14.Junio.22
Del poeta costarricense
Carlos
Villalobos
El río se
inclina hacia su sed.
Gloria Gervits
El
alambique
El río escondía un alambique
donde mi padre fermentaba rencores
a escondidas de la ley.
Entonces a esta sed la llamaban saca
y al agua que ardía
simplemente
contrabando.
Ambos
-agua y hombre-
destilaban sus secretos bosque adentro.
Cuando estaba a punto de nacer
el duende que emborracha al río
se lanzaba sobre sí mismo
y se tragaba entero.
Mi padre le decía hermano
y el río le juraba por Dios que si moría antes vendría por él
para sentarlo a su derecha.
Mi padre enyugaba guerras para pelear con lo que fuera
y el río
sentado en su ceniza
se deshilaba las manos para jurar que sería el ángel de la
guarda.
Un día llegaron de repente los cascos de la justicia.
Traían en un papel las aldabas de la culpa.
El río
del susto
fingió que era un muerto de nadie tirado en el camino.
Mi padre no tuvo tiempo de espantar el miedo.
De camino a la prisión confesó que era suyo el alambique.
De todos modos
quién le habría creído
que ese cadáver de agua
oculto bajo el río
también hablaba solo.