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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
La era de los elefantes blancos
Y sin embargo, el dinero de las naciones pobres se gasta
a manos llenas en nombre de la cultura. Para
complementar la traición, se crean macroorganismos
culturales en países en los que, por esencia, se carece
de un programa cultural de gobierno. De esa manera, para
impedir el acceso del pensamiento independiente, los
ríos de millones de pesos se ponen en manos de
funcionarios ineptos, con la orden de favorecer y
fortalecer aún más a los intelectuales de la traición.
Recordemos aquel ridículo pasaje, en el que uno de esos
funcionarios, Víctor Flores Olea, encabezando el
macroorganismo cultural por excelencia de México,
utilizó el dinero de un pueblo empobrecido para
beneficio de un grupo de intelectuales prepotentes,
cuyas posiciones dañaban precisamente el desarrollo
cultural de ese pueblo. Después de que estos
intelectuales todo lo obtuvieron del servil funcionario,
ellos mismos promovieron su caída, ridiculizándolo ante
la opinión pública. Éste es el lamentable funcionamiento
de los millonarios microorganismos, mientras el índice
de analfabetismo está ahí, presente, recordándonos que
en la única nación nuestra en el que ha sido enfrentado
de manera efectiva es en la bloqueada y calumniada isla
de Cuba, a la que estos intelectuales abusivos tanto han
atacado, así como han pretendido minimizar a nuestros
mejores hombres de letras: Huidobro, Vallejo, Carpentier,
Onetti, queriéndoles hacer pagar por su digna filiación
de izquierda.
Los criollos mentales siempre resultan favorecidos con
la creación de los elefantes blancos de la cultura.
Aparte, el Norte colonizador también pone en juego sus
procedimientos, mientras se despoja a la sociedad de sus
valores de identidad. La iguana pare al colibrí nace con
el espacio clausurado, con las alas encarceladas entre
las paredes de la muerte. Por delante están los negocios
del Norte, y parece que eso fuera lo único que importara
en el planeta. Cuando se creó el boom latinoamericano,
fue el mercantilismo, y nada más, de libreros españoles
el artífice de su existencia. Después los vientos del
mercado cambiaron (ellos mismos los hacen cambiar para
seguir engordando la bolsa), y, en la actualidad, esos
mismos libreros de España, como por arte de magia, no
volvieron por mucho tiempo a publicar un solo libro de
autor latinoamericano. Algo muy sucio, que ya sabemos lo
que es, subyace en todo esto.
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