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Diurno en la muerte de
Emiliano Zapata
por Roberto López Moreno
Un día
como hoy, 10 de abril, fue asesinado el gran Emiliano
Zapata.
Emiliano Zapata,
daga de duelo en la entraña de tu madre,
lágrima lumbre en el vientre de tu madre,
ardor de barro en el cuerpo de tu madre,
cadáver tejido a raíz de pólvora,
cabalgata en el polvo
a viva ausencia.
Emiliano
ejército de ejidos con la abstinencia en armas,
hoy grito sin nombre en el pozo de la noche,
tu madre te busca, te llama
—llama enhiestra del maíz—,
repite tu nombre entre las cañas
y sólo encuentra un hijo muerto
con surcos a traición clavados en la carne de su día,
y sólo encuentra tu silencio entre sus voces,
tu ronco manantial acribillado.
Ella te
cubre entonces con su rebozo vegetal,
te lava las heridas
con sus lágrimas, ríos furiosos,
dulcísimas corrientes indefensas
y besa tu nombre sobre la frente abierta,
predio de la ternura,
receso ensangrentado.
Qué enorme soledad la de sus manos,
qué llanto tan rencor
su agricultura rota,
qué modo de sangrar por tus heridas
su angustia descarnada
sobre el barro brutal de su lamento;
qué modo de palpar tu sangre
cuando la tarde derrite
los horizontes de sus ojos ardiendo.
Y
mientras… tú, jinete de vida,
cosechando la muerte en cada poro;
y mientras… tú, fuego desecho,
naciendo libertad para los buitres,
para los del festín, en esta hora de espanto,
de tragedia,
de plomo al hombro de la noche,
Emiliano
muerto
¿En qué Genaro? ¿En qué Lucio?
¿En qué barranca nuestra
te está gestando la madre que aún te llora?
¿De qué llaga levantarás tu carne a vegetal y arcilla?
Muerto
tea, barro río
enmauserando el amor de los arados;
luz puñal de los humildes que esperan de tu siembra,
de tus incendios enverbando la llanura,
rehaciéndola.
Por ahora
el festín ríe y se agita
y los asesinos se construyen diariamente
una bestial patria
de bestias revolcándose en estiércol.
Por ahora el festín está de fiesta.
Ahora
es tu silencio,
tu madre se enllaga de tu cuerpo,
se tiende junto a ti,
de semilla a impotencia desgarrada.
Emiliano Zapata,
tu madre te busca,
solloza por el hijo
tierra de su tierra,
niño de su tierra.
Tu madre te reclama, tiembla,
brama su dolor profundo,
y llega a tanto ese dolor amargo,
que te inventa de nuevo en cada cuna,
en cada filo,
cada vez que la posee el relámpago.
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