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2.Jul.18
Al menos tres veces
cada mil seiscientos años,
el sol cae convaleciente
en una silla de ruedas;
sigue al pendiente,
con los destellos
despeinados
y un amarillo de horror,
termina imponiéndose
con ímpetu, tose,
pero imprime cabal,
cada una de las órbitas,
de sus esferas
malagradecidas.
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Un cisne rosa
¿existen?
en la soledad de una cúspide,
abandonado del pincel de Dios,
quien desciende a mirar
lo que otros hacen a mitad
del rascacielos.
Lo invitan a crear en
colectivo,
prefiere bajar al sótano,
mirar la descendencia
del demonio,
come cenizas de una urna
de oro;
y con despecho mira
la felicidad de su antaño
arcángel más querido.
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