juárez, 1972”, “la apertura de la central
de autobuses de Pachuca en 19776 o 77”, “el famoso pirrurris allá por
1981 u 82”, “la explosión de una casa en Pachuca en 1981, creo”… etc.
Como una especie de clave
doble, el Maestro Ramos nos propone, por un lado “rielar” es decir, en
hallar una dirección sin duda, en cualquier sentido, pero una dirección
y, por otro, “restaurar”… Aquí, la historia del restaurador es más que
eso y, a mi parecer, se plantea como la expresión de una necesidad
existencial: recuperar lo perdido… Restaurar sí, pero restaurar de
acuerdo a un canon, el que uno mismo haya decidido para su propia vida…
Ello, trasladado a la
existencia, nos previene y alerta para no perder el rumbo y
encontrarnos, una mañana de miércoles cualquiera, totalmente solos, en
medio de las ruinas de nuestra propia vida…
A mí me llama
particularmente la atención la necesidad de ubicar dos calles en
Pachuca: Vicente Segura y Guerrero
En su obra, el Maestro
Ramos no se asume como el héroe y personaje central de la narración,
sino como el observador y amanuense de primera mano de los
acontecimientos que en ellas describe.
Los personajes no
pretenden la heroicidad ciega, son criaturas endebles aunque con la
conciencia fortalecida casi siempre por tres elementos de tortura a los
que se enfrentan: el miedo, el hambre y la vaciedad…
En esta novela y su
personaje central, dicho enfrentamiento y el intento de solución, lo
hace a través de un permanente diálogo consigo mismo, teniendo como
punto de partida el reconocimiento de su propia pequeñez en todos
sentidos: como poeta, como amante, como marido, como ser humano.
En un momento, su propio
monólogo nos recuerda la anécdota del concurso mundial para determinar
quien era el personaje más insignificante de todos. Se da el premio a un
alguien… sin embargo, hubo una protesta a la decisión por otro alguien
que ni siquiera fue tomado en cuenta para el certamen…
En fin, estamos frente a
una obra deliciosa, amena y, para los hidalguenses, especialmente para
nosotros, orgullosos Tulancinguenses, |llena de reminiscencias locales.
Pero como dice el propio
Maestro, “el lenguaje es un rodeo…” dejemos que sea él
quien nos hable de su propia Noche…
Muchas gracias…
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