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¿Celebrar este día cuando las mujeres ya adquirieron ciertos
derechos que han hecho cambiar al mundo? Sí. Celebrarlo una y otra
vez, celebrarlo siempre porque todavía falta mucho por avanzar, la
mujer sigue sufriendo de violencia por parte del hombre, de una
misoginia y un acoso que no parecen ver el fin y que la conjugación
del avance mundial en las últimas décadas con el feminismo y el
miedo masculino a ser relegado por la mujer, convierte en un nuevo
tipo de machismo, un híbrido que ha provocado la muerte de una
cantidad inverosímil de mujeres en los últimos cinco años, como las
asesinadas por sus propios maridos en España o las tristes muertas
de Juárez por un clan enfermo de sexo.
Este machismo
híbrido se reduce al sexo, exactamente al instinto masculino, a ese
deseo que no puede acallar y que, por lo contrario, exhibe en
muestras de violencia física y psicológica. Es innegable el acoso
del que es víctima la mayoría de las mujeres en países como el
nuestro en que no han dejado de ser vistas como objetos de placer
que, por negarse a serlo, pierden su trabajo o pierden oportunidades
de crecimiento profesional o no obtienen el reconocimiento debido,
en que las convierten en objeto de difamación y mentiras, y, por si
fuera poco, les niegan vivir con libertad, con esa misma libertad de
la que el hombre hace aspavientos.
Es inadmisible que
entrado el siglo XXI, continúen los secuestros de jovencitas por
parte de hombres mayores para obligarlas a casar con ellos, como si
estuviéramos en tiempos de la Revolución, jovencitas que están
solas porque no tienen a quién recurrir y no les queda más que
aceptarlo, hechos que suceden generalmente en la provincia mexicana
y, ante los cuales, las autoridades no dan la respuesta
correspondiente, razón por la que sigue sucediendo. Mientras esto
sucede en México, en Atlanta, Georgia, EUA, Lisa Lynnette Clark, de
37 años de edad, fue arrestada en noviembre pasado acusada de abuso
de menores por contraer matrimonio con un adolescente de 15 años de
edad, amigo de su hijo, de quien está embarazada, porque, como
sabemos, en ese país sí se aplican las leyes al grado de que un
adulto visto con un menor en un lugar público sin que tengan una
razón pertinente para encontrarse ahí, puede ser acusado y
sentenciado.
Es increíble cómo se
completa el panorama: la generalidad masculina en nuestro país
continúa teniendo sexo fuera de la relación de pareja como si
viviéramos en los 70 todavía, con una naturalidad y una actitud de
"necesidad" y, por tanto, de obligación de aceptación por parte del
resto, no sólo como un deporte "necesario" en el que la mujer es el
objeto de acción que toman, lanzan, detrás del que corren para
pisarlo y darle un puntapié con todas sus fuerzas, sino también sin
tomar en consideración enfermedades y contagios ni incluso el sida
que puede llegar hasta sus parejas, y, además, de entre ellos muchos
con el uso del viagra que, en estos casos, viene a ser como una
terquedad en ser machos. Y las mujeres tienen que vivir
resguardándose.
Es inaudito que
estos hombres tengan el cinismo de andar buscando escape a sus
instintos entre las propias amigas, e incluso parientas, de sus
parejas, creyendo quizás que con estas conocidas están a salvo de
contraer bichos malévolos. Y estos mismos comportamientos los
enseñan a sus hijos como si fueran lo propio, lo adecuado, creyendo
de verdad que padecen esta necesidad de tener sexo con diferentes y
variadas mujeres ―no sea que dejen de ser hombres―, creyéndolo un
derecho que a la mujer jamás le otorgarían. Con estos ánimos, la
mujer sola (soltera, divorciada o viuda) es relegada, es mal vista y
es motivo de sospecha, de esa sospecha "pecaminosa" por parte de
toda la sociedad, de una sociedad que todavía cree en el "pecado"
pasando por alto los derechos de la mujer, pasando por alto sus
capacidades intelectuales y profesionales, negando el valor que
corresponde al embarazo y la maternidad al considerarlos
obligaciones femeninas y no los derechos y privilegios que son y
sólo de ellas, sociedad que incluye mujeres... en contra de las
mujeres.
La mujer sola es
objeto de sospecha por parte de esos hombres lujuriosos prestos a
saltar encima de ella a la primera señal, o a lo que ellos
consideren una señal, por saciar su instinto. Y no sólo eso, la
mujer sola es objeto de sospecha también por parte de aquellas que
culpan a las "otras" mujeres del apetito de sus maridos. La mujer
sola, sin respaldo masculino o social, es maltratada empujándola a
ausentarse de los círculos sociales, obstaculizándole el desempeño
profesional, negándole el reconocimiento a sus méritos y a sus
capacidades, relegándola a la soledad ―y a final de cuentas las
esposas españolas muertas por sus maridos estaban solas―.
Es loable el trabajo
de mujeres como Patricia Mercado que se atreve a lanzarse a una
campaña difícil de ganar, si no es que imposible, pero con la que
gana espacios para nosotras, con la que gana un precedente y no es
su política ni su tendencia ni su partido sino el solo hecho de ser
mujer lo que hace que nuestra presencia se perciba contundente,
inevitable, irrebatible en la lucha contra el machismo
híbrido. Patricia Mercado y otras mujeres, como Michelle Bachelet
presidenta de Chile electa en enero pasado, nos están abriendo paso
en América Latina entre esa maleza de machos híbridos para llegar a
la obtención del respeto que nos deben.
El 8 de marzo es
motivo del tema, motivo para expresarnos, para plantear, para decir
y que no se olviden de que seguimos en la lucha, de que no aceptamos
las muertes de Juárez ni las de España ni las del lugar más
recóndito de la Tierra, ni callamos ante la violación de mujeres,
mucho menos ante la violencia física que se ejerza sobre ellas, como
tampoco toleramos el abuso ni la discriminación ni el acoso.
Cristina de la
Concha, 28 de febrero, 2006 |
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