Inició desde el 31 de Diciembre, fecha de su nacimiento. Este Homenaje se publicó en forma interrumpida hasta hoy. Faltan 4 fechas más para presentar documentos. Se publicaron siete poemas que se imprimieron originalmente en mi cuaderno “Siete notas para un poema” (1978) y luego, un año después, como “Silvestre Revueltas” en el Fondo de Cultura Económica. En esto he insistido mucho a lo largo del Homenaje y ahora diré por qué, Se publicaron también otros tres breves poemas míos que aparecieron en tres diferentes libros. Esta es la historia:
Desde mediados de los años 60 y toda la década de los 70, el compositor fue ninguneado con saña por la burocracia cultural del país. Se le hacía pagar en esa y en otras formas al genio de los Revueltas la participación de José Revueltas en los acontecimientos del 68. Yo, periodista, amante desde siempre de la obra de los Revueltas (Silvestre, Rosaura, Fermín, José) me enfrenté desde mi humilde atalaya pero con toda mi energía a esa injusticia, aunque era la lucha de un hombre solo contra toda la inescrupulosa maquinaria.
“Yo lo apoyo -me dijo el poeta Carlos Pellicer y agregó y lo dejó por escrito –A Revueltas lo hemos lastimado tanto… luchar por su música, por su recuerdo, es hacerle mínima justicia; que le pongan a una avenida su nombre y al principio de ella un busto, promuévalo, yo lo apoyo”.
Junté el material suficiente para hacer una publicación pero todos a los que acudí se negaron a participar en ello. Diarista yo, tenía asignada como fuente periodística, el sector energético y dentro de él estaba considera la Comisión Federal de Electricidad. Como las casas editoras se negaron acudí a la CFE, que estaba dentro de mi cobertura. Dicen que le mostraron el material al entonces Director General, Arsenio Farell Cubillas y que él solamente dijo: “Ese músico fue un gran chingón, ¡publíquenlo!”
Durante un aniversario del Fondo de Cultura Económica fui invitado al coctel tradicional gracias al éxito que había tenido con ellos mi libro de cuentos “Yo se lo dije al Presidente”. Al llegar al sitio vi que el gran Alejo Carpentier (tenía unos cuantos días de estar en México) conversaba con el entonces director del Fondo. Con una audacia que hoy me asombra al recordar el hecho, interrumpí la conversación y le dije al maestro Carpentier que en sus estudios de la música latinoamericana había sido injusto con Revueltas pues no lo había tratado con la altura que su importancia merecía.
-Se equivoca usted, me dijo Carpentier con gesto de molestia -Para mí Revueltas es un personaje de lo más importante.
Volví al ataque repitiéndole que no me parecía que se hubiera detenido lo suficiente en la gran figura, como lo merecía. Antes de que me respondiera puse en sus manos la edición de la CFE.
-¡Pero cómo es esto! –rugió el maestro Carpentier -Esto lo tenía que haber publicado el Fondo. Y volviendo el rostro al director de la editorial casi le ordenó: “esto lo debe editar el Fondo, es al que corresponde”. El director, como acatando una orden dijo: “que lo lleven mañana mismo a mi oficina”. Y el material se publicó de inmediato, sólo que con una ligera vengancita, es el único libro de esa colección, “Testimonios del Fondo”, que en la portada no lleva el nombre el autor, lo hicieron las golondrinas.
Años después, cuando cambiaron las políticas para la suerte de Silvestre y su nombre ocupó nuevamente el lugar que siempre ha merecido, se volvió a tocar su música, aparecieron libros sobre él, le pusieron su nombre a salas de concierto y cualquiera hablaba elogiosamente de Silvestre en el radio, en la televisión, en los periódicos. ¡Como cambian las cosas!
Fue cuando un músico estadunidense, Peter Garland publicó con gran resonancia de críticos y medios, un libro sobre nuestro compositor. Ahí nombraba a decenas de personas hasta a los que habían escrito alguna vez tres parrafitos acerca del músico, y así como son estas cosas, el único que no era citado en sus páginas era yo.
Aunque nunca había sido mi intención de esperar merecimientos, sí me alteró mucho el desproporcionado hecho. Molesto escribí una carta a Garland y él me respondió ofreciéndome una disculpa. Creí necesario hacer más y en el diario La Jornada escribí un artículo dividido en dos partes refiriéndome a todo esto.
Hoy, como parte del homenaje que he venido haciendo a Revueltas desde el 31 de diciembre, fecha de su nacimiento, publico la primera parte del artículo.
Silvestre Revueltas: historia de un cuaderno
Roberto López Moreno
“A Silvestre lo hemos lastimado tanto con la falta de amor y de conocimiento de su obra, con la indiferencia al que es sin duda el más grande músico mexicano, que lo que hagamos apenas será un mínimo resarcimiento al daño que hemos hecho más que a él a nosotros mismos, a nuestra cultura”. El que así hablaba, en un momento verdaderamente inolvidable, era el poeta Carlos Pellicer, en respuesta a una petición que le había hecho.
Resulta que por ese entonces –corría el año de 1972- me encontraba trabajando en la recopilación de datos que sirvieran para armar un cuaderno que se editaría como un homenaje al tan olvidado gran compositor mexicano. Fueron días de mucha fatiga, en los que entré al habla con intelectuales que habían conocido y hasta convivido con Silvestre Revueltas, y de eso pretendo hablar en estos párrafos.
Como cité al principio, una de las respuestas más emocionadas fue la de Carlos Pellicer, gentil, magnánimo, quien incluso me sugirió que encabezara una campaña para que una de las principales avenidas de la ciudad de México llevara el nombre del músico y que en el principio de la misma se colocara su busto “Hágalo –me insistió- y contara usted con mi apoyo en todo momento”.
Decidí no llegar hasta ahí y me conformé con el texto que entregó en septiembre de 1973, en donde relataba cómo Revueltas había escrito la música a unos sonetos de Hora de Junio, obra que se estrenó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Las partes declamadas se hicieron con la propia voz del poeta. Pellicer concluía su escrito con la humildad de los grandes: “La música de Revueltas pulverizó mis poemas”.
Pero así como hubo nobleza, como en el caso del maestro Pellicer, tuve también respuestas agrias, hijas de la prepotencia y de la absoluta falta de solidaridad, como sucedió con el escritor Agustín Yáñez (Secretario de Educación de Gustavo Díaz Ordaz): “Revueltas habrá sido un músico muy importante, pero yo tengo cosas más importantes qué hacer. No tengo tiempo para atender esas cosas”. El escritor y funcionario público había escrito en su novela La Creación un capítulo en el que se refería a Revueltas, por ello me atreví a molestarlo.
Silvestre Revueltas había sufrido en su música y en su imagen un olvido sistemático. Desde siempre había sido víctima del “ninguneo” por parte de la alta burocracia cultural del país y eso, a quienes amábamos desde pequeños su música nos causaba un profundo dolor. De ahí, de en medio de tanto olvido fue que me nació la idea de hacer un homenaje al trascendente personaje.
La tarea fue complicada en ese momento, pues debido a ese olvido al que me refiero la labor para recopilar el material necesario representó fatigas, malpasadas y agujeros en los zapatos. Me llegué a encontrar absurdos como el que viví en las oficinas que fungían como sede del departamento de Música del INBA, en las calles de Dolores, en donde al solicitar el archivo del maestro Revueltas, pusieron en mis manos una carpeta en la que había unas cuantas fotografías del compositor y, como documentación biográfica, un “comic” que se editaba entonces con el nombre de Vidas Ilustradas.
Uno de los empleados me informó que “un viejecito llegaba a ofrecer unas partituras desconocidas del Maestro, pero cobraba cincuenta pesos por cada una y Bellas Artes no tiene presupuesto para esas cosas. Hace tiempo que el viejecito dejó de venir”. Este episodio está debidamente publicado en el periódico en el que colaboraba en ese entonces.
Después de muchos sinsabores y contratiempos, el cuaderno fue publicado en enero de 1974 por la Comisión Federal de Electricidad, dirigida en aquellas fechas por Arsenio Farell Cubillas. Yo no hablé con él, pero sé que dijo: “ese músico fue muy chingón y ese material hay que editarlo”.
Por ese entonces, después de tanta omisión para el duranguense y su obra, empezó a darse una cierta “moda Silvestre Revueltas”. Se escogían fragmentos de su música para La Hora Nacional y cosas similares.
Pero Silvestre Revueltas empezaba a estar ya en la mente de todos. Así me lo dijo una vez Juan de la Cabada, y se fue tarareando sonecitos de los indígenas campechanos que en alguna ocasión le tarareó a Revueltas en el barco en donde hicieron juntos el viaje de la Guerra Civil Española al Cardenismo mexicano.
Publicado en el diario La Jornada, el miércoles 31 de octubre de 1990.
Primera Parte.