La nave de los locos
por Roberto López Moreno
No hablaré del terror
No hablaré del terror.
Hay un sol oscuro que rige sobre este ya largo y difícil
horario nuestro. El signo bajo el cual se mueven
nuestros pueblos (América es un crisol de etnias) ha
sido hasta hoy el de la ineficiencia, con un dramático
saldo de violencia y miseria.
El modelo liberal en el que hemos fincado nuestra vida
diaria ha sido incapaz de superar los tradicionales
cuadros de discriminación y sobreexplotación de seres y
de recursos naturales que llevan forzosamente a la
pobreza, a la ignorancia y a la insalubridad, elementos
que se traducen en un solo y terrible hecho: muerte.
Desde esta perspectiva, el neoliberalismo enarbolado
actualmente no puede ofrecer más que el refrendo –con
nuevos maquillajes- del antiguo rostro descarnado que
sigue estando ahí, más allá de la máscara. Este
neoliberalismo de hoy (ya para muchos en lecho de
muerte) levanta la bandera de una democracia en la que
subexisten 185 millones de pobres, en una región en la
que 40% de los hogares no alcanza a consumir el número
de calorías necesarias para una vida sana y 88 millones
de indigentes se encuentran confinados en el más
absoluto abandono.
Hay otras cifras que por su parte también ilustran el
horror. Éstas proceden de la CEPAL: en 1986, en América
Latina, con 409 millones de habitantes, existía un 36 %
de población urbana en la pobreza, 40 % de ella en
extrema marginalidad; 61% de campesinos pobres y, de
ellos, 37% absolutamente miserable, lo que arrojaba una
cifra de 270,9 millones de pobres, números que es fácil
comprender, se han incrementado a la fecha.
Cualquiera de estas cifras que se prefiera dibuja a
sangre y sombra el magro paisaje de nuestras democracias.
|