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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
Libertad a fuerzas.
De los orígenes de este liberalismo en América Latina,
ahora llamado neoliberalismo, James Petras recuerda:
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La libertad universal proclamada por los
liberales significaba en la práctica la libertad
de enajenar tierras de los indios y de la
Iglesia, iniciando así un nuevo ciclo de
gobierno enclavado en las plantaciones de
exportación relacionadas con el mercado mundial.
La libertad de la autoridad tradicional,
predicada por los intelectuales liberales, se
convirtió en la base para imponer la tiranía de
los terratenientes propietarios sobre los indios
sin tierras y los pequeños propietarios. Esta
revolución liberal dio lugar a esas perversiones
del lenguaje tan comunes en el siglo XX: la
gente fue forzada a ser libre.
La pregunta inquiere qué pueden esperar nuestros pueblos
–ya hay además una experiencia anterior- de una
ideología basada en una competencia feroz, con definidas
formas de egoísmo en su estructura, que pelea por la
libertad de tener y que ésta obviamente se inclina a
favor de quienes detentan la fuerza del dinero y de las
armas. Para que la libertad del individuo sea real –dice
el pensamiento clásico liberal-, se requiere la vigencia
plena de la propiedad privada, buena propuesta que se
pasea frente a las narices de quienes desde hace siglos
fueron despojados, no sólo de sus bienes materiales,
sino hasta de sus creencias religiosas. |
Si para Adam Smith la desigualdad en la riqueza y la
injusticia en las relaciones sociales son inherentes al
sistema económico liberal, reconocimiento al calce de la
acción capitalista, para Hayek, dentro de este
liberalismo ya maquillado con la palabra neo, esa
desigualdad y la miseria que le resulta, tanto en el
orden material, como en el moral, se circunscriben a un
fenómeno estrictamente privado, igual que sus posibles
soluciones en las que el Estado, por respeto a la libertad,
al libre juego de mercados, no debe intervenir,
es decir, el cordero abandonado a su suerte en las
garras del león.
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