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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
La traición de los intelectuales
Es opinión de los pensadores sinceros, no sólo de
América Latina, el que la humanidad pareciera puesta a
dar marcha atrás, como si hubiera llegado a un punto de
fatiga en el que lo más fácil es el retorno a la
elementalidad. Los músicos, desde Perotin a Bach, desde
Handel a Stravinski, desde Shoemberg a Varése, llegaron
a tal grado de evolución que es imposible desarrollar
más (pareciera), y entonces, como manera de desahogo
para los creadores presionados, se les conecta
electricidad a los instrumentos para dar impresión de
modernidad, es decir, se deforma la magia de la acústica
y se regresa estridentemente a los planos más primarios,
como si la mente humana no hubiera acumulado tantos
siglos de experiencias y sabidurías. Pero tal parece que
esto estuviera sucediendo también en las demás materias
y en las demás artes. Lo que sucede es que se está dando
un ataque sistemático en contra de la cultura por parte
de los gobiernos del Norte, con la abierta complicidad
de los gobiernos del Sur. Cierto es: los monopolios
ciegos y voraces que dominan el orbe están en contra de
la cultura, ésa es la forma más eficaz que han
encontrado para mantener desunidos y mejor seguir
explotando a los pueblos.
En el desleal empeño cuentan con la traición de los
intelectuales. La anticultura mina, y ellos están
dispuestos a ayudar a minar; a cambio, hay todo un
sistema de premios internacionales que dan dinero y
prestigio. La traición está en marcha. El mundo continúa
en el funesto periplo: el resurgimiento del racismo en
Europa, retornando a estadios políticos y sociales que
se creían superados por la historia; la increíble
añoranza por el retorno de antiguas monarquías; el
regreso de violentas burguesías nacionales,
desangrándose entre sí; destrucción y fascismo por todos
lados. En América, una inconsciente derechización de
gobiernos e intelectuales, el retorno a la privatización
y a neoliberalismos que ya desde el siglo pasado habían
demostrado su fracaso; la vuelta a devastadoras
epidemias, cómo el cólera, el paludismo y la
tuberculosis, con la misma fuerza con la que diezmaron a
los latinoamericanos de los siglos XVII, XVIII y XIX,
epidemias prohijadas en el vientre de la miseria.
Pero en el momento en el que más se requiere fortalecer
la resistencia, los intelectuales hacen su trabajo;
ellos están en contra de la cultura, porque la cultura
es peligrosa para quienes detentan el poder. Existe toda
una confabulación de los poderosos y su alcahuetes en
contra de la cultura, es decir, existe toda una
confabulación contra la humanidad, incluyendo la parte
de ésta que, aun viviendo en Europa, Japón o en Estados
Unidos, forma parte también del Tercer Mundo. En una de
sus últimas actividades, el poeta Octavio Paz se
presentó en la Residencia de Estudiantes, en Madrid,
lugar en donde se reunían García Lorca, Alberti y otros
distinguidos escritores de aquella generación. El poeta
mexicano, ante un lleno total, leyó parte de su libro
más reciente y de otro que aún estaba inédito. Lo leído
fue de una simplicidad que ni siquiera como burla a la
poesía se puede tomar, por lo anodino de los textos.
Aún así, el escritor, a quien yo en lo personal he
considerado como el más grande poeta mexicano después de
López Velarde, comentó frente a su atiborrado auditorio
que estaba leyendo la parte más importante de la obra
escrita por él en su vida. La traición de los
intelectuales en vivo. La desculturización del mundo en
punto. El golpe a la resistencia en la forma más artera.
Advierte esa gran mexicana Aurora Reyes, en un poema
dedicado precisamente a López Velarde: “ya vienen,
Patria Suave, ya vienen otra vez los mercaderes”.
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