Cuántas veces el son de un parachico
su cauda de dolor relata
con la pompa salvaje del terreno,
como marco,
bajo la falsa faz de alegre mascarada.
Alegría del dolor.
Congoja disfrazada.
Alegría.
Dolor...
I
Chiapas,
corazón de selva
con latidos de marimba en la espelunca.
Chiapas, verde y negra,
con el verde de la patria nueva
y el negro ensangrentado del chamula.
Esencia de David en partitura,
dolor que Lázaro sin miedo retratara,
flor que nace de la espuma del océano
y se extiende entre los ritmos de las ranas.
Chiapas,
paraíso e infierno,
infierno y paraíso,
átomo universal de muerte y esperanza,
sentimiento en el que el viejo tiempo muere
y la llama redentora se alza.
Sirena dolorida del sureste
perfumada de plátano y de caña;
alondra con entrañas de madera,
madera y pan, pan y madera;
tecla que vibra, alimenta, ensueña,
solloza, gime, canta,
y levanta su epinicio en patria chica
que después de que en el éter se condensa
como lluvia desde el cielo se abalanza.
Sutil princesa que con frente orlada
por el rojo reventar de los cafetos
embrujas con el sortilegio de las noches mayas
y aprisionas entre ritmos y suspiros
y entre las redes y el vaivén de hamacas,
el rumor de las olas que se estrellan
sobre las playas candentes que te cantan.
II
Mi vida es tuya, Chiapas,
por tu historia y por tu hechizo maya,
por tu ritmo y tu razón de hamaca.
Mi vida es tuya, Chiapas,
porque las letras que forman tu palabra,
la palabra que amé desde mi infancia
y la sentí en el monte y la barranca,
son siete besos de hembra enamorada,
siete besos de madre, de incienso,
de brisa, de luna y de alborada.
Mi vida es tuya, Chiapas,
porque fui llevado de la mano a tus altares
por la letra de Rodulfo Figueroa;
porque supe del amor que te ofrendaron
los mártires de bronce del Tepetchia
y porque una tu hija me ha enseñado
la magia y la belleza de tu aurora.
Mi vida es tuya,
como lo es la inmensa partitura del Vals Tuxtla,
mi vida es tuya
como el son de la marimba que te canta
y el agridulce del fruto que te endulza;
Mi vida de presentes y de abuelos,
mi vida, que la nostalgia nimba,
es llanto y risa,
y al igual que tus marimbas
te trova bajo el manto de tus cielos.
III
Chiapas, nacida de contradicciones,
muchacha
que luces las sedas y flores de tu vestimenta
y bailas al llorar de tu Vals Tuxtla
o al frenético reír del zapateado
que interpreta feliz Rascapetate
o en simbólico vibrar Las Chiapanecas.
Mientras tu carne de caoba late
y el Soconusco se vierte en chocolate
te refresca tu sabor de tascalate.
Me arrebata con fuerza la emoción
en compases de abuelo bolonchón
el catorce de septiembre, fecha del destino,
y es el mismo sol y el mismo son
los que alentaron a los héroes idos.
Chiapas, Tierra de chía,
¡cómo siento palpitar el corazón!,
legendaria cintilación
de los nueve fulgores de Balún Canán;
como te veo transformada en jicalpeztle,
pletórico de flores,
y gozo de tus venas hechas ríos
donde hunden sus cuerpos las mujeres
bronceadas por el beso de los soles
que incendian la paz del caserío.
¡Cómo vivo de tu eco!,
del eco de la tierra del chamula,
del eco que deambula
y que en tu estancia,
lo adivino escalando el Tacaná;
navegando en origen Mezcalapa;
en La Piedra de Huixtla,
en Bonampak
y en los murmullos de la pila en Chiapa.
En el suave decir de los zorzales,
en el ósculo de efluvios matinales
y en el son de tus marimbas.
En tus noches, que también son noches mías,
en tu concierto fugaz de chirimías
y en los sollozos de tu bosque fimbria.
En el ímpetu hostil de tus tormentas;
en el grito de las tierras del costeño
y en las serenatas que revientan
bajo el balcón hechizado por su propio ensueño.
Es tu eco, Chiapas,
y vive en mí;
vive en mí,
el eco de la piedra, de la llama, de mi casa;
el eco del burgués,
del proletario,
el eco de mi ensueño provinciano,
el eco de mi cielo
que es tu cielo;
el eco de tu raza
que es mi raza.
Ese eco que adoro y me embelesa
y me liga a tu dolor y a tu grandeza,
es el tuyo,
es el mío,
es el eco aprisionado entre tus mapas,
y ese eco de marimba vocinglera,
ese eco,
ese eco
parece que dijera:
¡Mi vida es tuya, Chiapas!