Tulancingo cultural tras los tules... Tulancingo, Hidalgo, México |
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8.Jul.14 |
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Del poeta Omar Ruiz Agathokles
¿Y si mejor nos despedimos?
Espero verte en otra eternidad que no dure para siempre, que no sea eterna, que pase pronto, que no vuelva nunca, que nos deje solos esperando mirarnos aunque sea un poco, me he quedado corto por los silencios que me regalas, por esas fatigas de querer saberte y jamás saberte, otras más de no querer extrañarte y siempre extrañarte, así los días, los veranos descontinuados, la casa que es tuya, la soledad que es mía, la oquedad del olvido que nos pertenece, que siempre es de ambos y no envidamos, olvidamos.
Podemos cruzar al otro lado del tiempo sin inmutarnos, volcar el pretérito como método de flagelarnos despacito, tantos besos viles, tanta caricia sin misericordia, todo se ha ido con las palabras del encierro, con lo que pretendemos dejar atrás y no dejamos, es esa y no cualquier la razón de mi hartazgo, la que sí dejo, en la que te niego mi demencia y mi decoro, exploto, no más inconsciencias secretas, ni más decantaciones somos dos viejos piratas que no saben nada de amores.
Quedémonos sin comida un año, sin saliva y sin tiempo, dejemos de un lado el luto de no podernos encontrar, o el mismo luto que lloramos al encontrarnos de nuevo no más sal, ni vino tinto y pan, ni besos en la boca, ni bíblicos furores que terminen con una cierta agonía, vámonos despacio, dejando de lado nuestra utópica vida sin tocarnos las manos, sin mirarnos después de amar, aquí el mundo con y sin nosotros siempre será igual.
Como gatos en el tejado
He venido del mar y llegado aquí para venderlo o romperlo, para vengar todas las lágrimas que sin culpa ahí yacen, de algunas soy causa y de otras cómplice culpable.
¿Recuerdas esa última imagen a tu partida, el aroma? el ambiente bañado en azafranes y melancolía, el dormitorio cargado hasta la columna de hastío, el tedio igual que el fastidio de vernos cada mañana, de soportarnos por las tardes como soledades independientes y por aquellas noches inexistentes quebrarnos como desiertos, queriéndonos por accidente, amándonos como enemigos.
Entonces sea que el tiempo clame, que el tiempo se fugue y nos deje igual de solos, igual de impíos como en principio, sin esas cartas marcadas ahora rotas en medio de la espalda baja, o esos versos tiranos a un costado de estos labios sombríos, esa cobarde elegía que siempre compartimos pero nunca juntos, aunque hablábamos de amor jamás conocimos más que la palabra, encontrando sólo por juzgar todo aquello que siempre perdimos.
Como gatos en el tejado, muy propios, muy solos, sanando con la luz íntima las heridas de ayer, los sonidos del perdón, las visitas al Edén.
Vámonos ahora, la tormenta está en naufragio la tragedia ha amainado, el olvido ha olvidado, no recuerdes la última imagen o mejor recuérdala, para que no vayas al mar porque más no te pertenece.
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