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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
El
gringo culto
A través de los medios de comunicación, de la entrega
de intelectuales nativos en pos de privilegios
personales, de la total indolencia de los gobiernos del
Sur y hasta de las organizaciones de izquierda de
la región con relación a la cultura, de la creación de
organismos oficiales que nacen siendo auténticos
elefantes blancos al servicio de los intelectuales más
entreguistas de cada país –que detienen a toda costa el
verdadero desarrollo cultural y libertario que nace en
el seno de los países, por medio, por ejemplo, de un
corrupto sistema de becas y de pícaros metidos a
críticos de las artes-, al Sur se le está golpeando de
muerte en el centro de su fuerza, en el eje fundamental
de su resistencia.
El ataque ha sido sistemático:
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En la década de los cincuenta se consolida un
movimiento de reacción en contra de la Escuela
mexicana, apoyado desde afuera, desde los
Estados Unidos en concreto, y que tenía en sus
raíces en una corriente inmediatamente anterior
encabezada por Manuel Rodríguez Lozano y apoyada
por un grupo de poetas conocidos como los
Contemporáneos, quienes sustentaban la universalización
del pensamiento, junto con la
despolitización del arte. Entre la década de
1950-1960, los pintores en reacción contra la
Escuela Mexicana son favorecidos al abrirse para
ellos un gran mercado de arte en el extranjero,
especialmente en lo Estados Unidos, mientras el
Pan American Union logra penetrar en el país e
imponer sus directrices estético-políticas.
Frente a las corrientes realistas, surgen las
del arte abstracto o bien las de un arte
figurativo basado en la expresión existencial
del individuo. La OEA apoya desde Wáshington las
nuevas proposiciones. (Benito Messeguer en
Chiapas.) |
Leticia Ocharán recuerda en su texto El arte en
México después del muralismo, publicado en Moscú,
cómo entre 1952 y 1953 la galería La Prisse, más que una
galería, fue el centro de reunión cultural más
importante de aquellos años, porque el ideal
individualista como inspirador de lo creativo obedecía
mejor a su concepción romántica del arte y del artista,
y, por supuesto, contraria a los ideales del muralismo.
Una campaña estadounidense muy bien organizada acabó
prácticamente, no sólo con el muralismo, sino con casi
toda pintura de contenido en México y en América Latina.
“De hecho”, afirma el maestro Antonio Rodríguez, “se
combatió el nacionalismo mexicano en la misma medida en
la que se exaltó el nacionalismo artístico del Norte”,
representado en el expresionismo abstracto. En 1964 fue
inaugurado en México por el entonces presidente López
Mateos en el Museo de Arte Moderno, que vino a
representar el espaldarazo final a todas éstas
corrientes. Fue cuando se produjo el escándalo del Salón
Esso, precisamente en las instalaciones del nuevo museo.
La compañía petrolera estadounidense Esso, de tan
nefasto historial para América Latina patrocinó en el
continente una serie de concursos (“semifinales”) en
apoyo a las nuevas corrientes. El realizado en México
(seguramente los hechos fueron similares en las demás
naciones) estuvo rodeado de graves inmoralidades por
parte del jurado. Uno de los actos que provocó mayor
repulsa en esos días fue que uno de los premiadores, el
escritor Juan García Ponce, fuera hermano del premiado,
Fernando García Ponce –por otra parte, magnífico pintor
dentro de las nuevas corrientes-. Finalmente, los
triunfadores de la “semifinal” de México fueron
rechazados en la “final” de Nueva York. El Primer Mundo
accionaba el freno. Los tenebrosos petroleros,
beneficiarios y columnaria de un sistema que ha
masacrado a nuestros países, había realizado su concurso
internacional de pintura. Los torvos habían lavado su
rostro en el arroyo de la cultura.
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