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La nave de los locos
de Roberto López Moreno
Ricos contra pobres
La lucha de resistencia
iniciada hace más de 500 años persiste en nuestros días,
dado que los pueblos se niegan a morir por
aplastamiento, pero en esa resistencia, vista desde las
características que nos impone la actualidad, no se
trata de ser antiespañol –sería un absurdo-, sino
antiimperialista, y aquí sí habría que admitir que los
gobiernos españoles se obstinan en pertenecer a la
malhadada cohorte imperial, aunque sea en calidad de
hujieres. Su espíritu es ése, y no se resignan a
abandonarlo; es su esencia, su sustancia, es el Norte
necio y prepotente, reafirmándose en su insistencia
antinatural.
Pero esta actitud se
argumenta a cada paso, como si hubiera argumento válido
para justificar la antinaturaleza, y en el juego de
espejos propuesto al principio de estas líneas vemos a
Rajoy tratando de convencer a Cuauhtémoc y a Túpac de la
criminalidad que encierra el que una altanera isla del
Sur trate de defender su dignidad y su soberanía. La
misma lucha de hace más de 500 años: el abuso del Norte
y una cada vez más precaria resistencia del Sur.
Las épocas provocan
singularidades. Cuando las tropas de Hernán Cortés
avanzaron hacia México-Tenochtitlan (el mismo fenómeno
se dio en la conquista de los Chiapa), fueron recogiendo
la suma de los pueblos agraviados, vencidos en la guerra
y expoliados con asfixiantes cargas tributarias. Había
odio, que fue militando al lado de la causa española,
ensanchando el ejército, proporcionándole información
topográfica y valiosos recursos estratégicos. La
conquista de México (el holocausto) se logró con la
propia sangre autóctona. El odio entre los propios
originales de estas tierras hizo caer el Estado más
poderoso de Mesoamérica.
En las gestas de hace
cinco siglos una serie de insalvables rivalidades
internas minó indefectiblemente la resistencia bélica de
los mexicas, quedando solamente el recurso de una
resistencia pasiva, mantenida a través de muchos años de
dolor. Esas rivalidades hicieron posible que el poder
extranjero destroncara al poder local. Fue un
encontronazo violento entre dos poderes, un combate a
muerte entre el poder interno y el que venía de fuera,
tocándole al primero asumir el terrible cargo de la
derrota.
A 500 años de tales
sucesos, desde el campo de la resistencia se delinean
otras perspectivas. Si bien es cierto que el poderoso
Norte continúa en el ejercicio de su bárbaro saqueo en
detrimento del Sur, también lo es que ahora los
poderosos internos se unen al sojuzgador externo, dentro
de un cuadro en el que las políticas nacionalistas ceden
cada vez mayores terrenos, ya por medio de entreguismos
groseros, ya mediante la instrumentación de mecanismos
comerciales y económicos que le dan a la entrega un
rostro de cálculo político, de análisis técnicos en pro
de supuestos beneficios y desarrollos.
Si antes los sojuzgados se
unieron a los invasores para tomar venganza, ahora son
los mismos poderosos de adentro lo que se asimilan –en
plan de sirvientes- a los poderosos de afuera, para
seguir gozando en esa forma de su situación de
privilegio. Esto arroja, entonces, un ineludible marco
simplista que nos remite a la misma vieja lucha de
siempre, a la lucha de ricos contra pobres. Las
burguesías internas aliadas a los poderes externos, a
los intereses del club, sirven en muchos casos de uña
que saca las castañas del fuego y ayudan a configurar la
misma actual historia de la conquista y el hurto,
llevando a los pueblos como víctimas.
El poder del Norte y de
sus aliados criollos en los diferentes países crece cada
día más, y es a los amplios sectores proletarios a
quienes toca formar el bloque de resistencia. En una
transportación de valores, identifiquemos el valor Norte
con el valor ricos y el valor Sur con el valor pobres.
Solamente que en el Norte, que no conforma un bloque
homogéneo, se da también la división ricos =
financieros, industriales, detentadores del poder
económico y político; y pobres = las enormes
masas de asalariados que si bien gozan de niveles
superiores de vida con relación a los pobres del Sur,
que de alguna manera financian a los primeros, son
también marginados de las esferas de decisión. Entre
estos sectores suman también, y en gran medida, las
minorías étnicas.
Por lo que respecta al
Sur, la división entre ricos y pobres se da entre
criollo, solidificado desde las luchas de Independencia,
y las masas de trabajadores que desde su miseria
patrocinan un estándar de vida más elevado a sus
hermanos trabajadores del Norte.
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