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Saúl Ibargoyen: "El exilio produjo en mí un
desgarramiento incurable"
Entrevista por Tomás Andréu
Entrevista y fotografía por Tomás Andréu
SAN SALVADOR, EL SALVADOR.
Él no necesita presentación, lo dice su vasta obra. Saúl Ibargoyen es la
pluma enciclopédica que canta con ironía, amargura y belleza el “empobrecimiento
material, ideológico y espiritual” que sus ojos han visto a lo largo y
ancho de Latinoamérica.
Nacido en Montevideo, Uruguay en 1930, llegó como refugiado político a
México en 1976. Sin duda, el exilio es un parteaguas en la vida de
Ibargoyen y al mismo tiempo, es una espuela vital en su obra que recorre
la poesía, la novela, el cuento y el ensayo.
En esta entrevista arremete contra los gobiernos neoliberales, “las
traiciones de la izquierda” y los “indecentes productos materiales,
espirituales e ideológicos” que se ven “como nunca se registró en la
Historia”.
El uruguayo-mexicano también les dedica unas palabras a esos “poetas
reconocidos que se lo pasaron o pasan muy bien” sin excluir a esos
“narradores de ultraderecha como el marqués Vargas Llosa”. Su tono
sociopolítico nos rececuerda a otro de los grandes que ya no está entre
nosotros: José Saramago.
¿Qué expectativa tiene en su visita a El Salvador en vísperas de iniciar
el Octavo Encuentro Internacional de Poetas “El turno del ofendido”?
La de otras veces en que tuvimos la alegría de participar: un rencuentro
o, mejor dicho, la continuación de encuentros anteriores con poetas
amigos y con la joven tradición que Metáfora ha logrado establecer en el
ámbito socio/literario de El Salvador y otros países. Su consigna, al
amparo de Roque Dalton podría ser “poetas del mundo, uníos”.
A propósito de esta octava edición dedicada a la memoria de la poeta
salvadoreña Matilde Elena López y en la cual concurren un importante
número de mujeres, ¿qué lectura hace usted de la presencia de la mujer
latinoamericana en el ámbito de la poesía?
Sin la presencia de las poetas en nuestro continente, muchas cosas
carecerían de sentido histórico. Tendríamos otra sensibilidad, seríamos
menos de lo que somos ahora. ¡Vivan las musas!
“El turno del ofendido” es el título de un trabajo que nació de la pluma
del poeta salvadoreño más importante del siglo XX en nuestro país: Roque
Dalton. Tanto Dalton como usted han creado poemarios y textos en suelo
mexicano, pero ¿cuándo fue que escuchó por primera vez de este poeta?
Fue por el muy querido amigo Mario Benedetti, quien había publicado algo
sobre él, creo que una extensa entrevista. Luego, en México, la cercanía
con su obra se acentuó. Yo había llegado a México como asilado político
un año después del asesinato de Dalton. Allá formamos una brigada con su
nombre, en apoyo a las luchas liberadoras del pueblo salvadoreño, y en
particular al Frente Farabundo Martí [para la Liberación Nacional]
(FMLN). Hace unos meses lo recordamos en un acto en homenaje a Dalton.
A usted se le conoce como "el pronunciador de las eses de la vida:
sangre, sudor, semen, saliva, sentimientos, sobrevivencias, sur",
palabras que atraviesan gran parte de su obra, no obstante, ¿qué papel
ha jugado el exilio en su obra y su visión de mundo una vez que tuvo la
posibilidad de volver a su tierra, la cual encontró con otro rostro,
otro estado?
Más allá de la letra “ese”, que es una representación simbólica en mi
trabajo, el exilio –que nunca termina- produjo en mí un desgarramiento
incurable, sólo atenuado por los viajes que hago a mi patria (o matria)
cada año. El regreso, con el fin de la dictadura (1973-1985) y la
recuperación de la democracia formal, burguesa, significó el rencuentro
con una realidad golpeante. El país estaba casi en ruinas, había un
deterioro general, y aunque las fuerzas populares seguían luchando por
mejorar el estado de cosas, los cuatro gobiernos neoliberales que
siguieron a la dictadura, en muy poco o nada beneficiaron al pueblo. Eso
provocó en mí una gran desazón, era otro país: empobrecido en lo
material, en lo ideológico, en lo espiritual. Además, hubo traición en
las filas de la izquierda, hubo intento de liquidacionismo, de destruir,
por ejemplo, al Partido Comunista para debilitar así el Frente Amplio,
coalición y movimiento que, pese a todo, es desde el 2005 la fuerza de
gobierno.
Todo eso generó en mí un ánimo muy amargo y decidí regresar a México.
Ese conjunto de experiencias pasaron, claro, a la poesía y a la
narrativa como un acto de fe tanto con relación a mí mismo como respecto
a quienes siempre han peleado en Uruguay por las mejores causas
nacionales y populares.
A pesar que su vida terrenal ha fluctuado por su país entre el sur
(Uruguay) y el norte (México) y giras por el mundo, ¿la poesía acaba con
los alambrados y las huellas del exilio?
La poesía, o eso que llamamos así, es también un gesto liberador y
compartido, o de lo contrario poco importa a la sensibilidad actual en
un momento determinado. La lengua poética, que debe ser cada vez más
babelizada, puede operar en la conciencia del receptor en cuanto un
cuestionamiento a los discursos oficiales y/o dominantes, al discurso
único que es sostenido por el pensamiento fundamentalista que circula
sobre todo a través de los medios de comunicación de masas. No sólo
aprovechar la riqueza intrínseca de la lengua, sino generar nueva
riqueza lingüística y espiritual en un mundo acosado por la violencia
política, bélica, económica, cultural, ideológica, educativa, religiosa…
Una poesía sin fronteras, como ha sido desde hace siglos, pero llevando
esas fronteras allende sus mismos límites.
¿Qué papel juega lo poesía, el poema, la creación en un México que se
hunde en la violencia y en una Centroamérica cada vez más se empañada
por este fenómeno?
Pienso que no tiene un papel decisivo en cuanto a aminorar esos
desastres. En parte, mi respuesta anterior atiende a esta pregunta. Es
decir, no debemos exagerar la función de la poesía ni menos sacralizar
al poeta. Habría que discutir justamente esa función en el mundo actual
y en nuestro continente. En verdad, las luchas liberadoras y
democráticas se dan abajo, desde el barro social, como alguien dijo. Si
los poetas son sensibles a esa lucha y la acompañan del modo que sea,
con o sin versos, habremos avanzado bastante.
¿Cuál es su lectura del papel que desempeña la izquierda latinoamericana
en el poder?
Hay que mirar país por país. ¿Cuáles son realmente los gobiernos de
izquierda? En ninguno de ellos, salvo la República de Cuba, la izquierda
tiene el poder. Tiene el gobierno, que es otro asunto. En Ecuador,
Bolivia y Venezuela, con matices y diferencias, tenemos relevantes
avances en lo social, lo económico y lo político, con independencia de
la definición que hagan de sí mismas los partidos gobernantes, a más de
que se presentan nuevos actores políticos de enorme peso en las
decisiones. Las etnias indígenas, por ejemplo, y las distintas
organizaciones de trabajadores, a más de la costosa reconstrucción de
las fuerzas de izquierdas tradicionales, muy lastimadas por dictaduras o
autoritarios gobiernos de derecha.
En el Uruguay de hoy, con gobierno de centroizquierda, se aplican en
contradicción con el programa del Frente Amplio (extensa coalición y
movimiento que ganó claramente las elecciones de 2004 y 2009),
lineamientos económicos con rasgos neoliberales. Y, en el marco de una
economía creciente, se desatiende la distribución de la riqueza, con lo
que se niega lo ofrecido al pueblo, es decir “país productivo con
justicia social”.
El tema da para mucho, ver qué pasa en Paraguay, Nicaragua… Se
agudizarán, sin dudas, los conflictos internos y la presión del imperio
será cada vez mayor. No es nada casual el acuerdo institucional entre
Chile, Perú, Colombia y México. Debemos apostar a la unidad
latinoamericana, que ya demostró eficacia en más de un asunto, y
profundizarla en todo lo que sea posible. La lucha será larga y nadie
nos va a regalar nuestra soberanía y la justicia para nuestros pueblos.
Usted ha hablado del “cambalache cultural e ideológico que vivimos y “de
las mafias culturales”. ¿A qué se refiere en concreto cuando menciona
esos términos?
Esa expresión viene del conocido tango de Enrique Santos Discépolo, del
año 1935, cuya letra es en sí, bien posmoderna. Y es que se registra una
mezcla indecente de productos materiales, espirituales e ideológicos
como nunca se había registrado en la Historia. Se beatifica a un Papa
que protegió la corrupción y la pederastia; se acude al terrorismo
democrático por parte de un premio Nobel de la Paz, quien se ocupa de
administrar tres guerras al mismo tiempo; se bombardea a Libia por
“razones humanitarias” en la crisis que aún no acaba, se otorgan miles
de millones de dólares a quienes la provocaron, mientras cientos de
miles de personas pierden empleos y casas. Hay gente que contrae
matrimonio debajo del agua, en burbujas especiales, y hay quienes
estrenan trajes de baño tejidos con hilo de oro. La revista “Forbes”
ubica a un conocido narcotraficante mexicano entre los hombres más ricos
del mundo… Para qué agregar más, solo dando un vistazo a las fotos de la
impúdica “boda del siglo” alcanza. Ah, las mafias culturales… Son parte
de cómo en una país se organiza la cultura para darle a los
intelectuales del sistema determinadas prebendas, becas, viajes,
premios, buenos puestos públicos, etc. Y los otros –la mayoría- quedan
fuera. No importa lo valioso de su trabajo o su dedicación constante.
Hay sectarismo, hay intereses turbios, hay discriminación ideológica.
¿La poesía (los poetas) tienen aún enemigos en este siglo XXI como los
hubo en el anterior?
A veces los enemigos de los poetas son ellos mismos. Se creen que son
pequeños dioses o simplemente no escriben bien. En verdad, no tienen más
enemigos que los luchadores sociales o los trabajadores que pelean por
su salario o los militantes políticos que hacen su lucha por la
democracia real y la felicidad colectiva. Hubo y hay poetas reconocidos
que lo pasaron o pasan muy bien (o narradores de ultraderecha como el
marqués Vargas Llosa).
El poeta es un ciudadano como cualquier otro, cuyo don es trabajar las
palabras en acuerdo con las musas de todos los tiempos. No es poca
responsabilidad. Y debe cantar metiendo en su ritmo la respiración de la
época en que vive, pues ese respirar se juntará con las innumerables
respiraciones que nos llegan desde el fondo de la Historia.
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