Si pudieras

acercarte a mí,

para llorarle

a todas mis osamentas;

si supieras que para mí

el dolor es un melodrama sarcástico,

y conmigo te bebieras,

en compañía,

algo de esos restos

que llevan los buitres

que sobrevuelan el panteón.

Si quisieras conmigo saber

que contigo, en esas

recurrencias donjuanianas,

celebro la vida.

Quizás, sólo entonces,

dejaría de requerir esas dos horas promedio

de soledad.