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La nave de los locos
Ensayos periodísticos sobre la política y la cultura
de Roberto López Moreno
LA NAVE DE LOS LOCOS
La edad media enfocada desde nuestros
días nos ata a los tiempos y nos hace pensar en el
interior de aquella nave en la que hacinados los
pacientes de demencia de pronto se ven abandonados a su
suerte en la inmensa soledad del mar. Mar y alienación,
lo demás, mudos horizontes de azul sal, lo demás, y nada
más. Si se está en condiciones de recobrar por momentos
la lucidez, la certeza del destino impuesto por los que
quedaron en tierra a vivir su normalidad cotidiana, debe
ser terrible, abrumadora entre la marea y la locura. El
concepto poético-aterrador fue retomado por El Bosco y
en la actualidad habita uno de los salones del Louvre.
La noción de La nave de los locos ha vuelto a tomar vida
en las diferentes ansiedades del hombre. Vicente
Espinel, ese brillante escritor del siglo de oro
español, la aplicó en algún momento. Así ha sido
utilizada para titular obras literarias, ensayos del
pasado o contemporáneos, para nombre de aventuras
editoriales, etc.; Leticia Ocharán y yo la retomamos
hace años para nombrar la colección poética de una
editorial que pretendimos fundar, Ediciones TEA, a la
que solamente alcanzamos a aportar seis breves títulos.
Usé está idea en una columna que por sus características
la considero única en el mundo. Era una columna dividida
en dos partes; la primera, estaba escrita en tipografía
normal y era una noticia cualquiera generada en el mundo
cultural. La segunda parte aparecía en letras cursivas y
era un comentario sobre la noticia dada en el párrafo
anterior. Esta segunda parte se escribía con un lenguaje
poético, cerrado al máximo, para exigir al lector un
esfuerzo de concentración (leyendo así un texto escrito
en la más filosa expresión de poesía, de la más
hermética). Esta singular columna fue editada primero en
El Universal, bajo la dirección de Paco Ignacio Taibo I
y después de tomarme un descanso necesario volvió a
aparecer en El Financiero bajo la dirección de Víctor
Roura. Pareciera increíble que una columna tan difícil
haya encontrado tan buena acogida por los lectores tanto
de El Universal como después de El Financiero. Hoy, La
nave de los locos da título a este tomo de ensayos
periodísticos, que intenta oficio lámparo en medio de
procelosos océanos más océanos que cuando la marea en la
que la Edad Media se deshacía de sus perturbados en una
nave sin piloto y sin destino, marea y disturbio a los
que he querido buscar un mínimo sentido desde la necedad
(desde la necesidad) de subsistencia.
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