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13.Jun.18
Esos pardos trigales,
por quien puede llorar
una retina gelatinosa,
en un vaivén azul
de estrellas,
sobre una calzada
infinita,
una para no llegar,
para quedarse contemplando
a donde nunca,
por prudencia,
habría que irse.
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Y qué hacemos aquí,
habitando estas entidades de sombras,
tiritando una luz que es la misma:
al fondo de las nuestras
miradas encontradas.
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De qué color es el resplandor
del fuego en las entrañas
del infierno.
Cuánto humedece el desierto
en su totalidad ante el rumor
de una gota.
Cómo se estremece el mar,
con la mera insinuación
de un beso.
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