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25.Sept.22
Gebrydguma
Su sexo era tal que acabaría con la vida de un
hombre
y de todos los hombres que existen en la tierra.
Ella mujer, la del incendio, la de pasos raudos,
caminé sus piernas, el enigma del que sabe o
pretende
si es que alguna vez se puede saber y no
pretender,
es la mujer, dicho para mí era, ahora y antes de
otro,
fue una curiosa cosquilla de un corazón
rascado,
un galimatías de nombre querella, tuvo tanta
saliva,
tuve tanto recuerdo, ahora camino a la
Castañeda,
no sabía cuando llegaba pero si cuando me iba de
la tierra.
En ocasiones era ella ese lugar de la mancha de
cuyo
nombre no quiero ni acordarme pero sin duda la
quiero,
la mente lúgubre y sórdida pregunta si deudos
tengo,
si no de sangre, de su tiempo, el de ella
peregrina,
el de ella rijosa, clandestina, amante a
escondidas,
y del rojo ardor de su roja boca también
conflicto.
Te fuiste,
y en un pretérito con alguien te fuiste, siempre
andas,
igual te quiero sin esperarte, sin preguntas
sosas,
sin pasados o futuros que perviertan hasta este
ahora.
Siendo tú la mujer más dulce de Dioniso,
el bastión más sabio de duendes y Perseos,
me has clavado a la endemia de tus hombres,
al fuego interminable de todos los dioses,
siempre pensaré en ti, como Narciso sin tiempo,
en el punto débil que me buscas y me encuentro
destripado y aturdido de ti y ahora, aún
sediento.
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