Tulancingo cultural tras los tules... Tulancingo, Hidalgo, México |
|
|
|
|
|
|
|
________________________________________________________________________________________________________________ |
México, D.F. Pasos de poesía que rompen la memoria
|
11.Dic.15
LA POESÍA DA PASOS QUE ROMPEN LA MEMORIA DE LOS AÑOS Erasmo Nava Espíritu, Pasos que rompen la memoria de los años, Ilustración de portada; Jordi Boldó: “Entre la memoria y el olvido 36” (Políptico, 2011), Prólogo de Carlos Santibáñez Andonegui, altrescostaamic@prodigy.net.mx, México, 2015.
La poesía marcha con
pasos a prueba de años.
Por ella sí que podemos decir de verdad, no
pasa el tiempo. Su voz, punzante, se oye de
lejos. En su poema “Doradas bicicletas”,
Erasmo Nava Espíritu se acerca a esa voz que
nombra nuestra vida un paso más allá, la del
tiempo que avanza con
luz de alba, con
pasos que rompen la memoria de los años
y nos atraen al ansiado
frenesí dorado, “en bicicleta alegres
primaveras/ recorren crepúsculos lejanos”.
Tales son las
doradas bicicletas de Erasmo.
¿El sueño, el movimiento, la vuelta?
Él ha sido testigo de aquellos cuerpos, de
aquellas piernas que las tripulan y
transportan fuerzas que hacen resplandecer
la materia, “rompen con la rutina/ y vuelan
como el viento/ ¡hacia la libertad!”
Entretanto debemos
transitar por el mundo, haciendo el viaje a
cada palabra, con sus “variados y exquisitos
sabores que son únicos”, ya que como decía
un inmortal, la palabra
es el sitio perfecto para hacerte el amor,
y así nos dice Erasmo: “Voy por el mundo
disfrutando del color y el sabor de las
palabras”.
Junto con las
palabras, las miradas: “la mirada del alba
que aparece allá en el horizonte,/ la mirada
azul de cielo de aquel hombre que naufragó
en el mar/ la mirada de mi sombra que cuando
el sol se oculta: crece y crece”…
Mas todo languidece
cuando el poeta ve que en este mundo, y
sobre todo, en este país, existen “Hombres
con olor a azufre”, que
en sus manos llevan sangre y llevan llanto,
mensajeros de la muerte que “entre plagios,
levantones y secuestros”,
vagan sin alegría por el
mundo, un mundo que comienza a
perderse en el fatal deterioro de los
ecosistemas, en el que cada vez se hace más
difícil “disfrutar con inocencia del
resplandor del sol”.
Por ello, ¡oh
Beatus Ille!,
fundirse a aquel silencio de la noche que se
afina para encender la estrella que nació en
la mitad del eco del relámpago, “y su
aliento como espuma tomó forma en Mochitlán”.
Por ello, oh Beatus Ille,
nada como esos hondos atardeceres de su
natal Mochitlán, “atardeceres llenos de
quietud que se quiebra y no hace ruido”, con
los que contrasta el esmog de la ciudad de
México, “tierra firme entre ayeres”, donde
“el silencio envuelve a los trabajadores que
viajan en el metro,/ como cadáveres de
derrotados guerreros/ que esconden su
sonrisa avergonzados”. En plena mancha
urbana, ampliado hacia el reclamo social,
repone el poeta: “la mirada levanto al
resplandor de los espectaculares;/ en ellos,
candidatos de mirada fría, siniestra:/
-¿será que se arrepienten de sus gastos?/
-¿Hay alguien que crea en ellos?/ -Yo no
sé.” De ahí que el poeta nos urja a procurar
un “Nuevo resplandor”. “Urge que el ser
humano…, vuelva a ser humano,/ y que sus
obras le permitan disfrutar la vida aquí en
la Tierra”.
Es natural que la
poesía de Erasmo tienda a “la montaña y su
misterio”, conforme al título del poema
dedicado a las mujeres de San Juan Copala,
aquellas que “al cruzar por el monte/
alegran el paisaje,/ semejan mariposas/ que
detienen el tiempo”. Toda poesía es también
labor de rescate. Es natural que tienda a
preservar el valor del abuelo al que poderle
predicar: “Descansa. Tu verdad bañada de
silencios ha sido dicha”.
Una de las mejores
maneras de aproximarse a la poesía son los
recuerdos. “Como palomas blancas llegan
jadeando los recuerdos”. En el poema que
brinda su nombre al libro, Erasmo escribe a
su esposa Luz Ma: “tocan a mi pecho y a mi
alma de doble cerradura los recuerdos”. Y el
poeta se halla ante el amor, ante ese amor
“que en la noche despierta con ojos de
piratas encallados/ y con sonidos de eco se
levanta para mirar el mar”.
¡El mar!, al que
intuyera Saint-John Perse como una cierta
presunción del espíritu, el mar, el
testimonio mudo de las edades, brinda a la
poesía de Erasmo una guía en su privada
interpelación al tiempo. “Busco el mar y
busco el tiempo como dos divinidades”, dice,
en el poema dedicado a Fidel Castro y el
pueblo cubano.
Todo esto se revuelve,
se amasa con sueño, donde alienta una mezcla
de lo extraviado con lo hallado. Algo
despierta y algo está dormido. Algo se
trama. Algo se pierde inexplicablemente. Hay
algo, siempre hay algo, a punto de
desaparecer. Ya resuenan los pasos que
rompen la memoria de los años. Cito: “La
vida en la ciudad huele a mojado”.
Insospechada late una energía en la materia
viviente, como en el epígrafe de León Felipe
que expresa: “Somos como un caballo sin
memoria,/ somos como un caballo/ que no se
acuerda ya/ de la última valla que ha
saltado”. Hay algo de animal en el esfuerzo
que envuelve a las ciudades. “Todo esto se
mueve, dice Erasmo, como un enorme animal de
cien patas que jadea”. Y ese animal que
crispa, que se encueva y se se dibuja en las
grietas es quien a fin de cuentas, escribe
la historia. Esa que “día con día, se
escribe en un grafiti”.
Algo que disfrutarle a
la vida es su noción de viaje. Bajo esta
bitácora, identificar el lugar exacto en que
se encuentra a la amada: “Ella recorre el
mundo disfrutando sus viajes/ en los que la
esperanza la dirige hacia el sol”. Aunada al
incentivo de la mujer como hallazgo, es la
poesía de Erasmo un siempre ir de camino,
alcanzada a permear en sus designios por la
purísima inmensidad del mar. Es poesía de
trayecto, que se pone en viaje y hace
maletas. No desdeña su mira el rapto de
ceniza, el dolor de inframundo que llevamos
los seres dentro de nosotros y por eso
murmura: “Hoy inicio un viaje a la ciudad
hundida de Heraclión…”
La poesía es viaje,
expedición a vocablos conocidos nunca antes
emprendida. Cuando uno se incorpora a estos
viajes, en algún momento tiene la percepción
de dirigirse a algo extraordinario. En su
poema “Vuelo MX 0641”, el poeta que nos
ocupa se aproxima a un vuelo inminente,
intuye: “brillan las calles inciertas de
esta enorme ciudad”. Esta ciudad inmensa que
ha sido su desvelo y de un modo u otro
podría ser su tumba. “La vida en la ciudad
huele a mojado”, ha dicho el poeta. Es
momento poético el de hallarse en vísperas
de vuelo. Cualquier cosa hecha por el hombre
se vuelve sospechosa. Uno sabe un instante
lo que esconde la vida, la magia de su
desaparición. El va a viajar, Erasmo va a
viajar. Pero traía algo cósmico desde el
poema en el que “Gira y brilla solitario
satélite”. Todos aquí andaremos
un poco descalzos hasta
que aparezca el alba. Todos podemos
decir con Erasmo: “Tengo algunas palabras en
la mano/ con ellas un viaje voy a realizar”.
Su placidez es aparente. La región y el
enigma son reales. La zona en que corremos
para abordar se vuelve a todo trance,
limitada. No es casual la alusión a
referentes naturales que otros han
encontrado sobrenaturales para hurgar el
misterio o sepultar el terror: “es intensa
la lluvia: hace reflexionar”. Uno puede
agrandar lo que hay en su camino. Símbolos
de última hora: “Seis veintiocho/ ya todo
parecía perdido”.
Un retardo entonces
nos abrevia las millas que faltan por
revisar en el radar de la vida. El mundo es
un lugar de luces misteriosas, de crónicas
de muertes anunciadas. Y cuando estamos a
punto de sentir que en pocas palabras nos
estamos hundiendo, llega el humor, el ritmo,
el cuento que nos contaron de chicos a
salvarnos: “Marqué el teléfono,/ esta vez
José Alfredo, exaltado, dijo:/ -¡trasládate
a la puerta “B”!/ el boleto con el de
seguridad dejaré”.
Otros verán apenas un
relato, algo que sobresale apenas como
recuerdo en lo vivido. Sólo quien reconoce
el viaje hacia la quintaesencia de vocablos
aparentemente conocidos, capta el valor
agregado en la palabra agua, como el de la
Muerte que Gorostiza entrevió sin fin: “El
vaso de agua es el momento justo”. En tanto
el poeta que nos ocupa únicamente dice: “La
aeromoza como ángel llegó,/ candorosa,/ un
poco de agua me dio”.
Vivimos esta
existencia a veces como llevados de la mano
de una misión ultra secreta. Cuando nos
acercamos a la última parte del viaje,
acechamos un rostro, un delicado rostro como
el que nos anuncia el libro de los Reyes que
el poeta asume como epígrafe: “no nos
pondremos a la mesa,/ hasta que venga…”
Entonces nos damos cuenta que lo que hemos
venido buscando como Erasmo, es aquella
“sonrisa que llevarnos al sol, rumbo a la
eternidad”. Es a tiempo de partir cuando nos
vienen cosas extrañas para las cuales no hay
explicación. Parecida a un sueño es la
vivencia de Erasmo contemplando a monjes,
legionarios, y hasta un emperador, gritando:
“¡Salven todos el rostro!”, para, de esa
manera, ganarle a la muerte. Tiene que ser
la muerte la partida, el momento en que de
pronto se acciona el
reactor y el avión logra elevarse.
Erasmo va a decirlo a su modo. Sin salir de
la anécdota simple, ligeramente poetizada,
en que se ha superado el retardo que él
tanto temía, el poeta conoce bien la
historia, la experiencia a la que se
enfrenta, y la nave le lleva “dejando tras
sí: una estela de ruido,/ luces y sombra,
pisadas perdidas,/ propias y únicas/ de la
gran ciudad”.
Un paso más y todo
habrá sucedido. Un paso más y ese modesto
avión ya jamás aparecerá en el radar.
|
Gracias por su visita
www.tulancingocultural.cc ® Derechos Reservados
tulancingocultural@hotmail.com
Aviso legal para navegar en este sitio