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MEMITO
Jorge Enrique Escalona del
Moral
Memito tenía un rostro
angelical como pocos niños: su tez blanca, ojos claros, cabello dorado y
suave piel hipnotizaban a cualquiera. Querían abrazarlo y cargarlo las
maestras, las mamás de sus compañeritos, sus tías, el tendero, el
policía, el barrendero, la abuelita, todos. Era imposible resistirse a
sus carcajadas y a sus caricias. Tiene ángel, repetía orgullosa su mamá,
y eso lo sabía Memito.
La muerte del primer niño
en la guardería donde iba Memito provocó el despido de la directora. Fue
un reflujo, se dijo. Nadie vio cuando Memito entró y le dio la mamila a
Lalito, quien empezó a chupar de la botella; de pronto el líquido salió,
salió, salió sin parar mientras Memito sostenía fuertemente el biberón y
lo incrustaba en la boca de Lalito. Mientras veía el rostro desesperado
de su compañero, Memito sentía un gran placer, como cuando hacía popó.
Apretó con más fuerza hasta que el cuerpo de ese niñito moreno oscuro
dejó de moverse.
La muerte del segundo niño
en la guardería fue atribuido a un accidente, más que a un descuido de
la miss. No pude acompañarlo al baño porque los demás niños estaban muy
inquietos, dijo la maestra, sin saber que Memito les había echado polvos
pica pica a cuatro de sus compañeritos para distraer a la mentora y
llevar a cabo su segundo asesinato: el de Luisito, un niñito de piel
oscura que cuando se acercó a hacer pipí sintió un empujón que lo metió
en la tasa del baño donde su cabeza recibió al menos diez descargas de
agua, primero combinadas con orina y después con olor y sabor a
desinfectante. Y Memito gozó al sostener fuertemente esa cabeza hasta
ahogarla.
El tercer asesinato fue el
de Laurita, una niñita de piel blanca, y trajo como consecuencia el
cierre definitivo de la guardería. Nadie se explicó cómo no escucharon
algún grito cuando la puerta del salón de lectura aplastó, y casi
cercenó, los dedos de la pequeña, quien además fue encontrada con la
boca llena de hojas del libro “mis primeras letras” y alrededor estaban
dispersos varios muñecos guiñol ensangrentados, que usó Memito para
pellizcar la cara y sacar los ojos de la chiquilla. La escena causó un
terror sólo comparable al placer que sintió Memito al matar a Laurita,
quien había sido testigo de su primer asesinato y cuya mirada delatora
no lo dejaba dormir.
A la semana siguiente,
Memito entró a la nueva guardería. Sus ojos recorrieron al resto de sus
compañeritos y su naturaleza asesina se exacerbó: todos tenían piel
oscura. El asesinato sucedió tres días después: la conserje encontró el
cadáver, el cuerpo estaba pintado de negro con plumines y la suavidad de
su piel había desaparecido. Las maestras y mamitas lloraron mucho tiempo
la muerte de Memito, ellas habían perdido un angelito y nosotros la
oportunidad de escribir varios volúmenes acerca de un asesino serial.
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