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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
La derrota de la música
Pero en donde la derrota amenaza con ser total y
definitiva es en la música. En un continente en el que
nacieron Revueltas, Villa-lobos, Ginastera, Ponce,
Roldán, García Caturla, Camargo Guarnieri, Cordero y
demás grandes, la música de concierto constituye, para
nuestra vergüenza, el mundo del abandono. Los atropellos
y las omisiones que sobre este renglón se registran a
diario en nuestro continente forman una lista de
ignorancia forman una lista ignominiosa. La falta de
apoyo para esta forma de arte, que requiere de manera
forzosa el subsidio de los estados, constituye otra
frase de la agresión a las más genuinas expresiones de
la identidad, situación de la que sólo se salva con su
programa de educación y difusión musical la república de
Venezuela.
Fuera de la sala de concierto, en el ámbito de la música
popular, lo que cantan y bailan las mayorías en las
calles, en los salones públicos, en el interior de los
hogares, es la debacle. Los medios electrónicos y
discográficos, han jugado a la perfección su papel
corruptor. Si toda obra de arte solamente puede ser
posible mediante la existencia de un emisor y de un
receptor, la dimensión del daño se delínea en el mal
gusto musical que se ha impuesto a los escuchas del
continente, que de alguna manera es el mal gusto que los
dueños del capital y la industria le han impuesto a los
pueblos del mundo, como parte del suicida salto hacia
atrás que ha dado el planeta en nuestros días. La
elementalidad más ruin, el cavernario retroceso
disfrazado de modernismo sólo porque es elevado a
demenciales decibeles, la más grosera monorritmia,
apoyada en el switch y la clavija, ha constituido una de
las más arteras armas en contra de la conciencia
latinoamericana, en contra de nuestra música original,
tan llena de sapiencia, poesía y magia.
En este sentido, el daño ha sido tan grave que hasta los
más doctos disertadores de las ciencias y los
humanismos, en el momento de hablar de sus gustos
musicales exhiben el deterioro. Un estudioso serio y
profundo puede discernir doctoralmente sobre sociología
o literatura, pero a la hora de hablar de la decadencia
cultural, jamás mencionará el renglón de la música,
porque él mismo está sumergido en esa bancarrota, muchas
veces sin haberse percatado de ello. En este sentido, la
alevosía y el mal gusto del Norte han ganado la partida
estrepitosamente.
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