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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
Cuando
nos quedamos sin palabra
Pero las calidades que se han dado en las artes
plásticas no tienen parangón ni remotamente, en la
literatura. Aquí las malas artes del Norte sí han
alcanzado un efecto mayor; la enorme mediocridad de corrientes –la
conocida como de la onda, por ejemplo-, con todo
el apoyo que recibió de los críticos literarios,
principalmente estadounidenses, se encuentran a años luz
con relación a lo alcanzado por los artistas plásticos.
La misma violencia fue empleada, el mismo apoyo de
crítica fue accionado, si acaso con una mínima
diferencia de años, para acabar con la era de los
gigantes, y desgraciadamente se podría admitir que lo
han logrado en gran medida. A la era de los gigantes (se
podría hablar de los grandes: Revueltas, Rulfo,
Gorostiza, Castellanos, Arreola) ha sucedido la era de
los enanos. Y todos contentos. Los críticos,
inmorales en gran mayoría , sumándose a este juego atroz
que mina identidades y grandezas, tienen que estar
repitiendo a toda hora, como forma de autoconvencimiento
, que la narrativa y la poesía actuales en México gozan
de cabal salud. Hay que convencerse y convencer con base
en la repetición constante del dicho.
Contra los grandes, la onda; y lo que ha venido
después, ensalzado en las universidades estadounidenses
y diseminado desde ahí hacia otras esferas receptivas.
Una literatura menor ha sido ésa, sin hondura, de
superficialidades sin fin, de una filosofía clasemediera,
desnacionalizada y despreocupada, alejada de los
profundos asuntos que movieron a nuestros grandes
autores latinoamericanos, plagada de frases en inglés
como uno de sus recursos estilísticos, con propuestas a
favor del mal gusto musical y de otros malos gustos, nos
invade –salvo muy honrosas excepciones- desde hace
algunas décadas. Las culpas se pagan. Aquella generación
o alguno de aquellos quisieran ser ahora la Generación
Mester, pero seguirán siendo, aunque no lo quieran ya,
la generación de la onda, porque para eso
trabajaron, por ello fueron lo que llegaron a ser, por
ello recibieron a su debido tiempo los elogios de Menton,
Brushwood y muchos otros.
Algunos de aquellos, a tantos años de distancia, han
pretendido empatarse con figuras como la de Cuevas, como
reconociéndose en el tiempo, arrojados al mundo por una
misma matriz, pero no hay empate posible entre estos
escritores y aquellos pintores, dado el tiempo
transcurrido y la abismal diferencia de calidades.
Ninguno de la corriente literaria mencionada podría
equipararse con el talento de los Cuevas, los Felguérez,
los Héctor Cruz y tantos más. Aquí sí el hoyo de la
resistencia fue de grandes, muy grandes, dimensiones.
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