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La nave de los locos
por Roberto López Moreno
Sí,
Dios estaba enfermo
César Vallejo nació un día en el que Dios estaba
enfermo, grave. El sino del poeta también fue heredado
por la parte de continente que nos toca. La adversidad
es pan cotidiano. El modelo aniquila en vez de
favorecer. Sus posibilidades están agotadas. Entonces,
en medio de tanto deterioro, surgen los nuevos proyectos
para intentar la permanencia. Se habla de integración
entre los modelos nacionalistas, que lo han sido de
ineficiencia hasta la fecha, pero la integración que se
propone es estrictamente comercial. Se habla del
establecimiento de tratados de libre comercio, pero se
pasa por alto la realidad de las asimetrías entre países
con problemas de indigenismo, con déficit propios de
tercermundismo del que proceden, y países altamente
industrializados, beneficiarios tradicionales de la
explotación irracional de hombres y mujeres y entornos
geográficos.
Quizá la unipolaridad a la que ha llegado el mundo de
hoy cierre toda opción para erradicar en definitiva el
modelo de la ineficiencia (por otro lado, el proyecto
socialista en América se encuentra más isla que nunca).
La acción en esas condiciones habrá de consistir en
dotar de humanismo, en lo más posible, a ese liberalismo
que hasta el momento ha tutelado la tragedia.
Es falso hablar de modernidad cuando se habla desde la
cúpula y sospecho que son falsas también las soluciones
que se den desde la mesa del tecnócrata, desde las
fórmulas del estratega, es decir: desde la cúpula
también. Seguiremos, en todo caso, en los empeños del
maquillaje. Buscar soluciones desde las teorías
economicistas del neoliberalismo significa seguir
empedrando los caminos del infierno. Los Estados Unidos,
Europa y Japón bien nos ayudan en ello. Nuestra
democratización empieza con el voto atado, cuando se
emite, y concluye con el retorno de epidemias propias de
siglos pasados, como el cólera.
Sólo en América del Sur la deuda externa en 1990 fue de
432 mil millones de dólares. En el hemisferio norte,
México es uno de los países más endeudados del mundo.
¿Qué democracia puede ser posible con esa guillotina
sobre la nuca? Se puede afirmar con total certeza que de
esa manera pierde operatividad cualquier redefinición
del papel del Estado que pretendiera abolir la
ineficacia burocrática impulsando los procesos de
privatización. Si lo que se planee fuera de estas
especulaciones copulares cae en los terrenos de la
utopía, entonces habrá que trabajar sobre la utopía
hasta convertirla en realidad, y por lo tanto en
proyecto viable.
Es práctica usual de nuestras esferas rectoras relegar
los hechos culturales a los últimos planos. La luz es
veneno (parecen discernir), y por ello nuestros países
han carecido siempre de una verdadera política cultural,
y los programas educativos deambulan en nuestros planos
tan ineptos como el sistema que les ha dado vida.
Es claro que la educación y la cultura constituyen la
semilla de la humanización que debemos instaurar.
Siempre he sostenido que el procedimiento se inicia con
la liberación de los sindicatos; las organizaciones de
los trabajadores deben responder plenamente a los
intereses legítimos de la población, y para ello se
requiere que sean regidos por los verdaderos
interesados.
Dentro de esta óptica, el planteamiento es el siguiente:
la recuperación de los sindicatos, para asegurar una
educación real y humanista (para alcanzar la cultura)
que atienda tanto las necesidades nacionales como las
etnias. Por medio de una educación adecuada, crear
aptitudes para la defensa de la vida social y de la
ecología, su casa; anular el aislamiento impuesto al
socialismo americano, que, aunque ha demostrado ser un
sistema más justo dentro de la realidad regional, no se
le ha permitido desarrollar su potencialidad;
prepararnos, entonces sí, para arrancarle al futuro un
necesario y definitivo cambio de modelo.
Solamente así podemos escapar o por lo menos darnos
mayor posibilidad de superar un futuro viejo, como el
que se nos propone, incapaz de dar más de lo que nos ha
dado: muerte y explotación, bajo el espejismo de ese
mito en el que tanto se nos insiste en estos tan duros
días nuestros: la democracia.
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