BUENAS NOCHES,
TULANCINGO
por Gloria Valencia Vargas
¡Como extrañamos! la
tranquilidad de aquellas noches y la alegría de las tardes de esos años 50, y
con éstos evocamos aquel entorno, las costumbres, los sonidos, inolvidables. La
belleza de la ciudad de Tulancingo inspiró
al maestro y compositor yucateco Acrelio Carrillo
y le dedicó la siguiente canción:
BUENAS NOCHES, TULANCINGO
“Buenas Noches, Tulancingo, rinconcito de mi amor.
Yo te conocí un domingo en una tarde llena de sol,
Y yo quedé de ti prendido, cual pétalo de una flor.
como si yo hubiera nacido en Tulancingo, valle de amor.
Hoy te traigo serenata, inspirándote un cantar.
Y con mil versos de plata arrullarte en tu soñar.
Buenas noches, Tulancingo yo jamás te he de olvidar,
que te conocí un domingo, por eso siempre te he de cantar.
Las tardes empezaban a las 5
p.m., después de salir del colegio, (anteriormente estudiábamos tiempo completo
en la mañana y por la tarde) se pedía de antemano a los padres permiso para
pasear y jugar en la Floresta, los adolescentes aprovechaban para encontrarse
con los amigos, compañeros y parientes, el novio o la novia. Eran unas tardes
muy gratas, a las 6 p. m. el escándalo de las aves en los árboles anunciaba que
era hora de irse a casa.
Al anochecer, por las calles se
escuchaba el silbido del carro ambulante que vendía plátanos asados con leche
condensada. Más tarde tocaba el tiempo de ir a comprar el pan, y por algunas
esquinas se encontraba, con un anafre de carbón y un gran comal en el que manos
laboriosas preparaban unas ricas enchiladitas, molotes y pambazos, todo era de
tamaño regular, más bien pequeño que muchos aprovechábamos para comprar. No
podían faltar el bote de los tamalitos verdes, de mole y de dulce, muy sabrosos
que vendían unas señoras tan dulces y amables como los tamales.
En los hogares, a las 7 o las 8
se ponía la mesa donde las familias se reunían para tomar la merienda, que
consistía en una taza de chocolate o café con leche, al centro se colocaba la
charola del pan, era la hora de platicar los sucesos del día.
Llegaba la hora de apagar las
luces para irse a dormir, los sonidos nocturnos empezaban con el silbido del
velador que hacia sus rondines por las calles, y nos daba la sensación de estar
protegidos y seguros, actualmente existe la figura de los vigilantes.
En el siglo XIX, a los
vigilantes se le nombraba el Sereno, quienes se encargaban de que funcionara el
alumbrado público y con su linterna contribuía a que aumentara un poco la luz,
en general cuidaba por el orden en las calles, avisaban a los gendarmes de
peleas, asaltos y a los bomberos de incendios en las casas y los edificios, se
encargaban de que todo estuviera en paz y tranquilidad, los abuelos nos contaban
que por las noches se escuchaba el grito: ¡Son las 12 y todo sereno!
Así describían a este personaje
en 1855:
“Su vida es más larga que
cualquiera otro, porque mientras ese otro ronca, el Sereno tiene conciencia
cierta de que resuella, cosa que muchos no conocen ni aun despiertos. Además de
las ventajas expresadas desde aquí, el sereno tiene otras que se le presentan en
forma de moneda. Dadas las diez de la noche, comienza a hacer que se cierren los
tendajos abiertos hasta aquella hora…” José María Rivera.
No todos los sonidos nocturnos
eran agradables en estas noches de Tulancingo, dos son los que nos despertaban,
los gatos y los borrachines que llegaban a pasar por nuestra calle. Por lo demás
todo era sosiego y tranquilidad. “Buenas Noches Tulancingo”.
Hasta la próxima.
Sus comentarios serán bien
recibidos y tomados en cuenta si los envía a:
lolvalart@hotmail.com.