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17.Dic.18
por
Carlos H. Vázquez
Hay luz,
la trajo
una luna
perturbada.
Una,
que llevaba tiempo
acurrucada
en el rincón
de los
abedules.
Tuve que sosegarla
a llanto,
entonces se fue vaciando,
hasta llenarme el cántaro.
También hay queso,
la fui rebanando
a filetes ligeros,
para dejarla partir
en todas las horas.
Puedes servirte,
si quieres,
pero deja que ya me
duerma,
que me vaya yendo
por más horas,
por si acaso en ellas,
ya oscura,
ella volviera.
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El trote del pataeperro,
con su lengua de lija afuera;
resiente la ausencia de caminos
amigables para el vagar.
Caen en sus espaldas las lozas
de las sombras del
concreto,
sobre la de sin huesos,
la de sin agua ciudad,
sonríe sin embargo,
con la cola
en vertical.
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